viernes, 25 de agosto de 2011

 

          Cuando leí la carta al director de Manuel Blanco, en “El Mercurio” de hoy, refutando a Agustín Squella por haber escrito que la celebración con champaña de la aprobación del aborto había sido similar a las del 11 de septiembre de 1973, estuve a punto de pensar algo que nunca he pensado en mi vida y, Dios mediante, nunca voy a pensar: que está todo perdido. Pues Manuel afirma: “en lo que no tiene razón Squella es en comparar estas celebraciones, claramente equivocadas, con lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973. Entonces, nadie celebraba las consecuencias posteriores, aunque sí la caída de Allende”. ¿Qué quiere decir con eso de que “nadie celebraba las consecuencias posteriores”? ¿Es que compró también el balurdo propagandístico comunista?

          ¿Qué nadie celebró la derrota del aparato armado de la UP, que iba a tomar el poder por la fuerza? ¿Se olvidó lo que Frei Montalva le decía, en su carta a Mariano Rumor, después del 11?: “Hay más de 50 documentos publicados por el PDC y dados a conocer en el Parlamento respecto de la internación ilegal de armas. Las armas hasta ahora recogidas (y se estima que no son más del 40 por ciento) permitirían dotar a más de quince regimientos. Se trata de armas de todo tipo, no sólo automáticas, sino que pesadas, bombas de alto poder explosivo, morteros, cañones antitanque de avanzados modelos y todo un aparato logístico de telecomunicaciones, telefonía, clínica médica, etc., para poder concretar esta acción. Se había establecido así un verdadero ejército paralelo”.

          ¿Cree hoy Manuel Blanco que nadie celebraba después del 11 la derrota de ese ejército? ¿O cree que el hecho de que haya sido hecho desaparecer, gracias a la propaganda izquierdista nacional y mundial, implica que no existió?

          ¿Cree acaso él que nadie celebró el tránsito de Chile desde el vagón de cola de las naciones subdesarrolladas, con “harina para pocos días más” y con la mayor inflación del mundo, a ser la economía más avanzada de América Latina, la “joya más preciada de la corona latinoamericana”, como la describió Clinton en 1991? ¿Nadie podía ni debía celebrar eso?

          Es increíble. Es ponerse a la altura de Piñera, que, refiriéndose a los Presos Políticos Militares, declaró en “El Mercurio” de anteayer: “Yo creo que en Chile no debe haber impunidad”. En medio de su ignorancia histórica supina –pues siempre ha sido un repetidor de las consignas comunistas sobre el Gobierno Militar— y en su calidad de cómplice activo de la persecución judicial contra los militares (tres de cada cuatro querellas prevaricatorias las interpuso su Ministerio del Interior, bajo su gobierno) Piñera ha dicho las mayores inepcias desde siempre. De partida, para el plebiscito de 1988 sostenía que el triunfo del “Sí” habría equivalido a “extender el período militar por ocho años”, cuando lo que iba a suceder era precisamente lo contrario, es decir, lo mismo que sucedió al triunfar Patricio Aylwin en 1989 y con los gobiernos a partir de 1990: plena democracia, pero un año antes.

Y era y es tan ignorante que sostenía que el triunfo del “No” en 1988 era “el camino más corto y directo posible para recuperar la democracia”, cuando justamente ese camino era el más largo, pues el triunfo del “Sí” habría posibilitado la plena democracia del articulado permanente de la Constitución un año antes, desde el 11 de marzo de 1989 y no desde el 11 de marzo de 1990, como sucedió a raíz del triunfo del “No”, que retrasó la democracia plena en un año.

          Es que un tipo que cree que Abel mató a Adán –es decir, que Caín fue inocente— tiene que ser consecuente y creer que en Chile los comunistas son inocentes y los militares culpables, y para éstos “no debe haber impunidad”.

          Preveo que este 11 de septiembre será peor que los anteriores. Desde luego, ya se me ha comunicado que el único diario que se allanó a publicar el 11 de septiembre de 2016 un documento de homenaje a los militares caídos a manos del terrorismo extremista, “La Tercera”, ya no se atreverá a volverlo hacer, pues el año pasado experimentó un alzamiento de sus periodistas de izquierda, que se “tomaron” el diario en protesta por la publicación de nuestro aviso con las víctimas uniformadas. Y a raíz de eso el principal dueño comentó que ello no podía volver a suceder, significando que no volvería a hacer una publicación que moleste a sus periodistas rojos.

          Este 11 de septiembre, entonces, se viene peor. Si ya Manuel Blanco  admite que en 1973 “nadie celebraba las consecuencias posteriores” del 11 de septiembre, quiere decir que el lavado de cerebros ya se completó en Chile.

          Posiblemente, quedamos ahora sólo dos en el mundo, Paul Johnson y yo. Pues el historiador inglés se niega a comprar la versión del KGB sobre el Gobierno Militar y mantiene a Pinochet como un “héroe” histórico, en su libro de ese título, “Héroes”, porque, dice Johnson, “yo conozco los hechos”.

          Yo también y, parece a estas alturas, nadie más.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.cl/

 

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