Raul Pizarro
VOXPRESS.CL.-


“Las únicas batallas que se ganan retrocediendo son contra las mujeres” proclamó Napoleón Bonaparte, y tal reflexión viene como anillo al dedo a la angustia del progresismo estatista, porque su hipócrita y falsaria batalla por mantener la Constitución que escupieron y odian experimentó un tremendo retroceso, y ello según sus propias encuestas.

Según las ‘mediciones’ manipuladas desde La Moneda, los indecisos bajaron de 51% a 16% y el En Contra se desplomó de un 81% inicial a un 46%.

En su miseria ideológica, el extremismo podría estar, al menos, algo agradecido de la Constitución vigente, porque ha sido su permisividad y algunos vacíos en su texto los que le han facilitado saquear al país y tenerlo transformado en un festín para delincuentes y criminales, en su mayoría provenientes de un “paraíso marxista”.

El palpable pavor a una tercera derrota consecutiva propinada por la ciudadanía, indujo al Presidente a reemplazar, aunque a la fuerza, su tono refundacional y de guerrillero urbano por uno casi socialdemócrata. Involucrado de lleno en la campaña electoral -lo que constitucionalmente le está impedido-, reconoció, de pasada, que “algo de culpa” tuvo en la actual crisis total del país en su época de opositor, estimulando el ingreso de ilegales y negándose a sus expulsiones.

El crimen organizado y las mafias estuvieron insertas en el texto de la Convención, al reconocer sólo el delito como tal pero no consignar su persecución. Sería el hampa el vehículo que acabaría con la paz social, la propiedad privada y la economía, blancos claves para todo sistema marxista.

En su camuflada condición de socialdemócrata y republicano, Gabriel Boric intentó tranquilizar a la población con un tragicómico discurso en que anunció que con la ley de presupuesto 2024, Chile será el país de las maravillas: no más inflación ni desempleo, la salud pública será una joyita y la educación, un ejemplo de calidad, además que abundarán los hospitales y las cárceles. Prometió que el Fisco les cancelará los ¡9.751.740.800 de dólares! a los deudores del CAE.

La Moneda tembló al constatar que la batalla que estaba artificialmente ganando a través de sus sondeos, iba raudamente en retroceso: desde septiembre a noviembre, En Contra descendió de un 81% a un 46%. El Presidente optó, entonces, por el camino del más barato de los populismos: satisfacer a la ciudadanía, permitiendo la salida de inmigrantes ilegales con antiquísimas órdenes de expulsión decretadas por la Justicia, pero todo ello en el marco de un espectáculo grotesco.

La ministra del Interior había asegurado que era “imposible” la deportación de un día para otro y su subsecretario fue tajante al advertir que “Maduro no quiere vuelos de aviones de la FACh”. En cuestión de horas partieron 39 deportados en un transporte de dicha institución, pero ninguno de ellos venezolano. Sólo horas antes de ello, Carolina Tohá lo enredó todo, al asegurar que “no toda la inmigración ilegal es mala de por sí; ocurre que en ella se cuelan los delincuentes”…

Tanta faramalla presidencial no fue más que un manotazo desesperado ante un destino que sólo está en manos del sentir de los únicos que importan en una elección: los ciudadanos. Silenciosamente, éstos mejoraron los torcidos datos gubernamentales sobre el A FAVOR, desde un supuesto 8% de adhesión a un 40%, y ello en cuestión de tres semanas.

Resultaba fuera de toda lógica que una fuerza ciudadana que optó por una nueva Constitución y por un Consejo probadamente demócrata con el 55% de los votos se hubiera reducido a 8%, 10% o 21% que, con suerte, le daban las encuestas promovidas por el Ejecutivo. La delincuencia, el crimen organizado, la inmigración ilegal y más y más graves revelaciones de las defraudaciones fiscales por las Fundaciones brujas, se encargaron de ayudar en “hacer la pega” en favor de la oposición y de un vasto sentir popular.

El colmo de todo fue una inaudita intervención en asuntos internos del país del Secretario General de la ONU, Antonio Guterrez -reciente compañero de Boric en visita a la Antártica-, quien manifestó que “con una nueva Constitución, Chile no podrá cumplir el programa globalista de nuestra organización previsto hasta el 2030”…

Plutarco, el filósofo e historiador griego/romano, escribió que “los dioses ciegan a quienes quieren perder”, y en palabras de Eurípides, el más célebre poeta trágico de la Grecia mitológica, “aquél a quien los dioses desean destruir, primero lo vuelven loco”. ¿Boric, acaso?

Desde el comienzo del proceso constitucional 2023 -inventado y promovido por el Presidente-, la izquierda tomó conciencia de que el 17 de diciembre no sólo se jugará, en rigor, una nueva Carta Magna, sino un tercero y, quizás, definitivo repudio de la ciudadanía a su Gobierno. Si bien, ambos escenarios corren por rieles paralelos, el marxismo local está consciente de que el proyecto sometido a la voluntad popular le implica un gran obstáculo para que vuelva a instalarse en el poder y hacer un atropellador uso de él.

Por encima de un Frente Amplio vapuleado y minimizado, desacreditado y enjuiciado por su protagónico rol en los robos de fondos públicos, quien le marca las pautas al Presidente es el PC, el cual hasta lo fastidia al recriminarle sus salidas de libreto.

Un analista español, Guillermo del Valle, refiriéndose a la crisis política en su país, escribió que “el comunismo es hoy una minoría que, tras haber abandonado casi en su totalidad la lucha por una mayor igualdad entre las clases sociales, se dedica exclusivamente a apropiarse y mantenerse en el poder”. Y para ello, todo le vale.

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