28 de diciembre de 2024
Por José Antonio Kast
En pocos días más, comienza un nuevo año y la posibilidad de renovar juntos nuestro compromiso con el futuro de Chile. Será un año de elecciones, donde distintos proyectos de país serán expuestos, comparados y sometidos al escrutinio electoral de la ciudadanía
¿Cuál es la noticia que llena de esperanza a millones de chilenos? Que solo quedan 438 días para que se termine este gobierno. Luego de tres años de frustraciones, de miedos y desesperanza, los chilenos se aferran a una certeza que es inevitable: este mal gobierno se va a acabar y tendremos un nuevo liderazgo a cargo que tendrá la enorme tarea de reconstruir un país que lamentablemente se está hundiendo.
El 2024 será un año para el olvido.
En materia de seguridad, la mayoría de los indicadores dan cuenta de una realidad país donde la estrategia del gobierno para enfrentar la delincuencia y el crimen organizado fracasó de manera absoluta. Probablemente, este 2024 superaremos los 1.200 homicidios, muchos de ellos, con un grado de violencia y sofisticación por parte de las organizaciones criminales que no habíamos visto antes. Con toda seguridad, este gobierno será el más violento
Las violaciones no han aumentado ni disminuido significativamente, evidenciando que las mujeres en Chile siguen en riesgo. El proyecto feminista de este gobierno ha fracasado, al igual que muchas de sus políticas. Más grave aún, con un exsubsecretario del Interior –responsable de velar por la seguridad de los chilenos– detenido y acusado de violación contra una subordinada, sumado a múltiples denuncias de acoso sexual en organismos del Estado, este gobierno deja como legado un preocupante retroceso en los derechos de las mujeres, el mismo que imputaban falsamente a otros.
En materia de inmigración, las noticias no son mejores. Si bien el ingreso clandestino de inmigrantes ha bajado, durante el año 2024 igual han ingresado más de 30 mil inmigrantes ilegales, una cifra que solo es posible gracias al descontrol que existe en nuestras fronteras. Las señales del gobierno no ayudan en nada: a lo largo de este gobierno se han entregado más de 400 mil residencias definitivas y se acaba de anunciar un proceso de regularización masiva que podría beneficiar a más de 180 mil inmigrantes que entraron al país de manera clandestina. Cuando más se requiere un cumplimiento estricto de la ley.
El estancamiento económico del país se ha profundizado en este gobierno. Si el crecimiento del 2023 fue prácticamente nulo, el desempeño del 2024 no fue mucho mejor y con suerte, superaremos el 2%, en línea con la débil proyección de mediano plazo. Con estos resultados, es muy probable que el gobierno de Gabriel Boric termine siendo el de peor desempeño económico en los últimos 34 años.
La inflación, que es uno de los impuestos que más afectan a los más pobres, lleva acumulado un 18,8% desde que asumió Gabriel Boric y este año, el aumento de la inflación será cercana al 5%, incrementando significativamente el costo de vida para los chilenos y haciendo más difícil la tarea de millones de jefas de hogar de llegar a fin de mes. El desempleo sigue pegado entre 8,5% y 9% y el empleo informal representa un 27% del total lo que da cuenta de la grave precariedad que viven millones de personas en el país.
La salud del país también enfrenta un momento crítico. Si bien la promesa reiterada del gobierno ha sido reducir las listas de espera en salud, estas solo han aumentado. Entre diciembre y octubre, los casos en espera de una intervención quirúrgica aumentaron de 330 mil a más de 385 mil; en tanto, las consultas de nueva especialidad aumentaron de 2.4 millones a más de 2.6 millones, evidenciando una política sanitaria totalmente fracasada.
En materia de vivienda, la meta autoimpuesta de esta administración de entregar 260 mil soluciones habitacionales está en riesgo, porque a 15 meses del término del gobierno, solo se han entregado 160 mil y mientras tanto, el déficit habitacional solo empeora, con al menos 650 mil familias que esperan una solución definitiva. Lo anterior, sin considerar que se han identificado más de 1.400 campamentos a lo largo de todo Chile, donde más de 113 mil familias viven en condiciones de extrema precariedad.
Finalmente, en materia educativa, mientras el gobierno sigue enfocado en entregar soluciones a los estudiantes de educación superior y en las demandas del Colegio de Profesores, en el resto la situación es muy precaria: disminuye la inversión pública en la educación de primera infancia; las denuncias por convivencia escolar llegan a su máximo histórico; los útiles escolares se entregan con meses de retraso; y los resultados de la prueba TIMSS dan cuenta del deficiente estado de la educación chilena, entre otros signos de alerta.
