Publicado en El Mercurio, 02.03.2025
Gerardo Varela
«Empezamos nuestro deterioro por creernos ricos y elegir a una izquierda que confunde el mérito con el privilegio, la culpa con la responsabilidad y la ambición con la codicia».
¿Le ha pasado con los sistemas de GPS, que se equivoca en una carretera y omite salirse donde correspondía y el computador le informa con voz femenina «recalculando»? Esto lo hace mientras determina como volver a tomar la senda correcta que lo llevará a su destino.
Es lo que tiene que hacer Chile en esta coyuntura: recalcular. En muchos temas nos perdimos y tomamos la ruta equivocada. En historia se llama «restauración» y muchas veces viene después de una revolución. Ocurrió con Napoleón después de la revolución francesa o con la restauración Meiji de 1868 que modernizó Japón sacándolo del aislacionismo y la edad media.
Pero para restaurar no es necesario haber pasado por una revolución, basta haber cometidos errores menores durante mucho tiempo, al extremo que su acumulación demanda medidas de restauración urgentes y drásticas. Es lo que hizo Thatcher con Reino Unido, que tuvo que revertir la decadencia en que lo había sumido el socialismo laborista después de la guerra, o lo que tuvo que hacer Reagan, después del fiasco de Irán y la crisis energética e inflacionaria de los setenta.
Europa tiene una obligación de recalcular. JD Vance en la cumbre de Munich se los acaba de decir en su cara, sus elites políticas se divorciaron de la opinión de sus pueblos y olvidaron cuales son los valores que inspiran su seguridad y defensa. Pero además Europa se ha equivocado en 3 políticas fundamentales. En energía, su compromiso por cero emisiones la ha llevado al suicidio económico teniendo Alemania y el Reino Unido la energía más cara del mundo y con eso perjudicando a la clase media y a las empresas que la emplean. Europa debe reparar que Inglaterra no tiene sol para los paneles, que Alemania no tiene viento para los molinos y que ambos se fabrican en China con carbón. Alemania tiene que corregir su error de depender del gas ruso, que está en manos de un dictador agresivo. En defensa no pueden descansar en que los gringos van a seguir defendiendo Europa con el dinero de sus contribuyentes y la sangre de sus jóvenes. Estos se cansaron y con razón. Finalmente, en materia migratoria no pueden seguir recibiendo musulmanes, que desprecian al país que los acoge y su cultura.
EEUU, ya inició su proceso de restauración. La Corte Suprema terminó con la discriminación positiva honrando el llamado de Martin Luther King, obligando a las universidades a juzgar a la gente por el contenido de su carácter y no por el color de su piel. Trump está desregulando, bajando el gasto fiscal, reduciendo impuestos y burocracia. Terminando con la política de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) que de sus loables propósitos originales (muy cristianos por lo demás) de respeto por el prójimo degeneró creando una cultura que condena el mérito y el esfuerzo, victimiza a medio mundo y erosiona la responsabilidad personal.
En Chile debemos recalcular en varios frentes. Lo primero es sacar la politización de nuestra vida cotidiana. Nos lidera un grupo de gente que todo lo procesa en código político. Desde el medio ambiente hasta el deporte pasando por las relaciones amorosas y hasta los embarazos. La política es importante, pero no dejemos que invada la mesa familiar, el escritorio laboral y hasta las canchas deportivas. Debemos recuperar la humildad (el proyecto adolescente de Giorgio y su gas fucsia), el amor por el trabajo bien hecho (la Dipres y sus proyecciones), la honestidad política (caso fundaciones, Monsalve, casa de Allende, etc) y la seriedad política (Elizalde suprimiendo el voto extranjero) para que volvamos a confiar en nuestras autoridades. Necesitamos un presidente que prefiera enfrentar los problemas que sobrevolarlos. Somos un país que tiene que hacer todo bien para que le vaya bien. Empezamos nuestro deterioro por creernos ricos y elegir a una izquierda que confunde el mérito con el privilegio, la culpa con la responsabilidad y la ambición con la codicia. Una izquierda pesimista que en un refrito marxista sostiene que todas las relaciones humanas se dan entre opresores y oprimidos, obviando el amor, la fe y la lealtad y olvidando que la mayoría de las relaciones humanas se dan entre pares. Debemos retomar la admiración por nuestro país, nuestra gente y nuestras tradiciones y restablecer que la política tiene más de servicio público que de carrera profesional.
El progreso requiere respetar y hacer respetar la ley, la propiedad y la libertad de emprender e innovar, celebrar el éxito y reconocer el mérito. Nada de eso es fascista, es sentido común, ese que se nos ha extraviado y debemos restaurar.
Fuente: Recalculando - Fundación para el Progreso (fppchile.org)
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