27 de mayo, 2020 

 

 

 

 

Francisco Orrego
Abogado


Aunque evidentemente se trata de casos aislados, debe advertirse que cualquier tipo de fijación de precios, sea por ley o por concertación, es grave para nuestra economía y para la transparencia de los mercados, y, por ende, condenable.


 

Los chilenos somos fijados. Nos estamos fijando en todo y en todos de manera permanente y recurrente. También abunda cierta obsesión o manía por algunas cosas o personas hasta el punto de generar una fijación en ellas. Ejemplos hay múltiples. Basta ver la obsesión que tienen algunos políticos por deslegitimar la democracia chilena y su institucionalidad; o la manía por desestabilizar la economía de mercado; o la fijación que tienen con la estatización de algunas empresas estratégicas y su deseo de declararlas de “interés nacional”; y así podría seguir. Pero no es a esta fijación, de tipo psicoanalítico, a la que me quiero referir en esta columna. Ya estoy demasiado “fijado” en eso. Me quiero referir a otras fijaciones igualmente graves y preocupantes.

Para sorpresa o incredulidad de muchos, hace algunos días un alcalde de la Región Metropolitana sugería, muy suelto de cuerpo, implantar un sistema de fijación de precios para alimentos básicos. Casi en simultáneo una octogenaria periodista aconsejaba -impúdicamente- instaurar el uso de libretas de alimentación como gran novedad. No fue necesario corregirlos ni sancionarlos socialmente. Las redes sociales, siempre implacables, se encargaron de ello. Probablemente ambos se tomaron un semestre sabático en la Universidad Popular de Recoleta para aprender nociones básicas de macroeconomía. Es la única explicación.

Debo confesar que las expresiones del alcalde me preocuparon más porque es una persona preparada y que ha hecho una gran gestión en su comuna. Al parecer, no es necesario ir a matinales para convertirse en populista. Tampoco hace falta un doctorado para saber que la fijación de precios genera escasez de productos y el mercado negro solo aumenta los precios. Es decir, todo lo contrario a lo que se necesita ahora. Ello genera distorsiones en la economía y afecta el buen funcionamiento de los mercados. Como castigo, le pido al alcalde que repita cien veces: “Controlar precios no es la solución”.

Pero también hemos sido testigos de otra modalidad de fijación de precios igualmente grave: las colusiones que hemos visto en el sector privado. Esta práctica concertada entre dos o más competidores para fijar precios de ciertos productos, que tienen como efecto limitar la competencia, aumentar sus ganancias conjuntas y perjudicar a los consumidores, son ilícitas e inmorales. El caso recientemente denunciado sobre colusión entre empresas de helicópteros para el combate y extinción de incendios forestales, conocido como el “Cartel del Fuego”, viene a sumarse a otros casos, bien emblemáticos, que han generado preocupación en los gremios empresariales y una evidente molestia en la población. No solo la sanción social que generan estos casos ha sido inclemente con sus autores, sino que la institucionalidad existente ha dado muestras suficientes de su robustez y eficacia. Como castigo, también le pediría a esos malos ejecutivos que repitan cien veces: “Coludirse no es la solución”.

Aunque evidentemente se trata de casos aislados, debe advertirse que cualquier tipo de fijación de precios, sea por ley o por concertación, es grave para nuestra economía y para la transparencia de los mercados, y, por ende, condenable. Es la nefasta “fijación chilensis”. Sobre mi fijación con ciertos políticos estatistas o totalitarios, me abstengo de aplicarme una sanción, siguiendo un principio básico del derecho cual es evitar ser juez y parte; de lo contrario, incurriría en colusión.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/francisco-orrego-la-fijacion-chilensis/

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