5 julio, 2024 

 

 

 

 

 

por Juan Lagos


Ojalá que el actuar del diputado Brito fuera la excepción, pero lamentablemente es la regla de una generación oficialista que reivindica una política meramente sintiente.


El diputado de Revolución Democrática Jorge Brito presentó una indicación a la ley de pesca para que «se respete el estado físico y mental de los animales» sin contemplar las consecuencias reales que una norma de esta naturaleza podría tener para el sector pesquero, tanto artesanal como industrial. Sin embargo, el escándalo llegó cuando salió a la luz la curiosa defensa a dicha indicación que una activista realizó un mes atrás en la comisión de la Cámara que discute esta ley. Nos explicó que cada uno de los peces es un individuo, que dentro de una misma especie hay peces tímidos y atrevidos y que incluso hay peces que han aprendido a jugar fútbol.

Luego de viralizada esta excéntrica defensa, el diputado Brito no tuvo más remedio que retirar esta polémica indicación, alegando que el lenguaje utilizado se prestó para “malas interpretaciones”. Lo curioso es que, en la sesión donde se nos notificó que los peces habían aprendido a jugar fútbol, el diputado se mostró tan satisfecho con la exposición que señaló que una indicación de similar naturaleza se presentaría para las reformas a la ley de acuicultura, idea a la que se sumó la diputada socialista Daniella Cicardini.

Si esta exposición hubiera pasado desapercibida, lo más probable es que el diputado Brito seguiría insistiendo con su indicación. Parece ser que lo único que frena su estilo impulsivo para ejercer su función parlamentaria es el ridículo o la indiferencia. En 2021 abogaba por no realizar la Parada Militar porque eso era «ostentar poder militar en una crisis social sanitaria», en 2023 lamentó la ausencia oficialista en el mismo evento, diciendo: «Quisiera que estuviéramos cada vez más presentes», ¿Más presentes en una ostentación militar? Ahora busca limitar las utilidades de las empresas eléctricas, como si esa fuera la solución a la crisis energética que tenemos, una medida que no hace otra cosa que espantar la inversión que necesitamos para un servicio eléctrico de calidad. Nuevamente, el diputado Brito no piensa en las consecuencias de sus propuestas.

Ojalá que el actuar del diputado Brito fuera la excepción, pero lamentablemente es la regla de una generación oficialista que reivindica una política meramente sintiente. Nada representa mejor el estilo de esta camada que la declaración de Vlado Mirosevic: «¿Por qué chucha no nos damos permiso para hacer una innovación política? Y si resulta mal, qué tanta huevá«. Dos elementos resaltan en el lema de Mirosevic: mesianismo e irresponsabilidad. Se perciben como los llamados a encabezar las transformaciones, y piensan que solo necesitan “darse permiso” para hacerlo. Luego, si resulta mal, ¿qué importa? No son ellos quienes deben responder por las consecuencias.

El mesianismo se evidencia claramente en las palabras del presidente provisional del Frente Amplio, Diego Ibáñez, quien dice que tiene la impresión de que se gobierna mejor «que los que quiere privatizar los derechos y quienes defienden las AFP para no aprobar una reforma de pensiones». Según Ibáñez, su superioridad no se basa en los resultados o el bienestar de las personas, sino en una visión moralista donde ellos son los “buenos” y sus opositores los “malos”. ¿Es razonable esperar correcciones de curso cuando se emplea una lógica tan maniquea y simplista?

La irresponsabilidad es palpable en las declaraciones de la diputada Gael Yeomans, quien culpa a Sebastián Piñera por la deuda acumulada debido al congelamiento de las cuentas de la luz, a pesar de que ella misma apoyó que el congelamiento continuara. Esta actitud nos devuelve al lema de Mirosevic -pero expresado esta vez en términos más civilizados-, «si congelamos la tarifa de la luz y sale mal ¿qué importa? Siempre podremos culpar a Piñera».

Con todo, lo más descorazonador en este caso, no es el lamentable progrerío que nos gobierna, sino la torpe oposición que le intenta hacer frente. Volvamos a esa lamentable sesión del 3 de junio a en la Comisión de Pesca, Acuicultura e Intereses Marítimos, que ha sido motivo de burla y desprestigio de la política chilena.

¿Usted cree que algún diputado opositor le hizo frente dignamente a la activista que pretendía terminar con la industria de la pesca porque a su juicio los peces son individuos que aprende a jugar fútbol? Ninguno. Sergio Bobadilla preguntó: “¿De qué se va a alimentar el hombre para poder vivir?”; Miguel Ángel Calisto apeló “al orden de la Creación”; Leonidas Romero sólo fue capaz de mostrar indignación y dijo: “Como yo tengo un poquito más de conciencia que los peces… creo”. Al ver que el nivel no era muy alto, Cristhian Moreira pidió la palabra para decir: “A mí no me quedó muy claro… de frentón no vamos a comer más pescao”. En definitiva, un espectáculo tan triste y cómico que ni a Andrés Rillón se le hubiera ocurrido. En este caso, sólo se podría rescatar que el diputado Bobadilla fue fundamental para iniciar la polémica que llevó al diputado Brito a retirar su indicación, pero sigue siendo muy poco.

Dado que parece haber poco que podamos hacer para cambiar a una generación gobernante tan autocomplaciente e irresponsable, surge la pregunta inevitable: ¿Serán capaces las oposiciones de ofrecernos candidatos más competentes y comprometidos con los desafíos del país? Sólo así podremos esperar un verdadero cambio en el panorama político y un futuro más prometedor para Chile.

Fuente: https://ellibero.cl/columnas-de-opinion/sintientes/

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