7 julio, 2024 

 

 

 

 

 

por José Carlos Meza


La inseguridad destruye el tejido social y económico de nuestra nación. El crimen organizado está ahogando cualquier intento de libre comercio y desarrollo económico.


“El precio de la libertad es la eterna vigilancia». Este antiguo adagio es más relevante hoy que nunca. No podemos seguir engañándonos: todos nuestros esfuerzos por mejorar la salud, la educación y la economía son inútiles si el crimen organizado sigue operando impunemente en nuestras calles.

Podemos construir los mejores hospitales, contratar a los médicos más capacitados, pero de nada sirve si las zonas aledañas están infestadas de delincuentes. ¿De qué nos sirve una atención médica de primer nivel si nuestros ciudadanos deben pasar por zonas controladas por criminales para llegar a ella? La seguridad es la base de una sociedad funcional y, sin ella, todos nuestros esfuerzos se desmoronan.

Lo mismo ocurre con la educación. Podemos tener los colegios más modernos y los profesores mejor capacitados, pero si nuestros hijos son asaltados al salir de clases, toda esa inversión se pierde. Nadie puede vivir feliz ni aprovechar las oportunidades que brinda una buena educación si no se siente seguro en su entorno.

La economía no es ajena a este flagelo. Tomemos como ejemplo La Vega, un barrio histórico de Santiago, vital para el comercio de frutas y verduras. Hoy, este lugar está tomado por bandas criminales que se disputan el control territorial. Los agricultores, que viajan desde diversas zonas rurales para vender sus productos, se ven obligados a pagar sumas exorbitantes a estas bandas bajo amenazas de muerte. Aquellos que intentan vender dentro de La Vega son intimidados para que salgan y sigan pagando la “cuota” al crimen organizado.

¿Cómo puede progresar nuestra economía en estas condiciones? La respuesta es simple: no puede. La inseguridad destruye el tejido social y económico de nuestra nación. El crimen organizado está ahogando cualquier intento de libre comercio y desarrollo económico.

Necesitamos una respuesta contundente. No más paños fríos ni excusas. Es hora de actuar con firmeza y determinación. Nuestras leyes deben ser aplicadas con rigor, y nuestras fuerzas de seguridad deben contar con todos los recursos necesarios para enfrentar a estas mafias. La justicia debe ser rápida y ejemplar para quienes intenten imponer el miedo y la violencia en nuestras comunidades.

La vigilancia no es sólo tarea de las autoridades, sino un compromiso de toda la sociedad. Debemos estar alertas y dispuestos a colaborar para garantizar un entorno seguro para todos. La seguridad es un derecho fundamental y debemos defenderlo con todas nuestras fuerzas.

En resumen, la seguridad es la piedra angular sobre la cual se construye el progreso de nuestra sociedad. Sin ella, todos nuestros esfuerzos en salud, educación y economía están destinados al fracaso. Es hora de actuar con decisión y acabar con el crimen organizado que amenaza nuestro bienestar y nuestro futuro. No podemos permitir que el miedo gobierne nuestras vidas. Unidos, podemos recuperar nuestras calles y construir un futuro próspero y seguro para todos.

Fuente: https://ellibero.cl/tribuna/la-vega-bajo-asedio-el-verdadero-costo-del-crimen/

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