Osvaldo Rivera Riffo
Presidente Fundación Voz Nacional


Hace algunos años conversando con el rector de una de la Universidades privadas chilenas llegamos al punto de preguntarnos cuál es la esencia y finalidad de la Universidad en la sociedad donde está inserta, no solo la que él dirigía sino de todas, públicas y privadas.

Le planteé que la Universidad esta íntimamente ligada a la inteligencia y por tanto es ella la que permite encontrar el camino del conocimiento en una relación superior de maestro-discípulo. Así la formación cargada de humanismo sirve de mejor manera a la perfección del Ser como persona. Basaba mi certidumbre en las lecturas de Octavio Derisi, un sacerdote neotomista importantísimo en la defensa de la esencia y finalidad de la Universidad.

Me contestó sin mucho  pensar "esa concepción de universidad que estás planteando, está pasada de moda"...

Como es de suponer me quede perplejo y guarde silencio pensando que si esa era la idea central que rige el mundo del cultivo de la inteligencia, mal pronóstico se cernía sobre Chile.

Con los años comprobé que mi pronóstico no era equivocado y mucho menos los pensamientos de monseñor Derisi 

En esta columna desarrollaré con mayor amplitud el planteamiento hecho en esa oportunidad y que tiene directa relación con la columna de la semana recién pasada donde, para quienes la leyeron, reflejo las ideas centrales del pensamiento tomista.

Hay que tener presente que las diversas manifestaciones de la cultura, como expresiones y encarnaciones del espíritu del hombre están inscriptas en el tiempo y en la historia, y en cuanto tales, sujetas a incesantes cambios.

No hay producto alguno de la cultura que sea enteramente inmutable. Ninguna institución creada por el hombre escapa a esa ley de la historia.

No obstante, la Ciencia, la Filosofía, la Moral, el Derecho, la Sociología, el Arte y la Técnica, la Política y otras disciplinas, están sustentadas y nutridas por valores trascendentes e inmutables y por eso mismo en su esencia o constitución son también permanentes e imperecederas.

De aquí entonces la importancia de mi preocupación.

Derisi sostiene:

"La esencia de las cosas naturales -el mundo creado por Dios- y culturales -el mundo elaborado por el espíritu del hombre sobre la naturaleza- es únicamente asequible por la inteligencia.

Negar este proceso es una posición anti-intelectualista propia del irracionalismo actual así como del existencialismo imperante, que niega las esencias y por tanto todo valor permanente y toda moral absoluta, negando así la finalidad del mundo y del hombre"

Para ejemplificar lo anterior cito a un filósofo muy conocido 

"Los "seres en si" del mundo están porque sí, sin finalidad y razón alguna de ser" afirmaba Jean Paul Sartre. Aplicado a toda la sociedad e instituciones creadas por el hombre estas carecerían de esencia, ya que no tendrían finalidad trascendente al hombre y por lo tanto cambiable. Según Sartre "es el hombre creado de la nada quien de la nada crea las instituciones para lo que él quiera, eligiendo y estableciendo el fin".

Es esta concepción la que ha infectado la mente de la sociedad occidental, y a cuyo canto de destrucción se suman otros muchos anti-intelectuales posmodernos. Frente a ésta concepción existencialista, sin fines ni valores ni esencia permanente, enteramente cambiante, defendemos que el hombre posee un esencia inmutable que dimana de su propio y especifico fin, sin el cual no hay Ser ni instituciones.

El hombre en su existencia individual está sujeto a continuas mutaciones, sin dejar de ser siempre el mismo, en su esencia.

Entonces hay que entender que esencia y fin son correlativos. Así comprenderemos que de la esencia del ser proceden sus propiedades esenciales. Esencia humana -animal racional- brotan sus propiedades esenciales: capacidad científica, artística o técnica, su índole moral o religiosa, su actividad jurídica, económica y social, su conciencia y libertad que lo hace persona.

Esta es la lucha a la que estamos abocados. A un país vacío de valores y finalidad permanente, conducido por una filosofía anti-intelectualista o irracionalista, oponemos una concepción filosófica intelectualista ya que se estructura y vale por la inteligencia que la formula.

El hombre dotado de alma trascendente, en su realidad histórica ha sido elevado y hecho participe de una vida divina por su creencia en la redención de Cristo, arraigado en el origen cultural de país latino e hispano.

Nuestras raíces se extienden sin duda junto a la cristiandad y no es posible desconocer la impronta de la Iglesia y los esfuerzos de varios siglos que ha hecho incorporando a ella los elementos perennes de la cultura clásica greco –latina, dando origen a una civilización nueva y a un estilo humano de vida.

De esta madurez de la civilización cristiana, alcanzada a comienzos del siglo XIII, (época de Santo Tomas De Aquino) habría de brotar una de las instituciones más relevantes de nuestra era, la Universidad, órgano superior de la concepción intelectual de la misma.

De aquí mi pregunta y preocupación a ese rector.

De su respuesta observo lo que hoy ocurre. Instituciones universitarias responsables del futuro, vacías de humanidad y pobres de espíritu.

Por eso es tan importante preocuparse de la formación académica de las universidades de hoy, con el solo deseo de ayudar a esclarecer y restablecer el orden esencial inmutable de la Universidad y de su realización en la hora presente.

En estas horas en que el irracionalismo invade todas las capas de nuestra cultura, filosofía, música, pintura y artes, política, economía, derecho, etc. y se cierne sobre el mundo oscureciendo y haciendo desaparecer el orden esencial del hombre y de su vida personal, social y de las cosas, hundiéndolo en un historicismo existencialista, donde con la esencia desaparecen los valores y las normas absolutas y todo lo que es objeto de la inteligencia.

No nos dejemos fascinar por ilusiones, por fáciles esquemas y demagógicas soluciones las cuales están deformando y aún más diluyendo la esencia de toda creación humana, conduciendo al final a la perdida de la verdadera formación humana y de la auténtica cultura, fundamento de toda sociedad y de su desarrollo, fundado en la belleza, el bien y la verdad.


Ref:

Monseñor Octavio Derisi fue un sacerdote y gran rector de la Universidad Católica de Argentina país donde nace una de las Universidades más antiguas de Latinoamérica: la Universidad de Córdoba fundada en 1613 por la Iglesia y fue un neotomista por excelencia, llevando con gran influencia su pensamiento a toda América Latina y Europa en oposición al existencialismo de los filósofos posmodernistas. Colaborador de San Juan Pablo II en materias de educación. Murió en el año 2002 a la edad de 95 años dejando 18 obras de carácter filosófico y teológico.
Tuve el honor de conocerlo y conversar largamente con él, tanto en Buenos Aires como en Roma.

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