Gastón Escudero
Compartimos el Epílogo del libro del autor Horrores del Socialismo, publicado por la Editorial Entre Zorros y Erizos. Agradecemos al autor la autorización para publicar el capítulo en esta edición de Viva-Chile.org.
¿Por qué escribir este libro? Le puedo asegurar al lector que el placer de satisfacer la curiosidad no agota la respuesta. Cada uno de los nueve casos relatados me generó una sensación de horror que hizo difícil continuar con el siguiente; de aquí también el alivio al escribir estas líneas finales. Si al principio hubo placer por desvelar por qué y cómo, en diversos lugares y momentos del siglo XX, un grupo de seres humanos se animó a intentar recrear la sociedad en nombre de una utopía, pronto esa motivación desapareció para dar paso a la convicción de que “debía” hacerlo. Tanto sufrimiento, tanta muerte, tanta fortaleza en la lucha por sobrevivir no pueden ser irrelevantes para quienes no atravesamos esas desventuras.
En su epílogo del libro Gulag, después de casi 600 páginas en las que describe pormenorizadamente la tragedia de la red de campos de concentración soviéticos, Anne Aplebaum afirma: “Este libro no ha sido escrito ‘para que no se vuelva a repetir’, tal como dice el cliché. Este libro ha sido escrito porque casi con seguridad ocurrirá otra vez. Las filosofías totalitarias han tenido, y continuarán teniendo, un gran atractivo para millones de personas” (Anne Applebaum, Gulag, p. 574). Cuando leí esta frase, pensé que la concreción de ese “ocurrirá” sería muy incierta y lejana en el tiempo. Sin embargo, los acontecimientos que han sacudido al mundo a raíz de la aparición de la pandemia generada por el virus del SARS-CoV-2 o COVID-19, me han hecho abrigar el temor de que la afirmación de Applebaum pueda resultar cierta dentro de no mucho. La adopción por parte de casi todos los gobiernos de medidas que en algunos casos revisten dudosa justificación, han hecho que muchas personas –entre las que me cuento– tomen conciencia de una realidad que se viene gestando desde hace décadas. Se trata del “globalismo” o aspiración de establecer un Nuevo Orden Mundial bajo el argumento ‒en cierta medida veraz‒ de que los problemas más importantes que enfrenta hoy el mundo son de naturaleza global y que, por tanto, el modelo de los Estado‒nación no es capaz de enfrentarlos con éxito; por tanto, se requiere una estructura de gobernanza mundial superpuesta a los gobiernos nacionales y a la Sociedad Civil que imponga legislaciones y políticas públicas diseñadas por personas que no conocemos y a quienes no hemos dado facultades para determinar nuestras vidas.
Las directrices que se nos están imponiendo van más allá de la sanidad pública; apuntan a lo más íntimo: cómo pensar, cómo actuar, cómo trabajar, cómo vivir. El afán ideológico hace rato que superó la organización de la sociedad; ahora invade lo que creemos respecto de cómo hacer familia, cómo educar a nuestros hijos y cómo considerar la realidad que tenemos frente a nuestros ojos; en definitiva, apunta a la concepción misma de la persona humana. Lo “políticamente correcto” se nos trata de imponer a través de legislaciones, medios de comunicación, políticas corporativas, etc., y la similitud de que hace gala en los distintos países descarta cualquier posibilidad de que detrás de ello no exista una minuciosa coordinación. Claramente existe un poder que opera desde la oscuridad a través de distintos canales, cuenta con numerosos y poderosos sirvientes y ha cooptado a los organismos internacionales y a los gobiernos nacionales. Esos gobiernos manejan Estados que han adquirido la capacidad de regular la vida cotidiana mediante una tupida red de normas jurídicas y nos pueden controlar usando medios tecnológicos que permiten vigilar nuestros movimientos, conocer nuestras decisiones de compra, capturar nuestros ahorros, desentrañar lo que pensamos y quizás cuántas cosas más.
Se ha hecho realidad la profecía de De Tocqueville: “Quiero imaginar bajo qué rasgos nuevos el despotismo podría darse a conocer en el mundo; veo una multitud innumerable de hombres iguales y semejantes, que giran sin cesar sobre sí mismos para procurarse placeres ruines y vulgares, con los que llenan su alma […] Sobre éstos se eleva un poder inmenso y tutelar que se encarga sólo de asegurar sus goces y vigilar su suerte. Absoluto, minucioso, regular, advertido y benigno, se asemejaría al poder paterno, si como él tuviese por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, al contrario, no trata sino de fijarlos irrevocablemente en la infancia y quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar. Trabaja en su felicidad, mas pretende ser el único agente y el único árbitro de ella; provee a su seguridad y a sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales negocios, dirige su industria, arregla sus sucesiones, divide sus herencias y se lamenta de no poder evitarles el trabajo de pensar y la pena de vivir”. (Alexis De Tocqueville, La Democracia en América, Alianza Editorial, Madrid, segunda edición, 1985, pp.276-277).
Pero el mayor peligro no está en la existencia de ese Orden Mundial conformado por Estados capturados por un supra poder rebosante de ideología y dispuesto a “salvar” al planeta de los depredadores seres humanos (lo cual ya es más que suficiente para entender los riesgos que corre nuestra libertad), sino en la disposición de los gobernados a obedecer a la voluntad general manifestada en acuerdos mayoritarios y sancionados democráticamente, y guiados por la errada convicción de que siendo subsumidos por la colectividad satisfaremos el afán de inmortalidad que anida en nuestras almas. El gran J.R.R. Tolkien describió metafóricamente la amenaza con estas palabras: “Un Anillo para gobernarlos a todos y atarlos en las tinieblas en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras”.
Cambie el lector la palabra “Anillo” y ponga en su lugar “Estado mundial” y tendrá una idea concreta del peligro al que nos enfrentamos. Que los ejemplos de todos quienes se rebelaron contra las formas de opresión que relato en este libro nos sirvan de inspiración para resistir al socialismo globalista que pretende usurpar el lugar del Único en quien podemos satisfacer verdaderamente nuestra ansia de eternidad.
Fuente: https://viva-chile.cl/2024/07/horrores-del-socialismo/
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