por Remigio Pardo
Los pésimos resultados de las pruebas educacionales (PAES y otras) rendidas recientemente, son testimonio de como la desigualdad se acrecienta. Otro chascarro de la izquierda, cuyo accionar para lograr su tan cacareada igualdad, ha demostrado ser una quimera cuando no un grotesco engaño. Porque racionalmente la igualdad no existe, ya que todos somos diferentes y ser diferentes es lo natural, no existe la igualdad pura.
Las diferencias individuales, son lo que nos define. Entender el concepto de igualdad es fundamental y tratar de imponer una falsa igualdad, que es lo que propugna la izquierda, es una ficción, un mito.
Los importantes son las "igualdades con apellido", que es como deben vivir las personas para tener una vida justa. Entre estas igualdades encontramos: la "igualdad ante la ley", la "igualdad de deberes", la "igualdad de derechos" y la "igualdad de oportunidades". Conceptos que garantizan una vida digna, sin discriminaciones y con las mismas oportunidades de desarrollo; lo que es independiente de nuestras características individuales.
Ante esta evidencia, la izquierda opta por un concepto ideológico, esgrimiendo que ante la desigualdad, se debe igualar, o como argumentan, se debe "emparejar la cancha", sin importar si esto se hace paralizando el desarrollo, abandonando a los más capaces, ahogando a los más instruidos o frenando a los más avanzados.
Dicha opción la dejó clara el locuaz zurdo-economista y ex ministro de educación de Bachelet II, quien expuso la genial idea que había que "bajar de los patines" a los escolares más adelantados y capaces... ya que es más fácil bajar las exigencias, entregando una mala educación pública.
Y bueno, se procedió a bajar la calidad y exigencias de las mallas curriculares, a terminar con la libre opción para elegir el establecimiento educacional y a finalizar con los liceos emblemáticos.
El actual gobierno profundizó el problema, dejando a la deriva a la primera infancia, a los escolares de educación básica y media con insalvables brechas por faltas de aprendizaje, una gran deserción, un gigantesco ausentismo, cada vez peor infraestructura, con docentes politizados e ineficientes, los que generan una gestión escolar desastrosa. O sea, una educación sin rumbo. Esto, sin mencionar siquiera los paros, las huelgas y la violencia.
Pero la educación superior, que es la que concurre a las urnas y vota, esta si es objeto de beneficios, el ingreso es gratuito y se le exige poco o nada, lo que provoca un ingreso masivo (incluso mayor que en muchos países desarrollados), generando crecientes cantidades de profesionales con cada vez peor calidad. En resumen, frustrados cesantes ilustrados.
El objetivo de "bajar de los patines" a los mejores, desde luego lo están cumpliendo.
.