Estos son solo algunas de las áreas donde el gobierno ha fallado estrepitosamente y que solo alimentan el legado de mediocridad e intrascendencia que serán el sello de esta administración. Cuando los chilenos se pregunten, ¿estoy mejor o peor que hace tres años?, la respuesta mayoritaria, descartados los incondicionales del gobierno, será que están mucho peor y con una sensación de profunda decepción, frustración y desesperanza de cara al futuro.
Pero en pocos días más, comienza un nuevo año y la posibilidad de renovar juntos nuestro compromiso con el futuro de Chile. Será un año de elecciones, donde distintos proyectos de país serán expuestos, comparados y sometidos al escrutinio electoral de la ciudadanía.
Chile necesita con urgencia un proyecto de reconstrucción nacional que se siente sus bases en dos ejes fundamentales: la recuperación de la seguridad y la reactivación de nuestra economía. Ello, a través de la implementación de una política de shock en ambas áreas, que implique un cambio radical en la forma en que se han hecho las cosas hasta ahora y que demuestre la voluntad y decisión política de dar un giro hacia el desarrollo de nuestro país.
Un primer eje, donde aspiramos a convertir a Chile en el país más seguro de América Latina, donde el crimen organizado será proscrito de la esfera pública y donde las personas, comunes y corrientes, puedan recuperar las calles, las plazas y la vida tranquila que ha sido secuestrada por la delincuencia y el narcotráfico.
Hoy los chilenos no son libres y la libertad es el presupuesto del progreso que aspiran todos los chilenos. Para ello, se requiere un compromiso real para dar una lucha incansable en contra del crimen organizado, donde quienes lideren las soluciones, deben estar dispuestos a hacerse responsables de las acciones que es necesario emprender para recuperar la paz.
Para lograrlo, será indispensable que la próxima administración se proponga como objetivo reivindicar el uso de la fuerza por parte del Estado, sin condicionamientos ni complejos. Asimismo, se deberá restablecer el sentido de autoridad en toda la línea, tanto en el orden institucional, que incluye las Fuerzas Armadas y de Orden, el Poder Judicial y la Fiscalía; como en el orden social, reforzando el respeto a los profesores y educadores, a los padres y apoderados, a los funcionarios de la salud y a tantas otras relaciones de autoridad que se han visto sobrepasadas por el cambio epocal. Finalmente, y no por ello menos importante, un cambio radical en materia de seguridad requiere una anticipación de la acción policial, donde la coordinación y el sentido de urgencia se impongan sobre la visión contemplativa de una administración de seguridad que se ha dedicado a contar homicidios y no a prevenir su ocurrencia.
Un segundo eje, que rescate nuestra economía del estancamiento crónico que enfrenta, para sentar las bases de un Chile que progresa para todos sus ciudadanos y no uno que los condena al empobrecimiento que ha vivido en la última década.
Hoy millones de chilenos apenas llegan a fin de mes y ven como sus ingresos pierden cada vez mayor valor, frente a un Estado que sigue expandiéndose descontroladamente, financiado por la extracción creciente de los recursos de los individuales. Para contrarrestarlo, será indispensable volver a poner a la persona en el centro de la acción de la sociedad y reducir el impacto e influencia del Estado en la vida diaria de los chilenos.
Para lograrlo, la próxima administración deberá liderar un plan integral de reducción drástica del aparato estatal, incluyendo la desvinculación de miles de operadores políticos, el cierre de programas mal evaluados y la eliminación de miles de regulaciones que solo buscan impedir y obstaculizar el emprendimiento. Asimismo, deberá promoverse una agenda agresiva de medidas para atraer y consolidar la inversión nacional y extranjera en Chile, que permita generar empleo y riqueza en el país, para beneficio de toda la sociedad. Finalmente, una política de incentivos económicos, mediante la reducción de impuestos y trabas al emprendimiento, y la promoción de reglas claras que fomenten la competencia, el libre mercado y el desarrollo de la industria y de los servicios.
Un Chile donde la libertad, el orden y el progreso son la prioridad de un futuro gobierno, permitirá sentar las bases para enfrentar y resolver las múltiples urgencias sociales en distintas áreas y comenzar a proyectar el sueño de un país desarrollado hacia el futuro.
Como lo decía un proverbio antiguo, popularizado en la actualidad, siempre la noche es más oscura antes del amanecer y aunque hoy el desgano y la frustración sean el legado de este gobierno, la esperanza de millones de chilenos sigue intacta. Chile es un país hermoso y tenemos todas las condiciones para superar el pesimismo y enfrentar el futuro con esperanza, en la medida en que tengamos la valentía y la decisión política de implementar los cambios que Chile necesita con urgencia.
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