Marzo 19, 2019
Fernando Villegas
“Desigualdad” es hoy en día una palabra obscena. Se la hace equivalente a todo lo que existe de opresivo, abusivo y repelente en este mundo. Se la hace sinónimo de la pobreza y se la considera lo mismo que la injusticia.
Más aun, se la concibe como “causa” de otros males como si, lejos de ser una relación entre cosas o atributos, fuera en sí misma entidad capaz de ejercer efectos. Y sin embargo “desigual” es sólo la expresión de una medida relativa, una relación entre entidades comparadas de acuerdo a un atributo común. Y en esa comparación la desigualdad es inevitable pues por lo general toda entidad es más grande o más pequeña que otra, más saludable o menos, más vigorosa o débil sin que eso entrañe por sí mismo una capacidad causal. Ser más grande puede estar correlacionado con algún otro atributo, pero no es su “causa”.
Cuando la desigualdad se aplica como vara de medida y se nos dice, por ejemplo, que tal o cual estrato es muchísimo más rico que otro, suele cometerse el pecado lógico de asumirse que, “por lo tanto”, ese estrato menos rico no sólo tiene menos que otro, sino además no tiene nada o muy poco porque ha sido objeto de una opresión que le ha quitado eso que tenía, se le ha “desposeído”. Entonces y al verlo de ese modo dicha desigualdad aparece como intrínsecamente injusta, situación nacida del abuso y la violencia. Por eso se asume automáticamente una equivalencia entre pobreza y desigualdad y entre esta última y la injusticia.
Desde luego ser pobre no es equivalente a ser el que tiene “menos” como tampoco tener más equivale a la riqueza. La pobreza es una vara de medida absoluta y la desigualdad es en cambio una vara relativa. Se encuentran, ambas varas, en dimensiones lógicas diferentes. Se es pobre si no se tiene una cierta cantidad absoluta de recursos; se es pobre si no se tiene suficiente para alimentarse debidamente, un techo, ropa, educación, tal o cual paquete de bienes según la época histórica, acceso a la salud, etc. Si se carece de dichas cosas se es más o menos pobre según el grado de esa carencia, pero NO SE ES pobre porque otro dispone de muchos más medios, si su residencia es más lujosa, si su ropa es más cara, si tiene no uno sino una flota de vehículos, si puede salir de vacaciones no a una modesta posada sino a un hotel cinco estrellas.
Cuando se nos insiste que la pobreza no es absoluta sino relativa y que, por tanto, una diferencia excesiva es una injusticia y convierte a los que tienen menos que otros en “pobres”, lo que se nos está pidiendo es que, del plano económico y material que mide el más o menos de recursos disponibles por la población, pasemos al plano “moral” o psicológico, que es donde en efecto opera la molestia, envidia y rencor por lo que otro tiene que nosotros no tenemos; se nos está pidiendo que evaluemos el progreso de una sociedad por el grado de negativa satisfacción que obtengan “los de abajo” si se les quita algo o todo a los “de arriba”, o, como recomendó hacer el candidato de la Nueva Mayoría en la pasada elección, si se “le mete la mano al bolsillo a los ricos”.
En otros casos cuando se lleva a cabo dicha equivalencia falaz entre desigualdad y pobreza y hasta miseria se está asumiendo que la sociedad dispone de un paquete fijo de recursos, razón por lo cual se aplicaría entonces el principio “suma-cero” en virtud del cual necesariamente lo que yo tengo de más supone lo que tu tienes de menos. Es un principio que opera con un grado de validez en el caso de la economía de casi todas las sociedades previas a la revolución industrial, todas ellas basadas en un 95% o más en la agricultura, la cual, por su parte, no crecía debido a la inercia tecnológica y a la ínfima porción de excedentes que producía, pero ese no es el caso en la actualidad. Las economías modernas crecen y al hacerlo TODOS los segmentos se benefician y por tanto no se aplica el manoseado y falso aserto de que a medida que pasa el tiempo “los pobres son más pobres y los ricos más ricos”. Todas las cifras de ingresos per cápita de todas las naciones del orbe así lo demuestran. El hecho es que cuando la economía crece los ricos se hacen más ricos, pero los pobres se hacen menos, no más pobres. Si crece la desigualdad relativa entre el que tiene más y el que tiene menos no por eso el que tenía menos ha sido desprovisto de lo que antes tenía. Es sencillamente una cuestión de distintas velocidades de crecimiento o enriquecimiento.
Tampoco la desigualdad equivale a la injusticia. El universo mismo está constituido sobre la base de la diferencia y la desigualdad. Desde las estrellas hiper gigantes y las galaxias hasta los átomos, todo es distinto, mayor o menor, grande o pequeño, hecho de infinitas maneras en medio de una infinita diversidad de cantidad y calidad en la composición de la materia y es esa interacción entre incontables “desigualdades” que consiste la dinámica del cosmos. Un universo absolutamente “igualitario” es equivalente a la igualación concurrente con el enfriamiento absoluto, a la muerte. En el caso de las sociedades, la desigualdad en el tener y en cualquier otra variable que se use para medir la diferente suerte de clases, grupos y personas es fenómeno tan natural como el del cosmos; por eso precisamente se observa su aparición y existencia en TODO sistema social que jamás haya existido en este planeta, incluyendo sociedades primitivas que sólo en la mitología doctrinaria aparecen como partícipes del “comunismo”. La única igualdad posible es la que existe en casos de extrema pobreza de la sociedad entera. Una sociedad arruinada por una peste, una guerra o un desastre natural llega a la “igualdad” porque no queda nada que pueda distribuirse desigualmente.
Más aun, la desigualdad aparece con más fuerza cuando una sociedad abandona el estado de cuasi naturaleza de su etapa meramente agraria. Es un hecho empírico constatado en todos los casos que han sido examinados. Igualmente ha sido observado que, como regla, pasado cierto nivel de crecimiento la desigualdad disminuye, aunque para luego volver a aumentar si una revolución tecnológica importante abre nuevas avenidas en las que algunos tendrán mayores capacidades y oportunidades para enriquecerse que las del individuo promedio. En todos los casos, sin embargo, es la sociedad en su conjunto la que se enriquece y beneficia. ¿Es más pobre y está “desposeído” el lector que consume varios libros al año porque Jeff Bezos, el creador de Amazon, sea cada vez más rico? ¿¿Ha empobrecido a las masas el que los mayores accionistas de Apple sea aun más ricos mientras lo proveen a usted de cada vez mejores Iphones?
Fuente: http://www.elvillegas.cl/2019/03/19/de-la-desigualdad/
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