sábado, 27 de octubre de 2018
San Juan Bautista decía que él era “la voz que clama en el desierto” porque predicaba la verdad, pero nadie le hacía caso. A mí me sucede lo mismo respecto de varias verdades, pero en particular una: la de que el Gobierno Militar procuró respetar los derechos humanos y, por tanto, no es cierto que los violara de manera permanente y sistemática. Pero esta falsedad, de origen comunista, es la piedra angular de toda la política chilena actual.
Como lo acredita Paul Johnson, desde el mismo 11 de septiembre de 1973 el KGB soviético centró su propaganda mundial contra la Junta en los supuestos “atropellos a los derechos humanos”. No sabían lo que realmente pasaba en Chile, pero sí tenían claro que debían defender a la guerrilla marxista, para lo cual, y para proteger a la subversión que alentaban en todo el occidente, desde mucho antes habían preparado sus baterías propagandísticas, la más importante de las cuales fue Amnesty International, cuyo origen comunista desenmascaró el historiador chileno Claudio Véliz en memorable artículo para el Centro de Estudios Públicos (“Estudios Públicos Nº 108 de 2007). Allí se prueba que el agente inglés del Comintern soviético, Alec Digges, convenció al no comunista, pero “compañero de ruta”, Paul Berenson, de fundar y encabezar una entidad que defendiera a la subversión y consiguiera amnistiarla en todas partes, como de hecho fue amnistiada en Chile. Pues pocos saben que los mayores beneficiarios de la Ley de Amnistía de 1978, que hoy se deniega a los militares ¡oh paradoja! fueron los extremistas de izquierda, alrededor de 9 mil de los cuales se acogieron a ella en los años 70 y 80.
Pero ni el mismo Digges habría podido imaginar que medio siglo después las consignas comunistas iban a ser recitadas al pie de la letra en Chile y no sólo por las previsibles y acostumbradas antenas repetidoras de la DC y sus afines, como Sebastián Piñera, sino por cerebros lavados de la UDI, como Joaquín Lavín y Andrés Chadwick, previa repetición masiva y reiterada de todos los RN y de su adopción hasta por el decano de la prensa, los columnistas de derecha y ¡sorpresa total, final e inesperada, por los militares! como el propio coronel Villarroel, última víctima de la consigna, injustamente defenestrado de la dirección de la Escuela Militar por sospecha de haber admitido la defensa de un brigadier perseguido por los jueces de izquierda. En efecto, el coronel se defendió en “El Mercurio” aludiendo a que él siempre había repudiado “las violaciones a los derechos humanos” del Gobierno Militar. Increíble.
¿Cómo se las arregla un partido totalitario, cuyas recetas han fracasado en todo el mundo y que no pasa del cinco por ciento de adhesión en Chile, para tener a casi todos los chilenos repitiendo un mantra falso? Yo les voy a decir cómo: mediante la repetición incesante y la agresión verbal y/o física a quienquiera intente defender la verdad.
La injerencia comunista en Chile es mayor de la que casi todos imaginan. Un “texto sagrado”, el Informe Rettig, según reconoció uno de sus artífices, el historiador Gonzalo Vial, se fundó en la Vicaría de la Solidaridad, que les “había dejado el trabajo casi hecho”, dijo, en sus archivos. ¿Y quién era el Archivero de la Vicaría? Un alto jefe comunista, José Manuel Parada, reclutador de militantes para el FPMR (confesión de Alfredo Malbrich, reclutado para el Frente por Parada en la Vicaría, “El Mercurio”, 28 de agosto de 1986).
¡Entonces, la base de la biblia política chilena, el Informe Rettig, fue inspirada y redactada por un alto jefe comunista y del FPMR!
¿Cómo lograron “colarse” en esos términos en la política y la opinión pública chilena? Obvio, con la colaboración de los “kerenskys”, el principal de los cuales fue Patricio Aylwin Azócar, incitador de los militares para que se tomaran el poder y después principal agente acusador de ellos. Sin negar el importante papel de Eduardo Frei Montalva (“Esto se arregla sólo con fusiles”, Acta Rivera, 6 de julio de 1973).
