14 diciembre, 2023
Por Roberto Ampuero
Como anhelo un Chile que deje atrás esta interminable y extenuante discusión constitucional y reciba las herramientas para enfrentar unido y con sentido de urgencia la crisis que nos erosiona, divide y carcome, votaré A Favor.
Este oneroso, eterno y al parecer innecesario proceso plebiscitario -pues resulta que a la izquierda oficialista ahora le place “la Constitución de Pinochet”- conducirá este domingo a que un sector pierda y el otro no gane, y asimismo a una derrota y pérdida de tiempo para Chile. Debemos recordar que este proceso comenzó con el aniquilador estallido de octubre de 2019, una violencia extrema que hubo que aplacar ofreciendo a cambio la redacción de una nueva Constitución, cosa que la izquierda demanda desde hace tiempo. Si el domingo gana el A Favor, concluiremos que el país deseaba que la centroderecha redactara la nueva Constitución, y si gana el En Contra concluiremos que la izquierda vivía conforme bajo la Constitución que definió hasta hace poco su enemigo capital.
Así pasaremos a la historia como el país latinoamericano que hizo un papelón. Que lo tuvo todo para superar el subdesarrollo, esa suerte de ley maldita que reina en la región, un país que en el umbral del desarrollo se farreó la oportunidad de alcanzarlo y pasó, por voluntad propia, de liderar el continente en numerosas áreas a la medianía del ranking, cuando no a la cola. En romance: el país que cambió la vaca por la chiva. Porque no nos hagamos ilusiones: cuando uno viaja al extranjero, de inmediato se ve obligado a tratar de explicar a expertos qué ocurre acá. Lo cierto es que nada bueno surge de una nación en guerra civil silente, acosada por numerosos males, sin conducción, dividida y con una clase política que, según encuestas, más del 80% de la ciudadanía desaprueba.
Consciente de esto y alarmado por el panorama nacional y la impericia del gobierno, votaré este domingo A Favor de la propuesta constitucional. Como ya no hay espacio ni tiempo y se agotó el debate sobre el articulado, reduciré a tres sencillas razones el fundamento de mi decisión:
Votaré A Favor, primero, porque es la única forma de poner fin a esta infinita disputa sobre la cuestión constitucional. La propuesta le pone fin porque -a diferencia de la Constitución actual- requiere un quórum más amplio (tres quintos) para ser modificada. Esto otorga estabilidad al país, a diferencia de la actual, cuyo quórum para modificarla rebajó el Congreso hace poco. Una Constitución no es una camisa que se cambia fácilmente, porque de inmediato causa inestabilidad e incertidumbre y despierta el apetito de los populistas, como hemos visto, tensión que nos tiene extenuados. Además, no podemos seguir dividiéndonos y postergando lo urgente: enfrentar unidos lo que nos angustia y viola nuestro derecho constitucional de vivir en paz. Vivimos un pandemónium de inseguridad, delincuencia, narco, secuestros, terrorismo, inmigración ilegal, crisis económica, corrupción, violencia y la desaprobación de una clase política en gran medida ajena al dolor nacional. Como dijo el ex Presidente Eduardo Frei, “Chile ya no aguanta vivir un minuto más” bajo estas circunstancias.
¿Quién duerme, va al trabajo, o sale a pasear hoy tranquilo en Chile? ¿Quién se sienta en una plaza o a una mesa al aire libre a tomar un café o leer el diario relajado? ¿Quién sale hoy a trotar, andar en bicicleta o a pasear a los niños sin miedo a ser asaltado? ¿Quién maneja hoy sin temor su coche o lo guarda en la noche sin correr el peligro de un portonazo? ¿Quién cree que Chile va por buen camino, que está mejor que en 2017 o 2019, o que el 2024 será mejor, cuando el país crece por debajo del continente? ¿Quién puede conciliar el sueño tras las noticias diarias de robos, asaltos, balaceras, secuestros, acribillados y cuerpos desmembrados? Navegamos en la nave de los locos, enfrascados en disputas y sin ver que llegamos al borde del precipicio. De seguir así, lograremos la Constitución “perfecta”, la que nos deleite a todos, pero será el día en que ya no tengamos Patria donde aplicarla.
En segundo término, votaré A Favor porque tras leer la propuesta constitucional (que pudo haber sido mejor, desde luego) me convencí de que ella pasa el examen entre las constituciones de las democracias ricas y avanzadas, y porque del lado de los del En Contra no llegan argumentos sólidos ni citas completas del texto que prueben los riesgos que dicen ver en el texto. Por el contrario, los argumentos de la izquierda parecen vaguadas costeras sin asidero en los artículos de la propuesta y se disipan en suposiciones y, en ciertos casos, se entreveran con afirmaciones que, a mi juicio, no se condicen con el texto.
