lunes, 18 de marzo de 2019

 

 
 
 

He espaciado mis contribuciones a este blog debido a mi deseo de terminar mi libro crítico de los chilenos, tentativamente titulado "Miseria de la Chilenidad Actual", con el cual inevitablemente voy a consolidar mi condición de minoritario absoluto en el concierto de las opiniones del presente.

 
Este es un país que se ha entregado a la izquierda, comenzando por el gobierno, pese a haber sido elegido precisamente para evitar una "Chilezuela" (viendo el desastre de los venezolanos, una parte de la mayoría izquierdista chilena desertó transitoriamente para votar por Piñera); pero esa mayoría controla el Congreso y el Poder Judicial. Y el grueso de la opinión pública, como veremos.
 
Un interesante estudio publicado en "La Tercera" del lunes 11 de marzo, encargado al Laboratorio Constitucional de la Universidad Diego Portales y a la encuestadora Criteria Research, revela que la mayoría ciudadana es todavía más izquierdista que los miembros del Parlamento: el 83 % de ella es partidario de que las empresas de servicios públicos sean del Estado, versus un 46 % de los congresistas; un 81 % de la ciudadanía cree que todas las AFP deben ser estatales, mientras sólo el 39 % de los congresistas piensa lo mismo; sólo un 23 % de la ciudadanía opina que las isapres deben seguir siendo privadas, mientras el 60 % de los parlamentarios opina eso.
 
¿Qué nos anticipa lo anterior? Algo que las encuestas presidenciales también vienen anticipando: un triunfo de la extrema izquierda en la elección presidencial de 2021. Beatriz Sánchez, del Frente Amplio, las encabeza, seguida de cerca por José Antonio Kast, que en uno de los sondeos más recientes logró sobrepasarla. 
 
Es decir, la única fuerza capaz de hacerle frente a la izquierda es la heredera del Sí de 1988, que debería haber ganado en ese año si no se hubiera formado un frente multinacional del No que, con gigantescos recursos publicitarios del exterior que el gobierno de Pinochet no podía igualar, dio vuelta a un porcentaje de la opinión pública chilena, permitiendo el triunfo de la alternativa peor. 

En consecuencia, como he dicho antes en otros blogs, hemos vivido bajo la dictadura del No ya por 29 años y eso ha calado hondo en el país. El electorado de derecha ha sufrido un lavado de cerebro y ya los partidos que apoyaron el Sí hasta han renunciado a sus principios y ahora son el soporte del séptimo Presidente consecutivo del No.
 
Tanto es así que la reforma tributaria que impulsa este gobierno, para reemplazar el texto ininteligible que los mismos del No aprobaron en la "cocina" bajo el gobierno de Bachelet, no contempla una rebaja del impuesto a las empresas, vital para que la "torta" que se reparten los chilenos crezca como crecía bajo el Gobierno Militar (10,3 % en 1989). 

Piñera no puede estar de acuerdo en bajar el impuesto a las empresas, como propusiera José Antonio Kast, el único candidato del Sí después de 1994 (cuando José Piñera y Arturo Alessandri, que eran del Sí, compitieron contra Frei Ruiz-Tagle). Piñera ha dedicado su vida política a subir impuestos. Primero, como senador de RN desde 1990, apoyando a Aylwin en eso (mientras al mismo tiempo negociaba con él su compra de las acciones que Corfo tenía en LAN), llevó a su partido a votar por el alza. Después, como Presidente entre 2010 y 2014, se dedicó a subir más aún los impuestos. 
 
El siguiente comentario de Camilo Cammán en la revista de José Piñera, "Economía y Sociedad" N° 99, recién aparecido, lo dice todo sobre este tema: "Mientras duró la tasa de impuesto a las empresas del 10 % (1985-1991), la tasa de crecimiento promedio fue de 6,32 %; durante la tasa de impuesto de 15 % (1992-2002), fue de 5,6 %; durante la tasa del 17 % (2003-2011) un 4,7 % y para el período 2012- 2017, en que hubo tasas hasta llegar al 27 %, el crecimiento promedio fue de 2,7 %. Estados Unidos bajó la tasa de 35 a 21 % y sus resultados sobre el crecimiento ya se están comenzando a observar".

Un Chile de izquierda se nos viene, porque de izquierda a derecha se ha impulsado o permitido el lavado general de cerebros sobre el pasado histórico y la denigración del único gobierno de derecha que hubo en Chile en más de medio siglo, cuyas políticas nos pusieron a la cabeza de América Latina. Hoy ya hemos perdido ese primer lugar y la única posibilidad de reeditarlo en 2021 es la que personifica José Antonio Kast. Pero ya hemos visto que Sebastián Piñera y señora han decretado que "eso no es bueno para Chile" (claro, ninguno de los dos es de derecha ni fue partidario del Sí) así es que nuestro candidato deberá remar contra la corriente.


El panorama no es bueno y es el resultado de haber cedido todo ante la izquierda: la verdad histórica, los principios, la buena doctrina económica y hasta los sitios preferentes para las estatuas en la Plaza de la Constitución.
 
 
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