21 septiembre, 2020 

 

 

 

 

 

Alejandro Alarcón
Economista


Más allá de la rebelde y peligrosa pandemia, que sin duda impacta la trayectoria de recuperación de la actividad que está asociada a las cuarentenas, creo que es la inestabilidad política la que puede afectar seriamente los planes de inversión.


La mayor preocupación de los chilenos en estos momentos dista de las preocupaciones de los partidos políticos, y en particular de los partidos de izquierda y de la oposición, concentrada absolutamente en la votación del proceso constitucional. También comienzan a delinearse las candidaturas presidenciales, donde los motivos de la oposición para apoyar un determinado liderazgo surgen básicamente del único tema que los une: derrotar a la derecha y recuperar el poder perdido el año 2018. No conocemos un programa de ese sector que apunte al desarrollo de la economía y, peor aún, no conocemos una estructura de las ideas centrales de los cambios constitucionales que desean imprimir.

Naturalmente ello ha conducido a impactar en las expectativas del sector privado, que observan un panorama de incertidumbre mayor porque se enteran por la prensa de pedazos de los contenidos de una nueva institucionalidad. Entre ellos, por ejemplo, el derecho a la propiedad privada, o la independencia del Banco Central, entre otros temas disparados por voceros conocidos, pero que no sabemos a cuántos ciudadanos representan.

Mientras tanto, la tasa de desempleo efectiva se empina a la vecindad del 30%, con cerca de 3 millones de personas que no tienen pega, muchos de ellos viviendo gracias a los subsidios de desempleo y otros simplemente sin ingresos para subsistir y además sacar adelante a sus familias.

La trayectoria de recuperación de la economía que existe para los resultados del tercer y sobre todo cuarto trimestre no alcanzarán para impactar efectivamente en el número de empleos perdidos, con trabajos de calidad, si el ingrediente clave de la reactivación, la inversión, no aparece.

Tanto el 10% como los subsidios de cesantía, que han contribuido en forma decisiva a mitigar la caída del PIB para este año desde un 8% a un 5%, no se sostendrán durante 2021 si no aparece la inversión y, en definitiva, el crecimiento. Además, mi abuelita me decía que las cazuelas sin carne no eran las mismas, puras papas y sopa, no alcanzaban. El crecimiento del próximo año puede ser engañoso por la baja base de comparación, tanto del PIB como de la inversión; ambas variables presentarán importantes caídas durante 2020. La carne, de la cazuela de mi abuelita, es el empleo de calidad.

Más allá de la rebelde y peligrosa pandemia, que sin duda impacta la trayectoria de recuperación de la actividad que está asociada a las cuarentenas -que seguirán apareciendo en la medida que los rebrotes continúen, amenazando la salud de la población-, creo que es la inestabilidad política la que puede afectar seriamente los planes de inversión. Nadie, en su sano juicio, podría realizar gastos en inversión si no hay garantías y si percibe que el gobierno será incapaz de preservar el estado de derecho. Si el sector privado no invierte, no habrá creación de empleos de calidad, seguirán produciéndose altos niveles de desempleo, y no habrá reactivación.

Por eso, más allá del resultado constitucional, la estructura de las coaliciones políticas que competirán por asientos en las elecciones municipales, de parlamentarios, para Presidente de la República y tal vez de gobernadores, durante 2021, la ciudadanía  demanda programas claros y líderes creíbles que permitan dejar atrás la crisis política, económica y social que vive nuestro país, y que les permita a aquellos, tener nuevamente esperanzas de progreso, de mayor bienestar y  de recuperar la paz perdida hace muchos meses en Chile.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/alejandro-alarcon-panorama-electoral-de-chile-y-efecto-en-la-economia/

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