Cristián Valenzuela
Abogado.
Hace algunos meses, escribí sobre las excentricidades del diputado Alarcón y proyectaba – más como anhelo que adivinación -, que su creatividad (y la novedad del Frente Amplio) podría contribuir a acercar la política a los ciudadanos, mejorar el rechazo al Congreso y abrir espacios para personas que tradicionalmente nunca habían estado representadas.
Me equivoqué, y rotundamente. Hoy veo con mucha más preocupación a la bancada del Frente Amplio y surge la legítima duda si debiera existir un examen de admisión o aptitud, test psicológico o algún tipo de filtro para prevenir que personajes como estos lleguen a ocupar un escaño en el Congreso.
Partamos por lo más obvio: los admiradores de terroristas. Enterrado por el imparable flujo de las noticias, el affaire de Gabriel Boric, Maite Orsini y Ricardo Palma Salamanca en París, pasó a la historia del Congreso y ni siquiera hubo sanción disciplinaria para castigar ese inaceptable comportamiento. ¿Cómo va a ser más razonable juntarse con el asesino confeso y condenado de un Senador de la República, que asistir a un almuerzo oficial para recibir a un Presidente elegido democráticamente? Insólito, pero eso piensa la Diputada Orsini y lo justifica impunemente.
Por otra parte, los ultrasensibles, que buscan generar escándalo por cualquier hecho y transforman un tema minúsculo en un problema de seguridad nacional. El caso más reciente, nuevamente la Diputada Orsini que usa una leguleyada para calificar al Presidente de machista y arma un escándalo por un requisito de formalidad que consta en el protocolo de Cancillería sobre almuerzos oficiales. Advertida de su error, no sólo no lo enmienda, sino que se viste de traje para volver a justificar su ataque insensato y una supuesta libertad de elección que nunca fue amenazada.
Un tercer tipo, son los egomaníacos. El caso más emblemático el del diputado Garín que acostumbrado a llamar la atención por sus excentricidades, acaba de afirmar en una entrevista que si su generación llegaba al poder, él sería indispensable y que mas que compañeros de bancada, ve a los diputados Boric y Jackson como sus archirrivales, como si se tratara de una película de Marvel y no de un poder del Estado. Ello, en el contexto de una verdadera confesión más propia de un cuentero de alguien que está encargado de representarme en el Congreso.
Si a estas categorías le sumamos los exabruptos de Marisela Santibañez y Raúl Alarcon; la interminable lista de enfrentamientos con personas e instituciones que ostenta la Diputada Pamela Jiles (Revista Qué Pasa, Encuesta Cadem, Marcela Cubillos, Patricia Maldonado, Ignacio Urrutia, sus compañeros del Frente Amplio, Pablo Neruda, el Centro de Estudios Públicos, los regalos de Navidad, Alberto Plaza, la Universidad Católica, Beatriz Sánchez, Ministro Blumel y Jani Dueñas, entre otros), y la falta de coherencia y consistencia de su trabajo legislativo, la verdad es que pocos diputados del Frente Amplio se salvan de cuestionamientos a su escaso aporte a la política en estos 12 meses.
¿Por qué y para qué entraron al Congreso? El Frente Amplio entró al Congreso gracias a la reforma al binominal y a los 35 cupos adicionales que permitió el nuevo sistema electoral, al bajar el umbral mínimo necesario para ser elegido diputado. Se promovían como una nueva fuerza política que buscaba devolver el quehacer político a la gente y a sectores invisibilizados e ignorados; y terminaron por visibilizar los peores defectos de la política y por aumentar la carga fiscal innecesariamente.
Pero lo que más preocupa no son las inconsistencias, salidas de madre o categorías aquí reseñadas, sino el daño que están haciendo y que pueden hacer a la institucionalidad de nuestro país. ¿Están capacitados los parlamentarios del Frente Amplio para legislar? Es una pregunta válida, considerando el triste récord de los últimos 12 meses y las calificaciones de su propio colega de bancada quien afirma que más que a prepararse para legislar, se dedican a carretear y llegan pasados a copete al Congreso.
Quizás es hora de evaluar los resultados del cambio de sistema electoral y discutir sobre la conveniencia de reducir el número de parlamentarios. También, es la oportunidad precisa para debatir sobre la conveniencia de un filtro previo o de una prueba de aptitudes para determinar si una persona está capacitada para asumir el desafío de ser parlamentario. Con un examen así, nos podríamos haber ahorrado bastantes episodios vergonzosos de este año y haber tenido un Congreso más efectivo y en sintonía con la ciudadanía, ajeno a las desviaciones de este frente que, lejos de ampliar la política, se ha quedado estrecho en el cumplimiento de sus promesas.
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