El resto ha sido cuestión de tiempo. Vino después la desvergonzada Comisión Valech para dar pensiones vitalicias a 30 mil sospechosos de terrorismo interrogados durante el Gobierno Militar. Y después la rendición incondicional del Comandante en Jefe Juan Emilio Cheyre en 2005, que le cargó la culpa de todo al Ejército. Los marxistas malagradecidos hoy lo tienen procesado, ilegalmente, por supuesto, pero es seguro que no irá a Punta Peuco.
Y, finalmente, la “vuelta de chaqueta” masiva de la derecha política, para apoyar a Sebastián Piñera, no obstante su prontuario y la persecución desatada por él contra los militares, el cierre del penal “Cordillera” y las 943 querellas ilegales de su Ministerio del Interior, triplicando las existentes, acogidas por la justicia de izquierda y que atiborraron Punta Peuco y ya van llenado la Cárcel de Alta Seguridad.
Los sucesivos altos mandos uniformados, por su lado, han dejado abandonados a sus “caídos tras las líneas enemigas”. Y así el soldado más distinguido y correcto de los que luchó contra el terrorismo, condecorado por su heroísmo con la Medalla al Valor en 1974 por eliminar en combate al más alto cabecilla terrorista, es condenado cuarenta años después y por ese mismo hecho, contraviniendo todas las leyes, a diez años más de presidio adicionales. Humor judicial macabro. El 80% de las condenas a más de 600 años que ya suma ese distinguido oficial se las impuso un solo ministro sumariante que jamás lo interrogó y lo llamó para conocerlo sólo cuando se iba a retirar, a los 75 años. Fue el mismo que cínicamente confesó en la televisión, ante mí, que condenaba sin probar los delitos, en virtud de una “ficción jurídica”.
Ese mismo oficial ya lleva 18 años preso y le escribe al actual Comandante en Jefe, sin la menor esperanza de que le conteste, que ha sido condenado dos veces o más por una misma causa, que ha sido careado con todo el lumpen terrorista, el cual repite un recital mal aprendido; que en algunos casos ¡ha sido exculpado por esos mismos terroristas, no obstante lo cual el respectivo juez marxista igual lo ha condenado!; que en ningún proceso se le ha comprobado responsabilidad alguna, sino que se le ha culpado por meras “presunciones”; que el principio pro reo no ha regido para él, como tampoco el de legalidad que exige la Constitución. Ni se le ha respetado su derecho a la prescripción, a la amnistía o a la cosa juzgada.
La verdad histórica es que el Gobierno Militar ordenó respetar los derechos de todas las personas en las operaciones de mantenimiento del orden, pese al terrorismo extremista activo. Permitió inspectores extranjeros. Permitió que el presidente de la Cruz Roja Internacional visitara cualquier prisión sin necesidad de permiso previo. Todo lo cual, además de tener un fundamento moral, era de sentido común, porque los créditos internacionales y las compras de armamento estaban sujetas a la condición de respetarse acá los derechos humanos.
¿Qué hacer contra la prensa, la TV, las radios, la derecha, los kerenskys y la izquierda recitando diariamente el falso mantra comunista en contrario? Lo que hace esta Voz que Clama en el Desierto, repetir la verdad: que el Gobierno Militar incluyó en su Declaración de Principios el respeto a los derechos humanos. Que en sus circulares número 1 de 7 de enero, y número 22 de 25 de enero, como en la de Carabineros de 15 de febrero de 1974, ordenó a todos sus efectivos respetarlos. Que suprimió la DINA por no haberse ceñido a esas normas. Que luego prohibió a la CNI detener personas. Que hasta formó en 1978 una “Comisión Asesora de Derechos Humanos”, presidida por el distinguido jurista Ricardo Rivadeneira, hecho hoy olvidado. Tal vez porque en 1978 el país estaba pacificado y sólo hubo ocho muertos en enfrentamientos con el terrorismo en ese año.
Pero no: el mantra comunista determina las políticas públicas, permite que más de 800 millones de dólares anuales vayan al terrorismo de izquierda y tiene vedado a todo chileno oír siquiera la verdad histórica en el tema de los derechos humanos, so pena, como en el caso del director de la Escuela Militar, de destitución si la verdad se menciona en un recinto de su dependencia, aunque él mismo después alegue que compartía la consigna comunista.
Y por decir todo esto soy, en Chile, “la voz que clama en el desierto". Pero, como en el caso del Bautista, proclamo la verdad, y más temprano que tarde (2021) ésta terminará por prevalecer.
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