lunes, 11 de febrero de 2019

 

 

   El inverosímil fallo del caso Frei ha puesto a flote otra vez lo más miserable del alma nacional. A propósito de él dos ex Presidentes y un tercero en ejercicio le han mentido al país, al expresar que el fallo dice algo que no dice… salvo que no entiendan lo que leen, suposición que en Chile nunca ha sido aventurada.

   Y simultáneamente la persecución judicial ilegal contra Cheyre, a su turno, reitera una desvergüenza ya conocida, pero aún mayor que la del juez Madrid, y ahora de proyecciones masivas.

   Sobre el juez Madrid el ex ministro de la Suprema, Patricio Valdés, en entrevista a “La Tercera” (10.02.19), ha dicho algo muy importante: “…tampoco creo que un juez se deje presionar, pero indudablemente (en) una causa como ésta (el caso Frei), lo que diga el medioambiente indudablemente puede influir en algo. Ahora es cosa de recordar lo que ocurrió con el ministro Juan (Manuel) Muñoz (Pardo), usted y yo sabemos, aunque la gente no lo recuerde: él acogió, junto a otros dos ministros, los amparos de los procesamientos que dictó Madrid en 2009. ¿Qué obtuvo como resultado? Que cuando fue nominado para ascender a la Corte Suprema fue vetado por la DC, no me gustaría calificar esto, pero grafica cómo este caso influyó en la carrera de un juez. ¡Imagina (si) Madrid después de tantos años se convence de que no fue homicidio!”

   ¿Es esto propio de un país donde impera un estado de derecho? No, por supuesto. Esto es sólo una gran frescura. El caso Frei es sólo la punta del iceberg de un proceso inmoral de mercantilización de la judicatura. Nadie es más partidario que yo de la vigencia del mercado, pero no del mercado de la droga ni de que los fallos judiciales se conviertan en un negocio turbio, a raíz del terrorismo desatado por los recursos de protección contra las isapres y los juicios de derechos humanos, grandes negociados que parten donde parte la mayoría de los negociados: en una gran falla del Estado a través de la ley (isapres) o de la prevaricación de los jueces (DD. HH.)

   El caso Frei fue desde un comienzo un engendro político de la segunda índole. Como ha escrito el doctor Francisco Ossandón, ex presidente del Departamento de Ética del Colegio Médico (El Mercurio, 01.02.19), “un paciente con un intestino necrótico no extirpado muere irremediablemente en pocos días”. Eso lo supo todo el mundo desde que falleció Frei y por eso durante quince años nadie dijo nada y durante veinte años no hubo acción judicial alguna. Hasta que los fallos ilegales e inconstitucionales sobre DD. HH. abrieron los apetitos: ¡se podía crear un delito donde no lo había y obtener un triunfo político y una gran indemnización!  

   Porque hace unos años los políticos se dieron cuenta, merced a los juicios ilegales de persecución a los militares, y en particular de la prevaricación escandalosa del ministro Juan Guzmán contra el ex Presidente Pinochet, que aquí una mayoría, sobre todo ante una derecha política corrompida por Piñera (la totalidad de la cual, siguiéndolo, se había pasado al otro bando, al del “No”) que se podía hacer lo que se quisiera con los jueces y con las leyes. Y a eso se han dedicado, pero ahora, con el caso Frei, se les ha pasado la mano. Han quedado en evidencia. Y a partir del caso Cheyre, que recién comienza, lo quedarán aún más.

   La desvergüenza de Lagos cuando fundó la Comisión Valech, para darles dinero a todos los alguna vez interrogados a raíz del terrorismo desatado por la guerrilla ex UP entre 1973 y 1990, sólo es menor a la de Piñera al haber sido el gobernante que más querellas ilegales presentó (mil) contra los militares. Porque fue peor que las del Informe Rettig, de Aylwin, que llenó de plata a la extrema izquierda armada, pero por lo menos declaró respetar la amnistía, no patrocinó querellas ni dejó el terreno sembrado para treinta mil juicios, como Lagos con su Informe Valech y que se vienen ahora. Es que Lagos ha vivido una vida política equivocado, pero hasta entonces no había hecho canalladas, sino que sólo solía decirlas. Como político le reconozco una sola virtud: que Piñera es peor. Por eso yo una vez dije: si ambos pasaban a segunda vuelta, yo votaba por Lagos, como mal menor. Y tal vez ese apoyo mío lo hundió en las encuestas y no pudo ser candidato. Pero, sin embargo, yo jugaría tenis con Lagos, en la seguridad de que no me va a robar los puntos dudosos; en cambio, jamás jugaría con Piñera. 

   La perspectiva terrorífica, desatada por el caso Cheyre, es que ahora se nos viene un diluvio de querellas fundadas en la Comisión Valech, porque está dado el incentivo de mercado: la presenta el gobierno de Piñera, experto en eso (es el que más ha presentado, a través del inefable Ubilla, de todos los de la Concertación);  declaras que un militar te interrogó y te torturó (y si eres mujer hablas de “ratones en la vagina”); y después de un tiempo te dan decenas o cientos de millones de pesos. Está pasando en el caso Cheyre: éste fue el hoyito abierto en la pared de la represa. Ahora viene la inundación. Tal como en ese caso y en todos los anteriores, los jueces –que con razón temen por su carrera— condenan a diestra y siniestra. Y tú aplaudes (es lo que has hecho hasta ahora, guiado por la corriente mayoritaria) y pagas, como contribuyente (también es lo que has hecho hasta ahora).

   Como decía un abogado y relator de fútbol radical: “Esto comienza, señores”. Debes saberlo. Deben saberlo los militares, carabineros y detectives a ser denunciados, hoy presos o libres, porque sus instituciones en Chile han demostrado que no rescatan a los “caídos tras las líneas enemigas”.

   Ese conjunto de acciones y omisiones, en cuyo núcleo está la derecha seguidora de Piñera, que hasta ha cambiado sus Declaraciones de Principios para desertar y pasarse al otro bando, es lo que he llamado “la miseria de la chilenidad”.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

 

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