19 de marzo, 2019
José Antonio Kast
Abogado, ex diputado, fundador de Acción Republicana
Los chilenos más pobres no tienen guardias, drones ni alarmas. Las personas viven encerradas, muertas de miedo, y hay sectores políticos que quieren perpetuar esa profunda desigualdad. No tiene nada de aberrante usar todas las herramientas que tenemos para combatir la delincuencia.
Durante estos días, el debate se ha centrado en la discusión sobre ampliar o no el control de identidad preventivo, y otras medidas para enfrentar la delincuencia. Muchos políticos, expertos y editoriales han citado distintos tipos de evidencia para justificar una u otra posición. Algunos dicen que es poco efectivo, calculando la baja tasa de detención respecto del número total de controles realizados. Otros se enfocan en la arbitrariedad de las instituciones y en los espacios de discriminación que se podrían generar.
Sin embargo, la lucha contra la delincuencia no es un problema de evidencia ni de eficacia, sino un desafío sobre la libertad. Hoy los chilenos no son libres sino que están presos por el miedo, la incertidumbre y el agobio permanente de ser asaltados, violentados o vulnerados por la delincuencia.
Seguramente, muchos de esos expertos nunca han sido víctimas de la delincuencia. Probablemente, varios de ellos viven seguros en sus fortalezas de cemento; con protección permanente de unidades policiales y seguridad vecinal; resguardados por el ojo atento de un dron de última generación; o bajo el manto protector de un globo de vigilancia o una aplicación de celular. Quizás muchos de ellos tienen alarmas, cámaras, luces de alta gama y sensores que previenen y alertan sobre cualquier movimiento extraño o fuera de lo habitual. Muchos de ellos, por último, quizás viven en comunas donde hay reconocimiento facial o de las patentes de los vehículos, a través de pórticos destinados 100% a su seguridad.
La delincuencia y narcotráfico son urgencias sociales y afectan especialmente a los más pobres. ¿Cuántos más tienen que morir y sufrir hasta que la enfrentemos con fuerza?
Pero esa realidad no es la que viven millones de chilenos que desde hace años han ido progresivamente renunciando a su libertad. Son los chilenos que a las 7 de la noche deben esconderse en sus casas porque las calles, parques y plazas son capturados por la delincuencia. Viven en sectores donde las esquinas son tomadas por el narcotráfico y donde siempre existe el riesgo de ser víctima del impacto de una bala loca.
En esas realidades, la única respuesta es la reja de metal. Millones de chilenos están tras las rejas y no porque han cometido un delito, sino porque no tienen otra alternativa para escapar de su triste realidad que encerrarse en sus casas. La delincuencia y narcotráfico son urgencias sociales y afectan especialmente a los más pobres. ¿Cuántos más tienen que morir y sufrir hasta que la enfrentemos con fuerza?
Los expertos y políticos que se oponen a medidas contra la delincuencia hablan desde sus fortalezas inexpugnables, no conocen la realidad. Los chilenos más pobres no tienen guardias, drones ni alarmas. Las personas viven encerradas, muertas de miedo, y hay sectores políticos que quieren perpetuar esa profunda desigualdad. No tiene nada de aberrante usar todas las herramientas que tenemos para combatir la delincuencia. Son millones de chilenos los que no viven en barrios seguros y que viven aislados del mundo, en completa inseguridad.
Hoy es tiempo de defender a las víctimas, no a los delincuentes ni narcotraficantes que le hacen daño a la sociedad y que usan a niños y adolescentes para cometer sus delitos. Para los que justifican su oposición en lo inadecuado que es aumentar las restricciones a la libertad, los invito a poner en una balanza quienes hoy son los que no pueden gozar de esa libertad. Nuestra obligación es sacar las rejas que encierran a los millones de chilenos honestos, y empezar a usarlas para encerrar a delincuentes y narcotraficantes que hoy viven en completa impunidad.
Fuente: https://ellibero.cl/opinion/jose-antonio-kast-chile-tras-las-rejas/
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