10 de septiembre, 2019
Jose Antonio Kast
Presidente de Acción Republicana
No niego que todos tenemos que hacer esfuerzos por contribuir a cuidar nuestro medioambiente, pero es injusto que países como Chile tengan que asumir estándares desproporcionados a su propia realidad.
El cambio climático es una realidad y hay científicos mucho más hábiles que pueden precisar, con relativa certeza, qué responsabilidad le cabe a las personas y a la sociedad en su conjunto en su ocurrencia. También podrán determinar si en parte se debe a los cambios propios de nuestro planeta y, más que una emergencia, este fenómeno podría ser parte de algo natural en nuestra era. Todo en el ámbito científico.
Pero en la esfera política, los desafíos del cambio climático son bien distintos. A nivel mundial y a nivel local, nos enfrentamos a decisiones de políticas y presupuestos día a día, donde tenemos que incorporar la variable climática en nuestras definiciones y también en nuestras posibilidades. La decisión de ser anfitriones de la Conferencia de las Partes en el contexto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático es claramente una decisión política. Ante la negativa de Brasil, las autoridades de nuestro país tomaron la iniciativa y comprometieron a Chile, y a su gente, con los resultados de una cumbre de consecuencias inciertas y cuyas medidas pueden tener impacto en el desarrollo productivo de nuestro país.
No niego que todos tenemos que hacer esfuerzos por contribuir a cuidar nuestro medioambiente, pero es injusto que países como Chile tengan que asumir estándares desproporcionados a su propia realidad. El 66% de las emisiones de dióxido de carbono en el mundo está concentrada en apenas 10 países, entre los que se cuentan China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón. Por eso, la COP25 no es mas que un lavado de imagen y de conciencia, para las naciones que históricamente y en la actualidad contribuyen a las emisiones de dióxido de carbono en el mundo, mientras para Chile, que apenas aporta con un 0.24% de las emisiones del mundo, resulta una carga exagerada.
¿Cuáles serán las consecuencias para Chile? Por lo pronto, tendrá un costo financiero importante. Más allá de las donaciones, el Ejecutivo ha comprometido un aporte millonario, que se suma al costo de organizar APEC 2019. Considerando las prioridades presupuestarias y las urgencias sociales, estoy convencido de que podríamos darle mejor uso a esos presupuestos.
En la práctica, la COP25 no es más que un evento donde vienen miles de científicos y activistas de la burocracia ambiental mundial a discutir sobre cómo países en vías de desarrollo tienen que hacerse cargo de los problemas de los grandes emisores del mundo.
Pero el costo mayor no es financiero, es regulatorio. La COP25 en Chile implica una presión mucho más grande de las ONG nacionales e internacionales para que el país adopte cambios regulatorios relevantes y se sume a liderar una serie de iniciativas medioambientales que afectan la industria y la sociedad chilena. Muchas de ellas, de poca efectividad e impacto, pero que publicitariamente son vendibles para efectos del ambientalismo que domina a las elites mundiales. Eliminar plantas de carbón de un día a otro, deshacerse y reciclar todos los residuos u obligar a los chilenos a caminar o andar en bicicleta, son algunas de las prácticas impuestas por los ambientalistas y que no distinguen a países desarrollados de aquellos que no lo son tanto. Junto con eso, la creatividad medioambientalista no tiene límites: desde eliminar las bombillas, dejar de viajar en avión o prohibir la carne en nuestra dieta, se busca poner en jaque a las personas y países en torno a su contribución a mitigar los efectos del cambio climático y revertir la tendencia negativa que se observa.
En la práctica, la COP25 no es más que un evento donde vienen miles de científicos y activistas de la burocracia ambiental mundial a discutir sobre cómo países en vías de desarrollo tienen que hacerse cargo de los problemas de los grandes emisores del mundo. Por eso es importante resistir a los que quieren que haya una única visión en esta materia. Cuidar nuestro medioambiente y contribuir a un mundo mejor no puede ser a costa del bienestar de los chilenos y es indispensable que la ciudadanía conozca los efectos de organizar este tipo de encuentros.
Por lo pronto, hay que terminar con las caricaturas y dejar de alimentar el populismo medioambiental. Que una joven venga en bote y no en avión no va a salvar al mundo ni va a contrastar las miles de personas que viajarán en avión a Chile, dejando una “huella” imborrable en el medioambiente. Dejar de comerse un asado, digan lo que digan, no va detener el cambio climático ni va a contaminar el medioambiente, aunque lo hagan sentir culpable y responsable del desastre en la Tierra.
Feliz 18 y, si puede, viaje y comparta un buen asado con su familia y amigos. El mundo seguirá siendo el mismo cuando Ud. vuelva.
Fuente: https://ellibero.cl/opinion/jose-antonio-kast-cop25-y-el-populismo-medioambiental/
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