4 noviembre, 2024 

 

 

 

 

 

por Vanessa Kaiser


Estamos no sólo ante el fin del capitalismo, sino del comienzo de una tiranía global sin parangón en la historia de la humanidad.  


Sócrates afirmaba que el pensamiento es como el viento, aunque nadie lo ve, todo lo mueve. En transmitir este mínimo de sabiduría a nuestro sector, los intelectuales de derecha hemos fracasado rotundamente. De ahí que veamos a políticos y empresarios que afirman defender el capitalismo y la democracia atentando en su contra o hablando con los conceptos de la izquierda antidemocrática y adhiriendo a sus ideas en un extremo que causa pavor.

Si hiciésemos un concurso para elegir la idea que mayor relevancia ha tenido desde la caída del Muro de Berlín y el fracaso del socialismo ganaría todas las medallas aquella planteada por Francis Fukuyama y sintetizada en la pregunta ¿el fin de la historia? Para las personas temerosas de perder en las garras de los marxistas el trabajo de toda una vida, su libertad y derechos fundamentales, la creencia, propuesta por Fukuyama, de que ¡al fin! había triunfado el régimen que permite el recambio pacífico de los políticos en el poder, con un sistema de pesos y contrapesos que asegura la igualdad ante la ley y ciertos límites a la corrupción significó un alivio de proporciones. El broche de oro fue la adopción indiscutible del capitalismo en la forma de un libre mercado mundial que inició un proceso de perfeccionamiento con la globalización y apertura de los mercados. Bajo la mirada del liberal que cree en un progreso indefinido y de los darwinistas sociales que importan observaciones propias de la naturaleza donde impera la necesidad -los animales actúan por instinto y no desde la conciencia y la libertad-, el camino hacia la abundancia y el bienestar sólo podía ser ascendente.

El problema es que no sólo de pan vive el hombre y eso la izquierda antidemocrática lo sabe. De ahí que en los últimos 30 años concentrara sus esfuerzos en capturar escuelas y universidades para diseminar en la juventud nuevas ideas que conducen por el mismo derrotero: la destrucción de la democracia y el desmantelamiento del capitalismo. Como toda idea requiere de una justificación moral para reconfigurar la constelación de los asuntos humanos a favor del objetivo político que se persigue, debemos explicarla. Sólo así podremos entender por qué hay quienes hablan de decrecimiento económico (como Mariana Mazzucato, ídola del Presidente Boric), y otros que promueven el cambio de la matriz energética llevando a países como Alemania a la ruina, también a los que establecen impuestos que asfixian a las empresas medianas, liquidan la agricultura y proponen un pacto por el futuro con una especie de planificación central del sistema financiero (Acción 47 y 48 de la Agenda 2045 firmada por Chile).

Demasiadas son las personas que creen que la causa del avance de legislación anticapitalista es la respuesta necesaria a un fenómeno permanente en la historia del planeta y de la humanidad como el cambio climático. ¡Esa es su justificación moral para conducirnos al socialismo! Podemos decir sin temor a equivocarnos que su mente ha sido capturada y sus acciones son movidas por una idea que nadie ve, pero se ha puesto de moda e instalado con la misma fuerza que cualquier otra ideología totalitaria. En suma, se trata de quienes, sin saberlo, son funcionales al viejo anhelo marxista, la única diferencia es que en el siglo XXI no se les expropia a los empresarios, tan solo se les esclaviza.

Es probable que en la última discusión sobre materias tributarias haya sido predominante el tipo de mentalidad descrito, puesto que no parece haber otra manera de explicar cómo fue posible que se aprobara un concepto con consecuencias tan evidentemente socialistas como el de “sostenibilidad tributaria”.

La ley recientemente aprobada define sostenibilidad tributaria, como el “conjunto de medidas que un contribuyente implementa con el objeto de fomentar la cooperación mutua y transparencia en el cumplimiento de sus obligaciones tributarias. Los contribuyentes podrán obtener una certificación anual que indique que sus operaciones y estrategias fiscales cumplen con la sostenibilidad tributaria. Esta certificación podrá ser emitida únicamente por aquellas empresas certificadoras independientes que se hayan inscrito previamente ante el Servicio en un registro creado para tales efectos, y acrediten que poseen la competencia para el desarrollo de estas funciones. El Servicio, mediante resolución, dictará las instrucciones necesarias al efecto” (Artículo 8).

En simple, con independencia de si es usted persona natural o empresario, de ahora en adelante será evaluado por burócratas de los que dependerá su relación no sólo con el Estado, sino, muy probablemente, con entidades bancarias y un largo etcétera de stakeholders que podrán hacerle imposible la sobrevivencia en el mercado encareciendo sus créditos o aumentando los requerimientos para emprender, negociar, etc., si se obtiene una baja calificación en “moral tributaria”. Su ubicación en el ranking dependerá de si usted está dispuesto a trasparentar absolutamente todo lo concerniente a sus ingresos y negocio, como, por ejemplo, “facilitar información con impacto tributario”, “alertar al SII respecto de operaciones que vaya a realizar” y “publicar detalladamente a la ciudadanía su contribución impositiva”. Los encargados de su evaluación serán certificadoras contratadas por el Estado. Ellas acreditarán si usted tiene o no una moral tributaria sostenible, dependiendo de su disposición a colaborar con los angelitos que habitan en las oficinas de SII para que los santos que nos gobiernan destinen el producto de su esfuerzo a comprar votos, vivir como duques y contratar a la inútil parentela.

Es obvio que, en medio de nuestra actual crisis económica, estas son muy, pero muy malas noticias para la salud del libre mercado en nuestro país. Pero usted no se preocupe porque con el aumento de impuestos que las marionetas del neomarxismo han cargado sobre nuestros hombros se financiarán los Objetivos de Desarrollo Social de la famosa Agenda, ahora 2045. En simple, todos nos veremos obligados a colaborar con el avance de la ideología de género, la salud reproductiva (es decir el aborto), la educación para una ciudadanía mundial (o desnacionalización de los niños chilenos), la promoción de la inmigración y la adopción de una serie de hábitos- como no tener hijos, no consumir ni emprender ninguna actividad que perjudique al medioambiente- para certificar que llevamos una “vida sostenible”. Estamos no sólo ante el fin del capitalismo, sino del comienzo de una tiranía global sin parangón en la historia de la humanidad.  

Fuente: https://ellibero.cl/columnas-de-opinion/el-fin-del-capitalismo/

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