1 marzo, 2025 

 

 

 

 

 

por Pilar Molina


No se puede esperar otra cosa de un Presidente que arremete frente a cada crisis contra los privados y jamás asume sus propias responsabilidades ante los incumplimientos del Estado.


Es un guión conocido ya.

Pero el Presidente despliega su actuación como si fuera la primera vez. “Nos indigna”, “no lo vamos a dejar pasar”, afirma con voz impostada, ya sea se trate de un asesinato de carabineros, o de responsabilidades de las empresas, lo que pone al mismo nivel. Que maten a tres carabineros a sangre fría, a que falle una línea de transmisión y provoque un «black out» a nivel nacional.

Frente a cada crisis, en vez de dirigir desde el puesto de mando la acción reparadora del Estado, lo que prevalece es buscar un culpable que lo “indigna”,  para así poder dirigir la atención y la rabia contra él. No podemos olvidar que en el mega incendio del verano del 2023 en el sur puso en debate una nueva regulación a las empresas forestales, un “royalty”, sugirió su Ministro de Agricultura, insinuando una cierta complicidad con los incendios.

El guión de la “indignación” era el mismo al que acudía como diputado de Convergencia Social para incendiarle la pradera al Presidente Piñera, y acusarlo de “cómplice activo”: “El brutal asesinato de Francisco debe indignar a todo Chile y el mundo. No hay excusas, matices ni explicación que valga. Basta ¡por la chucha! Refundar Carabineros ahora”, tuitéo en febrero de 2022, cuando un carabinero hirió de muerte a un malabarista, que intentó atacarlo con dos sables al negarse a un control de identidad.

Misma “indignación” que manifestó el diputado 5 meses después porque “han asesinado a Ernesto Llaitul. Esta situación es gravísima y la indignación desborda”, escribió en Twitter, aunque tal asesinato nunca existió.

La indignación es su fórmula para activar y levantar la barra brava, pero sobre todo frente a los empresarios, con los que por más que busque conciliar en la fase «Hyde», es la cara «Jekyll» la que termina dominándolo.

Por eso había que castigar a las isapres por abusivas, irresponsables, pero no hasta el punto de hacer caer el sistema privado de salud. No, al menos mientras el Fonasa no esté fortalecido para eliminar a los prestadores privados, le advirtieron.

La historia de su administración será la de choques con los hombres que arriesgan e invierten sus ahorros, crean trabajo y riqueza en Chile y usan sus talentos y para emprender e innovar. Para Boric no son nada de eso, sino que lucran, son insensibles, depredadores de la naturaleza y no valoran la cohesión social de la que él cree ser signatario para redistribuir los recursos de otros a punta de impuestos que considera un deber moral paguen los que tienen más. Un pozo sin fondo.

En contraste, el Estado representa el bien común y la solidaridad para Gabriel Boric. Es la cúspide de la montaña que hay que alcanzar, para desde ahí regular y disponer de los privados y su libertad para emprender, porque sin Estado son depredadores, hay libertinaje y no hay justicia.

No le pidan entender el mercado a alguien que cree que es cosa de voluntad producir los cilindros de gas más baratos de Chile, aunque terminaron siendo los más caros de la historia, financiados por «moya», obvio.

Se trata de una guerra final entre el «bien», el Estado, versus el «mal», el mercado. Hace poco más de un año acusó a la “irresponsabilidad del mundo privado” del cierre de Huachipato, a pesar de los “ingentes esfuerzos del gobierno por evitar su cierre”. 

Él es el mesías de la utopía, del Estado «todopoderoso» e «igualitarista», que logra anticipar el paraíso de la igualdad y la justicia en la tierra. Cómo olvidar cuando hace menos de un año el otrora diputado revolucionario asimiló las críticas a su administración a la “soberbia paternalista que lleva a emitir juicios denigratorios a gobiernos que obedecen la voluntad popular”. En la misma desalinizadora de los Luksic en la minera Pelambres, pidió “más Narbona y menos Craig”, como si los hermanos representaran polos opuestos y no fueran los dos empresarios, pero personas humanas con diferencias, al fin.

Quien no entiende su rol de redentor está en pecado. No será religioso el Presidente, pero actúa como un fanático, porque no es capaz de aceptar las críticas del mundo empresarial, las que si oyera podrían cambiar el rumbo del país. Con su deber no más cumplen cuando advierten que los capitales vuelan a otros países para obtener retorno de sus inversiones y que la permisología, la desconfianza y la inseguridad impiden el crecimiento de la economía.

Para Boric no hay tal, como dijo en noviembre pasado. “La inversión en Chile no crece por el pesimismo ideológico que ha mostrado el gran empresario local”.

Para el Presidente no hay nada que rescatar de la evidencia crítica. Celebra un aislado y excepcional Imacec de diciembre, pero no emite palabra frente al negro balance macroeconómico de fin de año: un déficit fiscal histórico, la deuda externa en su peak, el desahorro de los fondos para emergencias y crisis, y la persistente inflación.

“No es tolerable que por responsabilidad de una o varias empresas se afecte la vida cotidiana de millones de chilenos y chilenas, y, por lo tanto, es deber del Estado de Chile hacer valer esa responsabilidad”, sentenció a las eléctricas frente a la opinión pública. Al margen de que deben asumir sus yerros en el apagón los responsables, ¿son tolerables la mala administración estatal de la salud, la educación, la seguridad y el orden público? Y ¿dónde está el Estado haciendo valer su deber, como invoca Boric frente a la iniciativa privada?

Esa sería una “crítica ideológica” para el Mandatario, porque comparte con el fascista Mussolini el «nada sin el Estado y todo con el Estado». La desconfianza en el mercado y la libertad de las personas para crear forman parte de su ADN. Tolera a los emprendedores, pero sólo mientras sean chicos. Por eso ha condenado a Chile a vivir mirando el clientelismo estatal. ¿Cuál nuevo subsidio o medida populista “justa” está en carpeta? 

Fuente: https://ellibero.cl/columnas-de-opinion/el-indignado/

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