Juan Pablo Zúñiga Hertz


No existe el verbo “enrasquecer”, pero, de existir, definiría a cabalidad lo que la actual administración está haciendo. El eslogan de campaña del expresidente Trump en los Estados Unidos era “Make America Great Again”. La actual generación de políticos chilenos tiene su versión nacional del famoso MAGA, pero al revés: “Hagamos de Chile un país rasca”.

Todo lo que venga de esta generación de políticos –y su patota de amigos– que está sentada en La Moneda, en la Cámara de Diputados, en los municipios y donde quiera que sea que estén, es en sí misma rasca. Una cosa es la mediocridad –que también es uno de sus atributos–, otra lo es la incompetencia, otra la pobreza mental y valórica y otra simplemente la estupidez. Pero algo mucho más peligroso es el ser rasca, pues aúna todos los tristes atributos antes mencionados. 

Lo rasca es feo, es de poca calidad –si es que la tiene– y resulta sumamente desagradable y deprimente para todo aquel que busca algo mejor. El rasca se deleita en lo feo, en lo sucio, en el lenguaje pobre, en todo aquello que idiotiza y embrutece al

ser humano en vez de aquello que cultiva las cosas superiores como las artes, la filosofía y las ciencias. Sin entrar en el ámbito subjetivo de la belleza, el rasca es de mal aspecto, desaseado, maloliente y chabacano. El rasca, en su pobre naturaleza, se agrada de todo lo feo, lo inmundo y de mala calidad, haciendo de ello algo absolutamente normal para sí.

Todos estos fulanos y señoras que nos gobiernan no son más que una manada de gente rasca en donde prima hacer las cosas mal –si es que las hacen– y el hacer de Chile un país lo más lejos posible de la “copia feliz del Edén” y sí lo más próximo a la imagen y semejanza del país que conciben en sus mentes. Como sus mentes son rascas, sin gusto, sin educación, sin conocimiento técnico, sin cultura del trabajo y del esfuerzo, sin experiencia de trabajo y sin nada que eleve sus mentes –a no ser la fiestoca, la promiscuidad y los vicios– en la búsqueda de algo superior, evidentemente que el país que conciben en sus mentes es de naturaleza rasca.

La tendencia natural que debiera tener el ser humano es a superarse y a hacer de cada día una oportunidad para ennoblecer el espíritu, ser un mejor ciudadano, un mejor prójimo, y, en definitiva, acercarse a un estado de perfección y, si lo desea, de santificación. Estamos a marzo de 2024 y en nuestro Chile en proceso de transformarse en una nación rasca, no estamos mejor que el año pasado, sino peor.

Acaba de pasar un verano con feroces incendios que pudieran haberse evitado si en los 12 meses anteriores se hubiesen implementado las medidas que no se tomaron para los incendios de la temporada 2023. Es así como usted y yo pensaríamos, pero no el rasca. El rasca es mediocre y los conceptos de anticipación, preparación, gestión y planificación, no existen en su diccionario.

Como ahora el rasca está a cargo y es una figura pública, no puede esconderse en el mar de los mediocres, entonces compensa su incompetencia con las palabras. Así, entre declaraciones y poemas el presidente hace junto a la ciudadanía este juego imbécil de hacer como que nos convence, mientras que la sociedad hace como que fue convencida, tal y cual sucedía en la sociedad soviética donde los bigotones del comité central hacían como que pagaban sueldos, mientras que la población hacía como que trabajaba, lo que terminó en una gran miseria.

El fantasma del Estado fallido ya está asolando Chile y es sumamente preocupante. Puede haber situaciones puntuales que lleven a un país a que su Estado falle, pero, tarde o temprano se puede salir de ello, como lo es el caso de un país devastado por la guerra. La cultura de lo mediocre y lo rasca resulta mucho más devastador que una guerra pues priva a la sociedad del instinto de querer superarse en todos los ámbitos. Cuando se destruye ese instinto y se instala la cultura de lo rasca, no hay más camino para esa sociedad sino la autodestrucción. No caigamos en eso.

Fuente: https://viva-chile.cl/2024/03/enrasqueciendo-a-chile/

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