07 de mayo, 2020 

 

 

 

 

Andrés Montero
Ingeniero Comercial UCH, Master en Relaciones Internacionales, The Fletcher School of Law and Diplomacy. Colaborador estable de ABC de Madrid


No vayamos a pensar que tras el fin del coronavirus, llegará la luz. Ojalá así sea, pero hay grupos extremos antisistema, coludidos con parlamentarios, que no quieren que a Chile retorne la paz.

Aunque la pandemia está todavía en plena evolución, es posible anticipar algunas conclusiones y realizar algunas reflexiones sobre las consecuencias directas e indirectas de este terrible virus. En efecto, el mundo es azotado por algo inesperado y muy dañino. Todos hemos sido afectados en nuestra vida familiar y laboral y ha sido un recordatorio de que somos débiles y estamos expuestos a enfermedades letales.

Nuestro querido Chile, dentro de todo, está mejor preparado que los países de nuestra región para enfrentar este mal. Tenemos profesionales de la salud de nivel medio hacia arriba y muy entregados a lo que hacen. Nuestra infraestructura hospitalaria podría ser mejor, pero ha respondido más que razonablemente. Sí, hay otros aspectos que es bueno mencionar, unos buenos y otros no tanto. Los trabajadores del sector público tienen bastante “asegurados” sus trabajos, si los comparamos con los del sector privado. O sea, corren menos riesgos y no están tan dispuestos a hacer sacrificios en su renta, pues perder el empleo en ese sector es impensable, salvo un desfalco de marca mayor.

El campo y la agricultura vuelven a asomarse como nobles y eficientes en medio de la crisis.

La oposición al gobierno hace todo lo posible por sacar una ventajilla política, mostrando pequeñez y visión de corto plazo. Ha quedado en el ambiente, por ejemplo, que tener una segunda vivienda es negativo. Se impide que alguien pueda vivir en dos lugares, aunque sea en realidad así. Los pueblos del litoral central lloran por las caídas en sus ventas en feriados largos. ¿Qué impedía que alguien se fuera a “refugiar” a su segunda vivienda y teletrabajará desde allá? La ultraizquierda ni en medio de la pandemia pudo tener algo de prudencia y evitar contactarse con el grupo de Puebla, para manifestar su ya conocida cercanía con sistemas totalitarios e ineficaces. ME-O, como en Chile no tiene seguidores, explora nuevos caminos junto a la mafia peronista, que tanto daño ha hecho a su pueblo.

La sequía dejó de aparecer en los diarios, en circunstancias que sus efectos serán feroces. Los terroristas de la Araucanía tampoco han bajado la guardia y en plena crisis sanitaria siguen poniendo bombas, baleando y robando. Ojalá el Presidente Piñera entienda, de una vez, que con ellos la mano blanda no funciona y que el INDH lo va a criticar de todas maneras. Mientras más demore en reaccionar, más difícil será resolver el problema. La mayoría de los mapuches son gente pacífica que quiere integrarse a la sociedad chilena.

El Estado ha respondido con planes de auxilio. Es importante que los deudores que están en buena situación no se “suban por el chorro” e intenten sacar ventajas éticamente cuestionables. La CPC, liderada por Juan Sutil, junto a las 6 ramas gremiales socias, han dado un ejemplo de patriotismo y generosidad al reunir una cifra cercana a los US$100 millones para salir en apoyo de urgencias sanitarias y sociales. Importante sería que la TV y los comentaristas “expertos” así como atacan los casos de colusión, destaquen con fuerza cuando los empresarios demuestran nobleza. La necesidad de cerrar las oficinas ha demostrado que en la mayoría de las empresas, y también en el sector público, las plantillas podrían ser ajustadas y seríamos más productivos.

