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VOXPRESS.CL. –


Acerca de los tradicionales buenos deseos para un Año Nuevo, una antigua oración portuguesa dice que “sólo pido que el que viene no se lleve lo que ya tengo”. Si tal rogativa la trasladamos a Chile, sin duda que este 2024 no se va a llevar lo que ha ‘construido’ y ‘cosechado’ el país durante 2022 –en particular, a partir del 04/S- y durante todo 2023 en manos de uno de los dos Gobiernos más desastrosos y aniquiladores que recuerda la historia nacional.

Dentro de 60 días, la fracasada administración refundacional y transformadora de estos audaces de moral superior, entrará en su tercer año, y ello sin poder ‘celebrar’ un solo éxito en ninguno de los ámbitos propios que, por naturaleza, le corresponde desarrollar.

Han sido dos años casi copiados y hermanados por la inacción y la palabrería, y éste 2024 comenzó yendo por un camino similar. Sólo entre Navidad y el 1 de enero hubo 23 muertos sólo en el Gran Santiago, y no precisamente de ebrios atropellados: ¡fueron asesinatos en la vía pública!

La respuesta de La Moneda fue la misma de siempre: “hay que acelerar un gran acuerdo nacional sobre delincuencia”. Ha pasado de un carro a otro el mismo discurso embaucador de tener más carabineros, dotarlos de más vehículos y generar altos niveles de inteligencia policial. De acciones inmediatas, como lo suplica la ciudadanía, nada. Por su parte, alcaldes progobiernistas ya se subieron al proscenio electoral, anunciando la “recuperación” de viviendas que por décadas y, sospechosamente, delante de sus narices fueron sedes de narcotraficantes.

Puede ser simplón el ejemplo, pero refleja dramáticamente la realidad: los bomberos llegan a un lugar en llamas y atacan de inmediato el fuego, sin siquiera gastar un segundo en ‘planificar’ ni ‘estudiar’ cómo hacerlo, evitando así que se propague y queme la manzana completa. Desde la campaña presidencial, el 2021, el presidente viene asegurando que no combatirá la violencia “con más violencia”, y ello -bien lo sabe la gente- en defensa de los derechos humanos de los hampones y para no afectar a parte importante de las bases que lo apoyan. El bandidaje que anda en las calles y porta su cédula de identidad, vota.

El año de su asunción, el 2022, el Gobierno sufrió, casi de entrada, una derrota electoral que puso un fin muy prematuro a su gestión, dejándolo paralizado. El país ha pagado íntegramente el alto costo de dicha inmovilidad y Chile es hoy la penúltima economía de Latinoamérica.

Señal inequívoca del repudio ciudadano, el Gobierno, en 2023, perdió otra elección crucial, la de consejeros, y no pudo festejar como triunfo el acto electoral del 17/D: aunque le significó seguir con vida, pero ello a costa de jugarse por una Constitución que odia y aborrece. Este 2024 se le presenta igual o peor, pues a su vana y siempre hipócrita persistencia de llegar a acuerdos imposibles, tendrá que añadir dos desafíos que ya le provocan escalofríos: los comicios para alcaldes y gobernadores regionales.

Tuvo el presidente, más que una osadía, la frivolidad de interpretar a su manera el desenlace del plebiscito de salida: “es un llamado que nos hizo la gente para que nos pusiéramos de acuerdo” … Para que quede claro: un 42% de quienes negaron la posibilidad de una nueva Constitución aseguró estar en contra del Gobierno”, de modo tal que el escenario del 2022 y afianzado el 2023 continúa siendo de una gigantesca polarización entre la ciudadanía y La Moneda: sus veredas se hallan muy distantes.

