11 de mayo, 2020 

 

 

 

 

 

Pilar Molina
Periodista


Todos los análisis que se hacen hoy están interferidos por la oscuridad de otro dato esencial: ¿volverán a salir los violentistas a destruir el espacio público y el estado de derecho con complicidad de una parte de la izquierda?


Qué duro está resultando para la autoridad tomar decisiones de política pública en estas circunstancias. Es como estar piloteando de noche y sin instrumentos. Al contrario de las certezas que exhiben algunos, la verdad es que nada está claro en el horizonte y las decisiones de hoy, sin embargo, tendrán consecuencias sobre el mañana y algunas pueden ser insuficientes, erróneas o fatales.

¿Seguimos con el calendario para plebiscitar si queremos tener una nueva Constitución? No hay ninguna razón económica que justifique no hacerlo, sentencia la oposición y parte del oficialismo.  Pero, ¿quién se hará cargo del despilfarro de plata que significa seguir adelante con un proceso que tomará más de dos años, que eventualmente carecerá de legitimidad si la gente resiste a ir a votar por consideraciones anexas a la pandemia? Desde el miedo al contagio a la indiferencia frente a problemas más graves como el hambre, podrán convertir la votación en un fracaso político.

Y, ¿quién se responsabilizará de darle el puntapié inicial en agosto (60 días antes de la votación), metiéndole una inyección adicional de incertidumbre al confuso panorama económico si nos encontramos entonces escalando en los dos millones de desempleados y personas con sus contratos laborales suspendidos? Porque, aparte del millón de funcionarios públicos que tienen inamovilidad, es una incógnita cómo este virus maldito infectará la seguridad de los 4,5 millones de trabajadores formales y qué decir de los informales.

Si ni siquiera sabemos cuándo superaremos el Covid-19, pandemia que ya ha matado muchas más personas en Chile (312 ayer) que de las que se encarga la influenza en un año (60), o las víctimas del H1N1 en su primer año de circulación en Chile (153). También ignoramos si vendrán nuevos brotes, como los que ya están experimentando países que creyeron haber derrotado el virus, como Corea o Japón, que nos alargarán el horizonte de cuarentenas y sus secuelas de restricciones para trabajar y crear rentas.

No sabemos nada, pero parlamentarios de oposición y algunos economistas y ex autoridades del Banco Central sugieren que el fisco duplique el gasto en socorro de las personas y empresas en peligro hasta un 10% del PIB. Después del estallido social también dijeron que era el momento de elevar la deuda y el gasto fiscal. Ignoraban, entonces, que el daño viral sería peor. Y ahora, ¿conocen lo que nos espera para no creerle al Ministro de Hacienda que “estamos al límite del esfuerzo fiscal”? La pregunta es si están dispuestos a hipotecar sus cabezas si el gobierno les hace caso y la crisis se prolonga y se acaban los ahorros y el acceso al crédito para poder apoyar la creación de empleos y poner de pie la economía. ¿Dirán que se equivocaron si no hay recursos para ollas comunes o estará la izquierda ultrista descargando su responsabilidad promoviendo su aspirina de siempre con más impuestos a los más ricos y tributos patrimoniales?

Todos los análisis que se hacen hoy están interferidos por la oscuridad de otro dato esencial: ¿volverán a salir los violentistas a destruir el espacio público y el estado de derecho con complicidad de una parte de la izquierda? Violencia + proceso constituyente que definirá marco jurídico + Covid sólo puede tener un resultado: cifras rojas y empobrecimiento.

Estamos tan abocados a disminuir la brecha de la desigualdad y, sin embargo, con nuestros niños sin clases, ésta sólo puede aumentar. ¿Qué hacer para que los niños y jóvenes puedan realmente aprender cuando se ve difuso el retorno presencial a clases y, mientras algunos colegios no hacen nada, en otros los profesores colapsan impartiendo los contenidos por internet, en sesiones que además estresan a los padres de los menores?

Vamos a tientas y sólo se me ocurre una palabra, “prudencia” y cautelar la capacidad de reacción frente a los cambios de escenarios. Antes sabíamos a donde íbamos y cómo. Ahora parecemos estar tratando de sobrevivir en un mapa desdibujado. Que es fácil equivocarse quedó más que claro con el intento de Hacienda de corregir la reciente ley de Protección del Empleo, que redundó en que probablemente no proteja el empleo, sino que obligue a los despidos. La intención del ministro Briones pudo ser buena, pero él mismo se lamentó del mal resultado. Los responsables nuevamente se resguardarán en la oscuridad.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/pilar-molina-la-gallinita-ciega/

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