Otra nota negra de estos días de pandemia ha sido el siniestro plan de la izquierda-ignorante de destruir el sistema de pensiones chileno. No proponen nada serio a cambio. En el fondo, el objetivo real es robarse la plata que han ahorrado cientos de miles de trabajadores chilenos en muchos años. Se quiere replicar el sistema argentino, en que los Kirchner se “afanaron” los ahorros de sus compatriotas. Acá los promotores de estas “brillantes ideas” intentan presentarlas como favorables para los pobres y los necesitados. Navarro y sus secuaces, seguidores de Maduro y de Correa, proponen eliminar un sistema que ha sido exitoso, desde todo punto de vista. Podrá mejorarse, adecuarse, pero de ahí a eliminarlo hay una gran distancia.

Otro aspecto sobre el que hay que reflexionar muy seriamente es acerca de los negativos efectos que ha tenido en esta dura crisis la inmigración ilegal orquestada bajo el gobierno de Bachelet. En Chile hoy hay mas de 1,3 millones de inmigrantes, de los cuales un 70% llegaron de manera ilegal, como turistas y principalmente procedentes de Haití, Venezuela y Colombia. La pregunta que necesariamente hay que hacerse es: ¿Cuántos chilenos se habrían salvado en esta crisis si no hubiesen ingresado tantos ilegales a Chile? Bachelet, hoy en Ginebra, abrió una puerta peligrosa y lo malo es que lo hizo de manera fraudulenta. Ella buscaba votos para ir caminando hacia la secretaría general de la ONU, que es su objetivo final. Era evidente que Chile no estaba preparado para absorber una cantidad tan alta de ciudadanos sin preparación y muy pobres. Ellos “coparon” rápidamente la infraestructura hospitalaria, de establecimientos educacionales y saturaron la red de transporte público y la mayoría de los servicios del Estado. No es un tema de estar en contra de la inmigración, sino más bien que éste debe ser un proceso ordenado, planificado y legal. El gobierno de Piñera ha ordenado este tema, pero no cabe duda que todos estamos pagando los efectos en nuestra seguridad interna, con el aumento del narcotráfico, con distintas nuevas maneras de asaltar a las personas etc. No hay duda que el estallido delictual de octubre pasado estuvo influenciado de manera importante por extranjeros enviados a desestabilizar el régimen.

La gran incógnita que se nos viene es: ¿Qué tan dañada quedará nuestra economía y cuánto demoraremos en “salir a flote”? ¿Cuánto le costarán al fisco la seguidilla de elecciones municipales, regionales, parlamentarias y presidenciales? A esto debemos sumar el costo del plebiscito y toda la parafernalia de una eventual nueva asamblea constituyente. Toda esta realidad, se desarrolla con un poder legislativo, muy influenciado por parlamentarios elegidos con el 2% y de muy poca preparación. Incluso en la centroderecha algunos representantes han descubierto que la eventual postergación del plebiscito es algo “orquestado” por el segundo piso. En consecuencia, tenemos una inédita teoría que nos indicaría que Sebastián Piñera es el culpable del coronavirus, para postergar el plebiscito.

Hay no pocos parlamentarios en Chile que se han especializado en opinar de lo que no entienden y lo mas grave que ellos creen que entienden. Como además muchos de ellos tienen asesores ignorantes, estamos en el peor de los mundos. Las leyes las hacen personas sin el conocimiento adecuado ni necesario para obtener buenas leyes. No vayamos a pensar que tras el fin del coronavirus, llegará la luz. Ojalá así sea, pero hay grupos extremos antisistema, coludidos con parlamentarios, que no quieren que a Chile retorne la paz. Ellos van por un cambio total y no les conviene que Chile crezca, pues sería reconocer que ellos están equivocados. Ojalá que los proyectos de reducción de jornada laboral se congelen y que volvamos a lo básico: trabajar más y no menos, estudiar más y no menos, hablar menos y producir más. La mayoría de los chilenos quiere paz y no más estallidos delictuales, ni saqueos, ni iglesias quemadas. Dios guarde a Chile.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/andres-montero-lecciones-del-coronavirus/

.