Freddy R. Blanc Sperberg
Consejero Nacional Partido Republicano


En Perú el Congreso, cumpliendo normas vigentes desde hace 180 años, ha destituido al Presidente de la República elegido democráticamente.

Aunque muchos salten de alegría y vean en Perú una luz de esperanza para la democracia y un tsunami para el totalitarismo, la verdad puede resultar bastante decepcionante y dejar más inquietudes que ilusiones.

Ocurre que quien asumió la presidencia:
a) Era hasta hace poco ferviente integrante del equipo del ex Presidente Castillo;
b) También está cuestionada judicialmente por casos muy similares; y
c) Antes de la votación negoció dejar el cargo una vez asumido y dar paso a nuevas elecciones, lo que no ha hecho hasta ahora.

Paralelamente, el Congreso sigue siendo mayoritariamente de izquierda, lo que la deja en un muy mal pie político y judicial como para sostenerse en el tiempo.

Sabemos que la izquierda aprendió hace tiempo que nunca es bueno poner a los autores intelectuales a la cabeza de los procesos, sobre todo aquellos en que la ciudadanía podría reaccionar devolviendo la mano en lo violento. Han optado por protegerse ellos colocando al más débil a parar los penales.

En ese escenario, cualquier asonada, evaluación, responsabilidad o consecuencia será asumida por ese ingenuo servil a sus propósitos y caerá mientras ellos continúan con el objetivo de sus torcidas ambiciones.

En Perú ni Pedro Castillo ni Dina Boluarte son los “intelectuales”, ambos son “desechables”.

¿Cómo andaremos por casa? También tenemos nuestro propio Rasputín, y trabaja desde las sombras.

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