El vicepresidente de Demócratas, Matías Walker, un ex DC y recalcitrante centrista, aseguró, en grandes titulares, que “luego de todas las falsedades que dijo sobre el proyecto constitucional, no existe posibilidad alguna en el futuro del más mínimo acuerdo con el comunismo”. La propia vocera, la comunista Camila Vallejo, reforzó el convencimiento de que “los acuerdos” son pura pirotecnia, al manifestar que “nosotros escuchamos y recibimos todas las sugerencias y propuestas provenientes desde cualquier sector y las evaluamos”. A buen entendedor, pocas palabras: la decisión final, si es que la hay, será siempre la de La Moneda.

Existen -porque siempre los ha habido- tontos útiles dispuestos a que la oposición le preste ropa al presidente, porque “yéndole bien a éste, le va bien al país” …El 2021, el entonces presidente del Senado, Jaime Quintana (PPD) notificó al hombrecillo habitante de La Moneda, que Chile empezaba a tener un Parlamentarismo de facto y que sería la mayoría izquierdista del Congreso la que lo iba a administrar en adelante.

Así pasó, y el país no perdió ni ganó, de forma tal que la perenne inacción de este Gobierno por sus compromisos con el crimen organizado puede sustituirse por una mayor acción e iniciativa del Parlamento. La delincuencia se combate con balas, no con anuncios de proyectos de ley. Eso es lo que anhela y quiere la población, y lo grita desesperada y valientemente.

El flamante arzobispo de Santiago, Fernando Chomali, expresó que nunca había visto tan fuerte clima de polarización en las élites políticas. Pero esta hipertensión no es exclusividad de colectivos siempre al acecho de aprovechamientos electorales, sino es consecuencia del repudio de la población hacia un Gobierno que, con muy malas artes, la engaña, la ha sumido en el abandono, la ha endeudado y le ha agudizado su hambre, que sólo da empleo a sus afines y que se niega rotundamente a extinguir, frontalmente y de modo definitivo y rápido, al crimen organizado, agudizando cada día el sentimiento de abandono y de inseguridad de la gente.

¿Puede alguien, entonces, creer en las palabras del presidente en cuanto a que “la ciudadanía quiere acuerdos con nosotros”? El boricismo redondeó dos años de embustes y entrará a un tercero, utilizando la misma arma dilatoria que le permita sostenerse hasta marzo de 2026. Entremedio, seguirá intentando introducir cuñas totalitarias en la convivencia social, como su reforma previsional, con la que busca impedir que se cumpla el anhelo popular de que todos los ahorros de los trabajadores vayan a sus cuentas personales.

Este 2024 tendrá un componente extra por la mal intencionada anticipación de la campaña presidencial del 2025, la que hoy se percibe muy distante y sin sentido. Motores de esta instrumentalización son encuestadoras del propio Gobierno para generar quiebres al interior de la oposición.

De aquí al 2025 pasará mucha agua bajo el puente, como para sacar desde ya la atención de la gente en sus propios dramas cotidianos, partiendo por el de la falta de seguridad. Para los comicios presidenciales del 2021, y a un año de dicha elección, la encuesta del CEP a nivel nacional reveló que los políticos mejor evaluados y, por tanto, con mayores perspectivas para una candidatura a La Moneda, eran -en este orden- Joaquín Lavín, Jorge Sharp, Michelle Bachelet, Manuel José Ossandón, Marcela Cubillos y Evelyn Matthei. ¡Ninguno de ellos fue, siquiera, el candidato final de su sector!

Tradicionalmente astuta en el arte de engatusar a la ciudadanía, la izquierda ha estrenado este nuevo año la estrategia de anteponer una atemporal campaña presidencial por sobre la tragedia nacional del día a día. Su fin es originar colisiones y rupturas en un bloque opositor que, al menos hasta la fecha, ha respondido a la gente, acogiendo sus sentires y lamentos por lo que han debido soportar en estos dos años.

El eventual, aunque lógico y explicable, desquite ciudadano mediante las elecciones de alcaldes y gobernadores regionales, está por verse. Desde diciembre, ya no está garantizado que así será.

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