Osvaldo Rivera Riffo
Director Fundación Voz Nacional
Escribí cuando no conocía la vida. Ahora que entiendo su significado, ya no tengo que escribir. La vida no puede escribirse; solo puede vivirse.
Oscar Wilde
Muchas veces en Chile se ha dado la circunstancia perfecta para encontrar en el fragor de una crisis social y política la necesidad de buscar un referente en que apoyarse, y al cual seguir como ejemplo
Hoy Chile atraviesa no solo por una profunda crisis y polarización sino también por una carencia de liderazgos que lo ha llevado al borde del despeñadero, poniendo en tela de juicio la arquitectura jurídica que por 40 años nos rige y que nos ha puesto en la puerta del desarrollo.
Analizadas las causas, sin duda que hay muchas cosas que mejorar dentro del mismo ordenamiento legal existente, pero para ello ha faltado liderazgo, visión de país pero sobre todo altura moral para exigirlo.
Y como va a existir altura moral si las instituciones están atravesadas por vicios y corrupciones, por componendas y prebendas. Por desprecio a la inteligencia y a la capacidad de dialogo profundo, mesurado y de altura donde prime el interés nacional por sobre el interés personal, sea político o comercial.
Esa altura moral la busca el pueblo de Chile cansado de ver sistemáticamente cobardía, envidia, intolerancia, injusticia, violencia y destrucción, pero sobre todo cansados de ver la traición sistemática a los principios y valores que se dice defender.
Sin embargo como suele ocurrir apareció una luz en el horizonte señera, dejando traslucir en sus palabras una calidad humana superior abriendo las ventanas para que sin dobleces entrara el viento refrescante que el pueblo busca: honradez, valentía, honor perseverancia, capacidad e inteligencia.
La entrevista a la magistrada Dobra Lusic en el diario El Mercurio fue una clase magistral de señorío y grandeza. Sin eufemismo contó lo mal que había sido tratada por los políticos y por sus pares, desilusionada de ellos y anteponiendo sus legítimas aspiraciones a lograr por sus grandes méritos llegar a la suprema, renuncia en medio de la tormenta que su nombre desató.
La sóla idea que esta magistrada incorruptible llegara a lo más alto de la judicatura desató las más increíbles caserías de brujas y una comedia de equivocaciones tan absurda como patética
Ella, tranquila pero con serena firmeza se retira de ese campo minado por el odio y resguarda sus bienes más preciados: su honor y su prestigio, dando una lección de moral pública y privada pocas veces vista en el devenir de este azotado país.
Esta entrevista encierra una profunda visión de estado y un sentido de la lealtad a toda prueba.
Terminé de leerla y me acordé de la famosa comedia de Oscar Wilde La importancia de llamarse Ernesto, en la cual el autor juega irónicamente en un dialogo ente Archibaldo y Esteban y repasan seriamente el comportamiento de la sociedad de la época. La verdadera traducción de la obra, sin embargo, debiera ser “La Importancia de ser Serio”, pero el editor al traducirla al español confundió “earnest” que significa serio con “Ernest” que es Ernesto, ambos vocablos homófonos.
Es una entrevista que vale la pena leer y guardar. No está lejos la idea de que los ojos del pueblo la busquen ya que es un referente solido de gran liderazgo y férrea moral pública.
Al final, el periodista ingenuamente le pregunta, casi sin darse cuenta de lo que había oído anteriormente:
¿Que lección deja esta experiencia?
Respuesta lapidaria: ¡Ninguna!
Mi admiración y aplausos para la magistral magistrada Lusic
"La justicia sin piedad se torna crueldad y la piedad sin justicia se torna debilidad"
Pietro Matastasio
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