Fabiola Torres


La semana pasada, a nombre de Salvar el 1, expuse en la Comisión de Mujeres y Equidad de Género, en la discusión “para despenalizar el aborto consentido por la mujer dentro de las primeras catorce semanas de gestación”, bonito eufemismo para describir aborto libre de seres humanos que, esas alturas, tienen un corazón que late, huellas dactilares, y los óvulos que le permitirán ser madre en el futuro a esa niña por nacer.  En nueve minutos mostré con una gráfica sencilla cómo se practica y los riesgos de un aborto químico y quirúrgico, dentro de las primeras 14 semanas.

Mucho ya se ha hablado del intento de la diputada Orsini de censurar el uso de las palabras “niño o guagua”, pero la actitud del resto de las diputadas de izquierda merece un par de líneas también:

Maya Fernández (PS) dijo no saber qué tenía que ver mi presentación con el proyecto de ley y, junto con el coro abortista que conforma la comisión, preguntó si estamos de acuerdo con penalizar a la mujer, con que vayan a la cárcel por abortar (a pesar de que en la misma sesión se informó del último oficio de gendarmería indicando CERO mujeres presas por haber abortado).

Carol Cariola (PC), hizo hincapié en que es matrona, sin contradecir nada de mi exposición, dijo “comparto, plenamente lo complejo, lo terrible que puede llegar a ser la generación de un aborto...  …lo digo desde el punto de vista de una mujer que toma una decisión de ese tipo, no es fácil… …para ninguna mujer es una decisión que se tome dando vuelta la esquina…   …y yo no sé si se estará pensando que esas mujeres son malas personas, que son mujeres que están poco menos que imbuidas por un demonio y que a propósito de eso, finalmente están llevando a cabo acciones tan brutales y terribles”.

¿Por qué un aborto sería una “acción brutal y terrible”?  ¿Qué es lo que tanto les molestó a las diputadas abortistas respecto de mi presentación?  Ciertamente, no fue la supuesta imprecisión del lenguaje, si no que el verse enfrentadas con lo que promueven, que el país vea y quede registro de lo que ellas apoyan.  Ninguna mujer se cuestionaría la moralidad de ir a sacarse la vesícula, nadie pensaría que es particularmente complejo pasar por el quirófano para remover un quiste, más allá de las contemplaciones médicas o económicas.  Pero la mujer que aborta mata a su hijo y eso es lo que se pretende legalizar, eufemismos más o menos.

Podemos discutirlo desde todos los ángulos, hasta que se nos acabe la saliva y la tinta, pero lo que pasa en un aborto tiene todo que ver con la legislación que se discute:  ¡¡TODO!!

Para el abortista jamás habrá lugar adecuado o debate “a la altura”, como exigió Gael Yeomans (FA), que incluya detallar el desarrollo pre natal, ni mucho menos mostrar qué le hace el aborto al hijo que está en el vientre.  El haber osado mostrar esta realidad ameritó que, hasta el final de la sesión, Maya Fernández (PS) haya tratado de encontrar la forma de censurar a futuro el contenido de las exposiciones en la comisión:  por reglamento los invitados tenemos libertad respecto del contenido de la intervención de cada uno.  ¿No sería mejor, señora diputada, hacerse cargo de lo que tan vehementemente apoya?

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