Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Tal como lo indiqué en el artículo anterior, seguiremos desarrollando la trama de la guerra cultural para poder configurar con todo tipo de argumentos de donde nace, como se mimetiza y a quienes conquista la ideología posmoderna. Sin duda de gran ayuda orientadora el ensayo de Adriano Erriguel referido a la Deconstrucción posmoderna.

Entonces para entrar en el terreno que nos importa, citemos a Baudelaire “la mayor astucia del diablo es hacernos creer que no existe”.

En este contexto para su sorpresa, la mayor astucia del neoliberalismo consiste en adoptar todas las formas posibles, incluida la del anti-neoliberalismo y se los demostraré con evidencias para que cualquier ortodoxo de esta línea, no despotrique en mi contra.

Era finales del año 2017, y el Banco Bilbao-Vizcaya (BBVA) patrocinaba la publicación de un lujoso volumen titulado “La era de la perplejidad. Repensar el mundo que conocíamos”, con el objetivo de reunir las reflexiones de una serie de expertos internacionales sobre “los grandes retos de la ciencia, la tecnología, la economía, los negocios y las humanidades”. El volumen —presentado como producto de la comunidad on–line “Open Mind”, patrocinada por el BBVA— se abre con un artículo del Presidente del Banco, Francisco González, que ofrece un análisis sumario sobre la revolución tecnológica, la cual “generará a medio plazo más bienestar, crecimiento y empleo”. El autor asegura que “sin duda, todavía hay en el mundo centenares de millones de personas que viven en pobreza extrema, y miles de millones cuyas condiciones de vida son muy deficientes” (…) “pero, en conjunto, el curso de la economía global no avala el sentimiento de inseguridad, frustración y pesimismo que se viene observando cada vez más”. Hasta aquí todo normal: es el tipo de discurso institucional, mesurado y balsámico que esperamos de un banquero. Lo raro empieza después.

Entre el florilegio de textos reunidos no falta ninguno de los tópicos predilectos del progresismo transnacional: la crítica del populismo, la prédica feminista, la denuncia de la “post–verdad”, la amenaza de Rusia, el peligro que significaba Trump, el mantra de las “reformas”, las bondades de la globalización. Pero entre los artículos llama la atención el aportado por un universitario canadiense: una furibunda diatriba contra el neoliberalismo unida a una exaltación del anarquismo y de los movimientos antisistema. El autor constata los horrores de la “pesadilla neoliberal” (que es una “oscura sombra”), pero asegura que, al final, todo desembocará en “un nuevo amanecer”, porque “hay rayos de esperanza” que vienen “a traer luz al mundo”. ¿Cómo?

A través de las “políticas prefigurativas” de izquierda, en cuya vanguardia están los movimientos antisistema, los okupas, los zapatistas, los indignados, los colectivos pro–migrantes e incluso las tácticas de “bloque negro” de los “antifa” violentos.

Es un libro patrocinado por la quinta esencia del neoliberalismo con sucursales en toda américa latina. Pero si leemos con atención, entre el éxtasis anarquista, en papel cuché pagado por el banco, al autor se le ve el plumero.

Al referirse a las críticas que, en su día, algunos observadores hicieron al movimiento “Occupy Wall Street” por no plantear exigencias claras de transformación social, el autor asegura que, si este movimiento las hubiera planteado, habría con ello “legitimado las estructuras de poder” y por lo tanto habría debilitado su compromiso con “la democracia participativa”. En otro lugar del texto, el autor dirige un ataque al académico marxista David Harvey, por señalar este último que “la actitud anti–estatista del anarquismo viene a reforzar, de facto, los valores neoliberales”.

A continuación, nuestro autor señala que, a pesar de todas las maldades neoliberales, las políticas “prefigurativas” nos dan la oportunidad aquí y ahora de cambiar nuestra vida cotidiana y de “crear un mundo nuevo en el interior del viejo”. Y como guinda final, el profesor antisistema entona un himno a la responsabilidad personal, individual e intransferible como único medio para transformar el mundo (“hagamos realidad por nuestra cuenta la visión de lo que más nos conviene” (…) “si queremos alterar la dirección del planeta…debemos hacer el trabajo duro nosotros mismos. Es un camino por el que no podemos ser dirigidos”. 

Suena familiar ¿verdad? Las cantilenas del self–made man, el “sueño americano”, la iniciativa privada, la sociedad civil, la “libertad de elegir”, etcétera.

Traducido, todo esto significa: nada de líderes, nada de lucha organizada, nada de proyectos colectivos, nada de programas políticos ni de revoluciones.

Sí a la protesta fotogénica, sí a la algarada estéril, sí a la berrea adolescente, sí al activismo samaritano, sí al turismo altermundialista.

Al fin y al cabo, el sistema lo permite, y además nos ofrece nichos individuales para “hacer realidad nuestros sueños”. ¿Qué son sino las oenegés solidarias, las startups ecológicas, las multinacionales de comercio justo, los financieros–filántropos y el charity business? Todo ello, claro está, si somos responsables, si nos aplicamos y trabajamos duro. Porque lo importante es “mantener nuestra autonomía”, reinventarnos a nosotros mismos y “eliminar los bordes de nuestros mapas” La cantinela escuchada y la guinda final sin fronteras.

Sé que a muchos enmarcados en las bondades expresadas por el diablo invisiblemente acostumbrado a manosear los hilos de las personalidades débiles, les parecerá raro entender lo que significa a estas alturas el neoliberalismo de izquierda.

¿Puede ser posible? ¡Que se pregunten!!!

Pues bien se lo he demostrado con el lujoso libro del banco BBVA.

Chile vamos o atrévase decían los eslóganes, sin darse cuenta que el diablo los llevaba de la mano.

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