7 diciembre, 2023 

 

 

 

 

 

por Raúl Bertelsen


Lo más decisivo para no seguir defendiendo la Constitución de 1980 es el procedimiento que existe a la fecha para reformarla en cualquiera de sus artículos, e incluso para cambiarla en su totalidad.


Dos sectores, muy distantes entre sí, destacan entre quienes han manifestado su propósito de votar En Contra de la propuesta de nueva Constitución en el plebiscito que se celebrará el 17 de diciembre. Esa opción -el rechazo- significa que la Constitución actual seguirá vigente.

Uno esos sectores, a la derecha, o mejor muy a la derecha, defiende sinceramente la mantención de la Constitución de 1980. El problema es que esa Constitución, en cuya redacción participé, no es a la fecha el texto que ellos creen defender. Diversas reformas la han modificado -para mal- en materias relevantes, por lo que hoy no es ya un buen instrumento de gobierno, y cierta jurisprudencia judicial le ha dado una aplicación que altera el significado y alcance de algunas de sus disposiciones más importantes.

Pero, lo más decisivo para no seguir defendiendo la Constitución de 1980 es el procedimiento que existe a la fecha para reformarla en cualquiera de sus artículos, e incluso para cambiarla en su totalidad.

Hasta hace poco, el quórum general para reformar la Constitución era de tres quintos de diputados y senadores en ejercicio, y un quórum más alto, de dos tercios, se exigía para los capítulos más importantes de la Constitución entre los cuales estaban el de los derechos fundamentales, el del Tribunal Constitucional y el de las Fuerzas Armadas y de Orden.

Todas esas exigencias de un quórum alto, dos tercios o tres quintos, han desaparecido, sustituidas por una exigencia menor como es la de cuatro séptimos de diputados o senadores en ejercicio. Este quórum es el que será aplicable para reformar la Constitución actual si llega a triunfar la opción En Contra. En la práctica significa que la Constitución ha pasado a ser una Constitución flexible, muy fácil de cambiar y que una mayoría débil podrá alterar a su gusto e incluso reemplazarla en su totalidad.

El otro sector que está por rechazar el proyecto de Constitución sometido a la aprobación de la ciudadanía es la izquierda. Es el mismo sector que durante años ha criticado y descalificado a la Constitución de 1980 y que hoy defiende su mantención.

No extrañará a quienes lean esta columna que tenga dudas razonables en la sinceridad de estos tardíos defensores de la Constitución de 1980. Y tengo esas dudas porque conozco desde hace años la posición de políticos y constitucionalistas de izquierda que, sea en los libros, artículos o columnas que han publicado, en innumerables declaraciones o entrevistas que han dado, y algunos en su participación en la fallida Convención Constitucional, la rechazaban sin atenuantes. No olvido la arrogancia intelectual y la soberbia moral de alguno de ellos en un foro en que me tocó participar, en que daba por muerta sin posibilidad de sobrevivir a la Constitución que era calificada de tramposa.

Hoy, sin embargo, el juicio de estos personeros ha cambiado respecto a la Constitución de 1980. Ya no es la Constitución de Pinochet o de cuatro generales, sino la de Pinochet y Lagos, o la de 2005, y se promete no reformarla, al menos hoy o durante un tiempo no muy largo, por cierto. Entiendo su postura. Es una Constitución que todavía les permite gobernar y que es ahora muy fácil de reformar, por lo que, de lograr una mayoría de sólo cuatro séptimos de diputados o senadores en ambas cámaras, podrían en cualquier momento cambiarla. Para hacerlo basta tener paciencia y esperar un momento propicio.

Esos, aunque antagónicos, son los dos sectores que están por votar En Contra el 17 de diciembre. En eso coinciden, pero no creo que si triunfaran celebrarán juntos su victoria.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/defensores-del-en-contra/

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