por José Antonio Kast 14 agosto, 2018

 

 

Nada ni nadie puede justificar la violación de los derechos humanos. Nunca. Bajo
ninguna circunstancia. Lo repito fuerte y claro, para que nadie manipule las
palabras ni haga sus propias interpretaciones.

Pero ¿por qué debemos aceptar que la izquierda censure nuestras opiniones? ¿Por
qué en este país no está permitido criticar a Salvador Allende o las obras que
la Concertación ha construido para ensalzar su figura? Chile no comenzó el 11 de
marzo de 1990 y la supuesta verdad histórica que han ido construyendo los
Gobiernos de Izquierda, no es más que un intento para lavar su propia imagen y
los errores y horrores que cometieron antes del 11 de septiembre de 1973.

Lo que ha pasado en estos días es un reflejo de la debilidad del Gobierno frente
a una oposición que usa cualquier excusa para obstaculizar la gestión
gubernamental. Si bien han existido errores menores, propios de cualquier
Gobierno, los detractores se han encargado de armar escándalo público a través
de sus redes de influencia (Twitter, TVN y medios digitales), para generarle una
presión irresistible al Gobierno y forzar sus decisiones.

¿Cómo va a ser más grave la frase del bingo que aprobar una reforma educacional
que le hace un tremendo daño a la educación chilena? ¿Cómo un crecimiento de un
5% habilita a la ex Presidenta para decir que la economía es debilucha, siendo
que en su Gobierno apenas superó el 1%? Aún así, el Gobierno está contra las
cuerdas. Temeroso de los números de encuestas poco fiables, reacciona al ritmo
de las imposiciones de la calle y hace los cambios para agradar a la oposición.

 

 Lo que ha pasado en estos días es un reflejo de la debilidad del Gobierno
frente a una oposición que usa cualquier excusa para obstaculizar la gestión
gubernamental. Si bien han existido errores menores, propios de cualquier
Gobierno, los detractores se han encargado de armar escándalo público a través
de sus redes de influencia (Twitter, TVN y medios digitales), para generarle una
presión irresistible al Gobierno y forzar sus decisiones.


Pero en la última polémica, el error ha sido doble. No solo la falta de carácter
del Gobierno ha permitido que el escándalo creciera, sino que el –ahora– ex
ministro se retractó de sus opiniones y abdicó la defensa de lo que creía
honestamente correcto. ¿Creía el Gobierno que la izquierda iba a dejar que Rojas
siguiera como ministro? ¿Que lo que buscaba era solo una disculpa y una
respuesta más satisfactoria? Esta forma es no entender cómo funciona la política
hoy en día y cómo en el contexto del linchamiento público jamás se va a llegar a
acuerdo.

Las reflexiones del ex ministro sobre el Museo de la Memoria interpretan a la
inmensa mayoría de los chilenos. Por eso, más que seguir sometiéndose a la
presión de la izquierda, hay que reformar el Museo y extender el período de
estudio para que abarque no solo los hechos que ocurren a partir del 11 de
septiembre de 1973, sino las múltiples causas que comenzaron desde antes. Un
Museo de verdad, debe dar cuenta de la grave crisis que afectó al país en los
años previos; la violencia desatada contra la propiedad privada, los grupos
políticos que se marginaron de la constitucionalidad y las leyes; el Congreso
del Partido Socialista en Chillán, etc., todos hitos que son parte de la
historia y sin cuya debida investigación y antecedentes, demuestran que solo hay
una visión sesgada sobre lo que verdaderamente ocurrió en Chile.

Eso lo sabe la mayoría de los chilenos y no la elite político cultural que
domina los medios de prensa y los espacios de influencia. Con la frase “El
pueblo unido, jamás será vencido” celebró el alcalde Sharp, el mismo que salió
elegido en Valparaíso con una minoría, dado que la inmensa mayoría de las
personas no participa ni se siente motivada por la política y por este tipo de
discusiones. No es el pueblo el que sacó a Rojas, sino fue la debilidad del
propio ministro y de un Gobierno que esta sucumbiendo ante la menor presión de
sus opositores.

Hoy más que nunca, el Gobierno debe retomar el liderazgo y las posturas claras
sobre los temas que verdaderamente le importan al país, los mismos que lo
llevaron a ganar en diciembre. El mandato de un 55% de los chilenos fue
categórico y la derrota de la izquierda es contundente. Por eso, es hora de
dejar de gobernar con agendas externas y empezar a revalidar las ideas que
recibieron el apoyo mayoritario de la ciudadanía.

El único negacionismo que existe hoy en Chile, no es el que niega las
violaciones de los derechos humanos, sino aquel que ejerce la derecha al negar
sistemáticamente sus principios y convicciones, seducidos por la utopía de que
la izquierda se va a allanar a un acuerdo. Mientras esos complejos no se
superen, difícilmente podremos contribuir a que Chile progrese y deje atrás la
mediocridad a la que nos quieren llevar los obstruccionistas de siempre.

  El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva
  responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni
  postura de El Mostrador.

Fuente: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/columnas/2018/08/14/la-renuncia-de-rojas-un-reflejo-de-la-debilidad-del-gobierno/

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