Por Mario René Villegas Lara
Colaborador Internacional - Fundación Voz Nacional
Como en el resto del mundo el coronavirus llego a Guatemala y es la población guatemalteca la que sufre las consecuencias, dejó en evidencia un sistema de salud en decadencia por la falta de insumos y baja capacidad para tratar pacientes.
El 13 de marzo del presente año se dio a conocer el primer caso confirmado por coronavirus, el paciente era un hombre de nacionalidad guatemalteca que regresaba de un viaje proveniente de Italia, a pesar de que muchos escudaron al Presidente de Guatemala señalando que el virus había tomado desprevenido al gobierno, puesto que la toma de posesión se había dado pocos meses antes de la llegada del coronavirus al país y sí, es la manera más práctica de justificar la rapidez con la que se dispararon los contagios por coronavirus llegando a más de 40 mil actualmente.
Sin embargo, la decisión más lógica debió haber sido el cierre del aeropuerto para evitar el contagio masivo de la población, pero ya no se puede esperar más de un gobierno que ha dado mayor importancia a la economía por sobre la salud, no solo por la preocupación que mostraba en sus conferencias de prensa por la congelación de toda actividad económica, sino también por la falta de planes de acción para proteger a los profesionales médicos, que son quienes más sufren hasta el día de hoy por la falta de equipo apropiado para tratar a los pacientes y por la saturación en hospitales, mismos que actualmente parecen no ser suficientes y que fueron sacados de la manga, como una solución simple y rápida para responder a una pandemia que no puede ser resuelta con soluciones rápidas y que cada vez deja más en evidencia todos los problemas que ya eran evidentes en el país.
La pobreza, la falta de medicamentos en los hospitales, los bajos niveles educativos y la corrupción son temas que ya habían tomado “normalidad” entre la población de Guatemala, población cada vez parece conformarse más con la situación del país y que siente más urgencia por salir a las calles y volver a la “normalidad”, que por cuidar de su salud, sin embargo, todos los temas antes mencionados han tomado nuevas dimensiones y la pandemia dio una oportunidad ideal al sector de gobierno para llenarse los bolsillos y aprovecharse de una población cada vez más frágil.
Algunos piensan que, por el hecho de ser médico el Presidente Giammattei, lograría comprender mejor la situación que actualmente vive el personal de la salud en momentos de crisis, sin embargo, tal parece ser que el presidente no comprende la presión bajo la que está el personal médico. Al tiempo que, todas las donaciones hechas por estados aliados y ONGs parecen desaparecer, además, de que todos los préstamos hechos por el presidente nunca parecen ser suficientes para cubrir las necesidades sanitarias y laborales de una población que se debate entre la agonía y la desesperación.
Bajo un punto de vista muy crítico, hay que resaltar que el dinero no parece faltar cuando el presidente y todo su gabinete cobran su sueldo mensual por “trabajar” y que convenientemente, el presupuesto no es suficiente para cubrir el salario y gasto de médicos y personal de la salud siendo ellos la primera línea de defensa, corriendo un riesgo mayor de contagio al no contar insumos de protección, ni equipo adecuado para tratar a pacientes con el virus.
A todo esto, hay que sumar las innumerables denuncias por ocultar información en cuanto a casos y muertes por coronavirus, muertes que muchas veces son disfrazadas con otra enfermedad para aliviar y minimizar la preocupación de la población.
Lo más preocupante de todo no es solamente la cantidad de casos activo y muertes por coronavirus, sino la baja cantidad de pruebas para detectar COVID-19 que realiza el gobierno guatemalteco, no solo porque en innumerables ocasiones ha existido un patrón en el que la mitad de las pruebas son positivas, sino por todos los procesos burocráticos que impuso el gobierno a otras instituciones de la salud para poder obtener y hacer pruebas, razón por la cual, todos los informes por casos de COVID-19 se han ido acumulando y atrasando, llegando al punto en el que el gobierno daba las cifras atrasadas y las pruebas que en ese momento eran actuales las informaba hasta el día siguiente y para ese período las cifras eran otras.
El gobierno de Alejandro Giammattei se ha caracterizado por la dureza de las medidas tomadas ante la pandemia sin embargo, estas medidas también han sido inconsistentes y contradictorias, no solo por el bajo nivel de aceptación de su gobierno, sino también por la falta solidez de las medidas impuestas, cuando en su momento los casos eran pocos, el presidente mantenía a toda la población con medidas que llegaban al punto de ser extremas, mientras que, durante el aumento de los casos que, han llegado a ser más de mil por día, ha ido tomando medidas menos severas permitiendo que el país reabra.
El presidente no solo ha demostrado niveles muy altos de inestabilidad emocional, sino que también ha manifestado elevados niveles de prepotencia y soberbia haciendo que la aceptación hacia sus medidas sea cada vez más inestable.
Es necesario resaltar que no solo lo referente a la salud parece tambalearse cada vez más, sino el cierre de institutos de enseñanza públicos y los niveles educativos parecen ser más frágiles cada vez para una sociedad tan desigual como la guatemalteca, la idea de las “clases virtuales” parece algo simple para instituciones educativas privadas que cuentan con alumnos con la capacidad económica y tecnológica para tomarlas, pero para las instituciones públicas esta parece ser una tarea imposible, puesto que estas ya contaban con demasiados problemas previos a la pandemia, ahora ha quedado demostrado que el gobierno no solo le falla al sistema de salud, sino también al educativo y para una población con índices tan altos de analfabetismo, la educación es vital para sobrevivir.
Sumado a lo anterior, el gobierno del presidente Giammattei está entre la incoherencia y la irresponsabilidad de la población, las políticas que ha impuesto a los guatemaltecos, son pocas veces efectivas y eso ha quedado demostrado en la cantidad de casos que se van sumando cada día y que según predicciones de varios expertos irá empeorando con el paso de los días.
Por último, cabe resaltar que cada una de las medidas tuvieron efectos tanto positivos como negativos, aunque los efectos negativos se han marcado cada vez más, no solo en el ámbito económico, sino que también en el social, y es que hay que entender que, a partir de ahora, la manera de socializar no será la misma nunca y el coronavirus pasara a ser una realidad cotidiana.
A modo de conclusión, lo que nos queda es una sociedad dividida con altos niveles de desigualdad tanto económica como social, además, las últimas medidas del presidente Giammattei deja en claro que está desesperado por reactivar la economía y encontrar un punto de balance en una gestión desastrosa y con manejos muy dudosos sobre la inversión de los préstamos que fueron otorgados al Estado.
El presidente también necesita comenzar a pensar en políticas publicas reales que permitan activar y gestionar empleos, puesto que sus medidas, en principio extremas, han causado el cierre de cientos de empresas y con ello la pérdida de empleos, quedando en duda la función de su programa de “Bono Familia”, si este es realmente útil o si solo funcionará como una calma pasajera antes de la verdadera tormenta económica, que no solo terminara de hundir las oportunidades de crecimiento económico, sino que además, hay que añadir los fenómenos como la migración, el narcotráfico y el crimen organizado que agravaran la situación de Guatemala y que el espectro de la corrupción que, ya es bien conocida en Guatemala, terminará de drenar a un estado moribundo y con habitantes que ya se encuentran entre el conformismo y la desesperación, esto solo significara un desastre potencial en el que no hay un orden establecido, solo queda el miedo e incertidumbre para una población que desde hace mucho tiempo está dividida y que ahora, queda perdida rebuscando un liderazgo real, tratando de encontrar soluciones y respuesta que su gobierno no tiene.
Solo queda preguntar ¿Qué puede esperar Guatemala de esta nueva realidad?
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