12 de mayo, 2020
Jose Antonio Kast
Presidente Partido Republicano
La decisión de estar o no en cuarentena es sin duda un juicio técnico y sanitario, pero sus consecuencias no se limitan a ese ámbito. Para muchos de nosotros es una oportunidad para analizar en profundidad las urgencias de la sociedad chilena e incorporar en nuestros diseños de políticas públicas y focos de gobernabilidad una reflexión profunda sobre las grietas aún presentes en nuestro país y cómo emergen de manera prioritaria como desafíos a resolver a futuro.
Desde el viernes pasado, gran parte de Santiago se encuentra en cuarentena obligatoria. Más de 20 comunas de la capital y más de 5 millones de personas en el país; el impacto del coronavirus en Chile se comienza a sentir con toda intensidad.
Pero la cuarentena no se vive de igual forma para todos los chilenos. Mientras algunos, entre los que me incluyo, tienen el privilegio de vivir en un lugar con todas las comodidades, de poder trabajar a distancia, de mirar el futuro con tranquilidad en lo económico y laboral; hay millones de chilenos que viven una realidad distinta.
La calidad de la vivienda y las condiciones de habitabilidad son un tema pendiente en el modelo de desarrollo chileno. Hay casas muy pequeñas y muy precarias, donde las personas no pueden vivir con las comodidades mínimas, ni menos en condiciones dignas si consideramos el drama del hacinamiento y el tamaño de las familias que deben habitar una casa. Quédate en casa es un slogan indispensable en esta crisis sanitaria, pero poco realista si consideramos que para muchos chilenos quedarse en casa es una condena y no una alternativa.
Las condiciones laborales no son mucho mejores ni las perspectivas de futuro muy esperanzadoras. La mayoría de los chilenos ejerce oficios que son difíciles de reemplazar por teletrabajo y que, en momentos de contracción económica, estarán en la primera línea de los despidos y decisiones de ajuste de las empresas, sean estas grandes, medianas o pequeñas. A pesar de las leyes que buscan apoyar o postergar el drama del desempleo, el impacto económico de la pérdida de crecimiento y la falta de inversiones o competitividad será mucho más duro en los más pobres del país, condenándolos a un empleo precario o muchos meses o años de desempleo.
Además, muchos chilenos tienen que seguir trabajando aún en condiciones de cuarentena, porque el ingreso diario o mensual es indispensable para sobrevivir. Ellos tienen que seguir usando el transporte público y siguen exponiéndose, día a día, para mantener el sustento de sus familias, en una labor que es irremplazable.
Por último, está el desarrollo educacional. Por precaución, millones de niños chilenos dejaron de ir a clases presenciales desde marzo y han visto interrumpida sus condiciones normales de escolaridad. Junto con el desafío logístico que implica mantener la alimentación de millones de niños que depende de la Junaeb para su almuerzo diario, las escuelas han debido ingeniárselas para tratar de mantener en algo el progreso académico de sus estudiantes.
Para algunos, las herramientas tecnológicas y la educación en línea han sido un descubrimiento, aún cuando existen críticas de la cantidad de material o la dificultad de acompañar a sus hijos y estar al día en las materias. Imagínense lo difícil que es para muchísimas familias que no tienen siquiera un computador ni medios tecnológicos para hacer frente a esas demandas, y que además deben balancearlo con la necesidad de trabajar, las disputas por el espacio habitacional o las desventajas propias de la educación de sus hijos. Esos padres y madres de familias vulnerables también son héroes de esta pandemia, porque están haciendo lo posible (o lo imposible) por evitar que las brechas educacionales se profundicen más.
En síntesis, la decisión de estar o no en cuarentena es sin duda un juicio técnico y sanitario, pero sus consecuencias no se limitan a ese ámbito. Para muchos de nosotros es una oportunidad para analizar en profundidad las urgencias de la sociedad chilena e incorporar en nuestros diseños de políticas públicas y focos de gobernabilidad una reflexión profunda sobre las grietas aún presentes en nuestro país y cómo emergen de manera prioritaria como desafíos a resolver a futuro. Puede que no estemos todos encerrados, pero la cuarentena es una oportunidad única para conocernos como país y repriorizar las agendas que necesitamos para seguir avanzando hacia el desarrollo.
Fuente: https://ellibero.cl/opinion/jose-antonio-kast-cuarentena-de-verdad/
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