En este marco resulta esencial que los ciudadanos comparen tanto los argumentos esgrimidos como también el circense estilo en que sesionó la Convención fallida (esa del ultraje a símbolos patrios, de funas, lienzos, disfrazados, cantantes, guitarreos, uno que votó de la ducha y otro que llegó a la instancia simulando una enfermedad terminal). Conviene comparar ese patético espectáculo (no de todos los convencionales, hay que subrayarlo) con la solemnidad, el civismo y el respeto al país que se respiró en el consejo redactor de la propuesta de este domingo.
Y, en tercer término: votaré A Favor por una razón que emana de mi percepción e intuición: No le creo nada a varios de los partidos que respaldan el En Contra, influyen en esa campaña y son hegemónicos en el gobierno. ¿Por qué no les creo? Fundamentalmente por tres motivos:
Uno: Porque por decenios y hasta hace poco afirmaban que la actual era “la Constitución de Pinochet”, aunque contiene decenas de reformas en democracia y lleva desde el 2005 la firma del ex Presidente Ricardo Lagos (a quien esos sectores descalifican hasta la saciedad). Recordemos que el Presidente Boric afirmó el año pasado que “cualquier resultado será mejor que una Constitución escrita por cuatro generales”. Hoy, sin embargo, sin sonrojarse, ellos sostienen lo contrario. De pronto, en mutación exprés, son fans de la Constitución ayer vilipendiada, y llaman a mantenerla. ¿Por qué? ¿Es una conversión determinada por una reflexión profunda? A mi juicio, simplemente para evitar que un triunfo del A Favor cierre esta etapa de incertidumbre nacional e inaugure la fase de unidad y estabilidad constitucional que precisamos para enfrentar la crisis agravada por un gobierno de 30% que -sin que la oposición se haya echado a las calles- no logra unirse ni manejar Chile.
Dos: Porque los partidos de izquierda radical, identificados con el En Contra, impulsaron los aspectos radicales de la propuesta constitucional anterior, que era bolivariana, plurinacional, estatista, eliminaba el Senado y se proponía refundar las policías y las Fuerzas Armadas, y crear justicias paralelas, entre otras desmesuras. Además, esos partidos no condenan los desmadres en la patética convención que fue rechazada por 62% del país.
Y tres: Porque esas fuerzas radicales se sumaron con entusiasmo al estallido de octubre de 2019 y tampoco han condenado la destrucción material, cultural y espiritual de que fue víctima el país, y de la cual aún no nos recuperamos del todo. Esos sectores justificaron los ataques a las policías y Fuerzas Armadas porque intentaron debilitar al Estado chileno y derrocar al gobierno anterior, una coyuntura caótica que la delincuencia, los vándalos, el narco y el terrorismo aprovecharon -como en otros países de la región con instituciones menos sólidas- para afincarse en Chile.
Esas fuerzas respaldaron la destrucción del país el 2019 aspirando a borrar “la Constitución de los cuatro generales”, y luego apoyaron un proyecto constitucional desmembrador de Chile, rechazado por la ciudadanía. Hoy esas fuerzas nos cuentan que lo que ayer definían como “la Constitución de Pinochet” es hoy “la de Lagos”; y nos revelan que, después de todo lo que ha pasado en Chile desde octubre del 2019, se sienten tan cómodos con esa Constitución que, en caso de triunfar su opción, no la modificarían. No les creo ni jota. Sí le creo (por primera vez) al alcalde comunista Daniel Jadue, que reitera que el país debe atravesar un tercer plebiscito constitucional.
El 2019 estuvieron dispuestos a quemar o justificar la destrucción del país para imponer una Constitución revolucionaria, ¿y ahora dicen que la que tenemos “no es mala”? ¿Cómo creerle a políticos tan frívolos con respecto al drama que atraviesa el país? No les creo, sencillamente. “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, decía Luis Corvalán, secretario general del Partido Comunista chileno, para referirse a quienes sufrían cambios políticos exprés.
Como anhelo un Chile que deje atrás esta interminable y extenuante discusión constitucional y reciba las herramientas para enfrentar unido y con sentido de urgencia la crisis que nos erosiona, divide y carcome, votaré A Favor. Sí. ¡A Favor de Chile!
Fuente: https://ellibero.cl/columnas-de-opinion/unos-perderan-y-los-otros-no-ganaran/
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