Juan Antonio Montes Varas
Credo; pasado, presente y futuro de Chile
Este domingo recién pasado se cumplió -día por día- un año del comienzo de las agitaciones callejeras que irrumpieron en el País, con una ferocidad destructiva desconocida hasta ahora.
No vamos a tratar aquí del origen de esas manifestaciones; ni si ellas fueron articuladas desde el exterior; tampoco si ellas obedecieron a un diseño revolucionario que fue repetido de modo casi idéntico en los Estados Unidos, Colombia y otros países.
Lo que sí nos interesa es saber cuál fue la estrategia empleada por las autoridades nacionales para enfrentar los acontecimientos revolucionarios y cuáles fueron los resultados alcanzados con dicha estrategia. Ellas nos importan porque arrojan luz sobre las actitudes y los resultados para adoptar en similares coyunturas futuras.
Los historiadores de la Revolución Francesa hacen notar que cuando los agitadores tomaron la Bastilla, ese 14 de julio de 1789, el rey Luis XVI escribió en el diario de su vida: “Rien” (nada). Similar actitud tuvo el Presidente Piñera. En el mismo momento en que comenzaban los asaltos a las estaciones del Metro, él festejaba el cumpleaños de un nieto en una pizzería.
Normalmente, los espíritus imprevidentes y acomodaticios -y en esto ambos jefes de Estado, con siglos de diferencia, se parecen mucho- minimizan los efectos del inicio de las revoluciones, después entran en pánico y, por último, terminan cediendo delante del enemigo.
Veamos, de modo sucinto, cómo se desarrolló el proceso de este año.
El Presidente Piñera pasó de la tranquilidad de la pizzería a declarar que “estamos en guerra”. Sin embargo, esa actitud y el llamado a los militares le duraron poco tiempo. Días después comenzaría lo que, a todas luces, fue la estrategia de “ceder para no perder” que ya ha completado un año.
1.- Cedió, entregando la cabeza (hablamos de modo figurado) de sus principales Ministros, comenzando por Chadwick y Felipe Larraín. El primero no sólo sufrió su alejamiento de la Moneda sino también un juicio político que le costó ser alejado de la vida partidaria a la cual él había consagrado sus esfuerzos.
2.- Cedió, nombrando nuevos Ministros del Partido más minoritario y más proclive a las posiciones de izquierda dentro del conjunto de Chile Vamos, Evópolis.
3.- Cedió, asumiendo el discurso del “descontento social” como siendo la causa de las manifestaciones violentas ocurridas semanalmente en todo el País.
4.- Cedió, eliminando el aumento de los $30 pesos del pasaje de Metro, dando así una señal de reconocimiento al estandarte de lucha de los “descontentos”.
5.- Cedió, retirando a las FFAA de la calle sin esperar el restablecimiento de la tranquilidad pública.
6.- Cedió, delante del discurso de la izquierda violentista contra la acción represiva de Carabineros y se asumió una actitud de “tercera posición” entre la acción legal de la autoridad pública, que reprimía el delito, y la acción violenta de los delincuentes.
7.- Pero, no cabe duda, su peor claudicación fue entregar la Constitución de la República.
En efecto, en el orden jurídico de las democracias modernas, la Constitución equivale a lo que era la torre de honra en las antiguas fortalezas medievales. Una vez que los asaltantes llegaban a ese último baluarte, la derrota de los sitiados era completa. Después de eso, venía la aplicación de la ley del más fuerte. O sea, el simple aniquilamiento del adversario.
Así, lo que tenemos por delante es la Constitución del más fuerte. Y, como en esta materia, el más fuerte es siempre el más osado, es la hora de los violentistas, de los irruptores, de los Jadué y de todo tipo de aventureros.
Este es el resultado indesmentible de la estrategia del “ceder para no perder”, aplicada por Presidente Piñera. Lo único que él consiguió evitar -hasta ahora- fue ser destituido y víctima de un juicio político que lo inhabilitara, al igual que a su ex Ministro.
Pero el precio que él pagó para evitar este mal personal, le salió demasiado caro al bien común del País.
En efecto, nadie puede dudar que, de ser aprobada una nueva Constitución, ella será lo contrario de la actual. No existirán garantías para el resguardo del derecho de la propiedad privada y de la libre iniciativa. Se destruirá la protección de la familia natural y cristiana y, por último, se incluirán todo tipo de “derechos”, entre los cuales el aborto libre, gratuito y general.
Sírvanos al menos, el fracaso del “ceder para no perder”, para sacar una lección.
Ante quienes están dispuestos a destruir al País desde sus cimientos, sólo cabe oponerse -dentro de la legalidad- con todos los recursos posibles. Es lo que hicieron los grandes estadistas como Churchill y de Gaulle delante del nazismo. Pero frente al comunismo no han surgido similares oposiciones, de donde, pese a sus incontables fracasos, éste continúa sembrando crímenes y destrucción, aquí y en todo el mundo.
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