Osvaldo Rivera Riffo

 

Una de las cosas interesantes a la que nos llama la cristiandad en esta época del año cuando se celebra el sacrificio de Cristo es a la meditación fundamentalmente de la enseñanza que dejó para el mundo creyente o no creyente las palabras recogidas en el nuevo testamento de la Biblia.

Todos sabemos que dicha obra escrita 50 o 100 años D.C., originalmente en griego, es la segunda parte del libro de todos los tiempos y que recoge los hechos relativos a la vida y misterio de Cristo y a lo que le sucedió al mundo cristiano en los primeros años de su formación como movimiento religioso.

Fueron sin duda perseguidos al plantearse como opción monoteísta y, de acuerdo al derecho romano, por subvertir el orden público y profesar doctrinas no permitidas.

Han pasado más de dos mil años y la problemática de ayer sigue vigente hoy, en general, en el mundo cristiano, musulmán, y el de otras creencias. Intolerancia, injusticia, desprecio por la dignidad humana, aberraciones jurídicas, persecución, calumnias, mentiras, ofensas de todo orden, destrucción y asesinatos.

Un panorama desolador cuando la vida del siglo XXI tiene un desarrollo científico y tecnológico impresionante, poniendo al servicio del hombre todo tipo de oportunidades para satisfacer en plenitud la posibilidad de vivirla.

Pero No..., el hombre choca irremediablemente con la misma piedra. Salta entonces al recuerdo la famosa frase pronunciada a comienzos de la edad media por San Remigio, en ese entonces obispo de Reims, quien al bautizar a Clodoveo I dijo: “Courbe la tête, fier sicambre, abaisse humblement ton cou. Adore ce que tu as brûlé et brûle ce que tu as adoré”. –“Inclina la cabeza fiero sicambrio, baja humildemente tu cuello, adora lo que haz quemado y quema lo que haz adorado”- Desde ese entonces todos los reyes de Francia (a excepción de tres) se coronaron en esa iglesia, la famosa catedral de Reims

Hoy habría que repetir la misma frase a los falsos profetas, a los barbaros que azotan el alma humana desde las más feroces posiciones: medios de comunicación, política, religiones, organismos internacionales, gobiernos, etc., que han traído dolor, angustia, desesperanza y miseria, conculcando finalmente el valor sagrado de la libertad. Repetirla a esos promotores del socialismo, del liberalismo, del hedonismo, del relativismo, como muy bien lo explica el Papa Benedicto XVI.

A ellos hay que ganarles la guerra: Un hombre es libre en tanto cuanto se siente seguro de su dignidad. Seguro de su posición en el entorno social en el que se desenvuelve. Seguro al ser artífice de su propio destino jugando y respetando las reglas de la convivencia social y el orden establecido.

A esos a los que nada les importa tanto como el protagonismo personal y que pasan por encima de toda regla ética o moral, de toda forma de respeto, que pisotean la dignidad de la persona y conculcan los derechos humanos a cada instante, derechos que han pasado a ser sólo un eslogan político, sin sentido, carentes de valor y en especial de espíritu; ¿De utilidad...? naturalmente que sí, sólo para los que piensan de una determinada manera y esa no es otra que el pensamiento de izquierda.

Ya se advirtió una vez “una doctrina intrínsecamente perversa”, la misma que hoy destruye los pilares de la civilización occidental

¿O me dirán que lo descrito no apunta a ello?

Despierten chilenos no es época de éxodos bíblicos, es tiempo de cruzadas.

¡Coronémonos en Reims!!!

 

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