24 de marzo, 2020

 

 

 

 

Francisco Orrego
Abogado


 Debo confesar que en los últimos meses me he pasado varias películas, algunas de terror por cierto. También me he pasado más tiempo de la cuenta pegado a una pantalla.


Algunos lectores recordarán esta película de ciencia ficción y pensarán que me convertí súbitamente en crítico de cine. Aunque me encanta ver películas y escribir, no he logrado combinar ambas cosas con éxito. Sí debo confesar que en los últimos meses me he pasado varias películas, algunas de terror por cierto. También me he pasado más tiempo de la cuenta pegado a una pantalla. Como me decía mi madre de chico, “te están saliendo antenas en la cabeza”. Pensándolo bien, pienso que son otros los que tienen antenas, pero como de extraterrestres o extraplanetarios. Otros, mientas tanto, necesitan antenas, digo yo, como para sintonizar con la realidad. ¡Al que le quepan las antenas, que se las ponga!

Quiero compartir con ustedes mis dos películas favoritas. Una tiene final feliz y la otra es de terror. Los invito a comer cabritas (o palomitas de maíz) mientras se acomodan en sus butacas. A mis amigos, les sugiero cabritas dulces para pasar los ratos amargos del último tiempo. A los otros, saladas para que sepan lo que significa ser desabrido. Y a los del 3%, con vinagre porque han estado más ácidos que nunca. A los alcaldes -que para constancia de todos, yo no los invité, llegaron solos, como de costumbre- ni les ofrezco porque siempre se han querido robar la película.

Volvamos a las películas, ya que a eso vinieron. Ambas son de ciencia ficción y en ellas me imagino cómo se vería nuestro país al día siguiente de mañana. Comencemos por la de terror, mientras aún siguen despiertos y en cuarentena. Sucede que después de 3 años de haber sufrido la tragedia de una pandemia como la del Covid-19, un cuadro inusitado de grave violencia y desorden público, una profunda recesión económica y un proceso constitucional que solo trajo inestabilidad, el país terminó en el suelo y no logró repuntar. ¡Cuéntate una nueva!, me dirán algunos. Lo cierto es que la famosa “casa de todos” no aguantó el chaparrón, se cayó a pedazos y terminó siendo la “casa de algunos”. Si los lectores pensaron que eso era de terror, les tengo una mala noticia: aún no llego al final. Quizás ya lo adivinan. Tal cual: los únicos que sobreviven a esta tragedia son los del 3% y los alcaldes, quienes quedan felices con una economía a medio morir saltando y asfixiada, con un Estado robustecido a no más poder y con una Constitución hecha a la pinta de ellos. De terror, ¿no?

Para no echarles a perder el día, les cuento ahora la película con el final feliz. Cuando el país vivía momentos de gran angustia y temor a raíz de los altos niveles de violencia, desorden e intolerancia, afectando gravemente la seguridad y la convivencia nacional, nos cayó encima -como agua bendita- una pandemia de coronavirus. Junto con un manejo adecuado y eficiente de la crisis por parte de las autoridades del país, la tragedia sanitaria nos permitió aislarnos y reflexionar sobre el aporte que hicieron nuestros padres al progreso de Chile, generación tras generación, y sobre el legado que queremos dejarles a nuestros hijos y las generaciones venideras. Se salió de la crisis política, económica y social de manera unida, se recuperó la convivencia entre compatriotas, se recuperó el respeto y el amor a la patria, entre otros aspectos propios de un final feliz. Pero, ¡aguarde! No se pare aún de su butaca. Todavía no termina. Viene lo mejor pues. Esta película finaliza con una nueva Constitución, que no es otra que la Constitución del 2005 reformada por el Congreso conforme a sus normas, con el famoso plebiscito constitucional cancelado y los millonarios recursos redestinados a planes sociales, y con un Congreso renovado con personas con la camiseta puesta por Chile. Estimados lectores, ¡ahora los autorizo para soltar su par de lagrimones!

No tengo mayores expectativas de llevar ninguna de mis dos películas al cine ni menos postular a un Oscar. Aunque quizás no sea mala idea negociar con Netflix como lo hizo Fernando Aranburu con su célebre novela “Patria”. El perdón y el reencuentro existen. Pero para ello no hay que tirar todo por la borda, y desconocer todos los avances y progresos del rodaje de un filme. A ningún director de cine se le ocurriría tirar toda la cinta a la basura solo porque algunos críticos de cine le hicieron un examen negativo a su obra.

¿Qué cuál película me gusta más? Aunque las dos sean parte de mis desvelos del último tiempo, me inclino por la del final feliz.

Nota del autor: Cualquier parecido de mis películas con la realidad es mera coincidencia.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/francisco-orrego-el-dia-despues-de-manana/

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