Publicada en Diario Financiero, 18.07.2024 

 

 

 

 

 

Axel Kaiser


«Elegimos la imagen de portada, basada en un conocido cartel de la campaña de Hitler de 1932 por una razón precisa: cualquiera que hubiera sido transportado a la Alemania de 1932 podría muy fácilmente haber explicado los excesos de Herr Hitler y haber sido persuadido que sus críticos se estaban excediendo. … Pero él y su gente prometieron desde el principio que usarían las herramientas de la democracia para destruirla». Las palabras son del editor de New Republic, el demócrata Michael Tomasky, quien explicaba por qué su publicación había puesto a Trump como un nuevo Hitler. Es más, para Tomasky, Trump estaba muy cerca de ser la versión americana de Hitler.

El actor Robert de Niro, en tanto, advirtió que si Trump ganaba nuevamente se acabaría la democracia en Estados Unidos, añadiendo que no entendía cómo era posible que esta amenaza no se tomara en serio. A reglón seguido, agregó que el caso de Trump era como el de Hitler o Mussolini. La exsenadora demócrata Claire Macaskill fue más lejos y sostuvo que Trump era «más peligroso que Hitler y Mussolini». El Washington Post, diario demócrata, también sostenía en noviembre del año pasado que la retórica de Trump era «comparable a la de Hitler». La actriz Kathy Griffin, por su parte, causó polémica al haber escenificado en 2017 una decapitación de Trump en que sostenía su cabeza ensangrentada del republicano por los pelos.

Comparaciones y actos de este tipo han sido realizados por demócratas de manera diaria durante años, además de las mentiras relacionadas con la trama rusa, los juicios espurios con jueces activistas de los demócratas, fiscales demócratas, etcétera. ¿Tiene algo de raro que, si se repite sistemáticamente que una determinada persona es Hitler y que destruirá a la humanidad, la polarización suba al punto en que alguien pueda genuinamente creer que Trump es Hitler y decida matarlo? Obviamente no.

Más allá de que la comparación es estúpida en sí misma, es evidente que la izquierda global simplemente sufre de Trump Derangement Syndrom (síndrome de trastorno de Trump). Una especie de crisis psiquiátrica que los lleva a niveles de histeria, mentira y manipulación que les hace imposible un mínimo de imparcialidad. Nada de esto significa que Trump sea un santo, más bien es lo contrario, pero la comparación con Hitler habla del nivel de desquiciamiento de buena parte de la izquierda.

Es cierto que Trump no concedió la victoria de Biden, pero Hillary Clinton, luego de concederla a Trump, pasó cuatro años diciendo que le habían robado la elección y nadie nunca la ha acusado de antidemocrática. El episodio del 6 de enero 2021, deleznable sin duda, pero completamente exagerado por la prensa de izquierda, jamás fue una insurrección ni puso en riesgo la democracia americana, como sí lo estuvo la chilena con la insurrección que hizo nuestra izquierda totalitaria, hoy liderada por Boric. Y si de corrupción se trata, la familia Biden, incluyendo al Presidente, está tanto o más involucrada en casos escandalosos que Trump. Pero, obviamente, nadie va a conceder todo porque, claro, como Trump es Hitler, entonces todo lo que haga y lo que diga tiene que ser maligno y sucio. Lamentablemente, para la izquierda, Trump, perdón, Hitler, aún vive.

Fuente: Hitler vive - Fundación para el Progreso (fppchile.org)

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