1 DE ABRIL DE 2021 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


Hay un solo prócer en Chile cuyo legado político ha sido más traicionado que el de Jaime Guzmán: Augusto Pinochet. Del de éste, por lo demás, Jaime fue principal artífice. Ello quedó reflejado en la Declaración de Principios del partido que fundó, la UDI, escrita en esa parte de su puño y letra y que decía: "Consciente del proceso de descomposición política y social que el régimen democrático chileno experimentó en las últimas décadas, cuya derivación totalitaria hizo ineludible el pronunciamiento militar de 1973 (...) destaca el patriotismo y espíritu de servicio de las Fuerzas Armadas y de Orden de Chile, cuyo origen y gloriosas tradiciones se identifican con el surgimiento y defensa de la chilenidad a través de toda la historia del país, incluida su acción libertadora del 11 de septiembre de 1973, que salvó al país de la inminente amenaza de un totalitarismo irreversible y de la dominación extranjera, culminando así una valiente resistencia civil y recogiendo un clamor popular abrumadoramente mayoritario".

Increíblemente, años después la UDI suprimió de su Declaración de Principios este esencial acápite, con el apoyo del 70% de su Consejo General, dando una señal ostensible más --de las muchas que la precedieron-- de que había dejado de ser "el partido de Jaime Guzmán".

Esa supresión fue muy similar a la que poco antes había practicado Renovación Nacional y a la que intentó Patricio Aylwin en 1993, cuando afirmó que jamás había dicho que Salvador Allende y la UP preparaban un autogolpe con la intención de instalar en Chile un régimen totalitario, declaración que, lamentablemente para él, había quedado registrada en 1973 en un video que puede consultarse en YouTube.

También increíblemente, la UDI apoyó a Sebastián Piñera, a quien Jaime Guzmán consideraba la peor amenaza contra el modelo político, económico y social legado por el régimen militar. Lo sé porque me lo dijo al instarme a competir con aquél por la senaduría de Santiago Oriente, pues estimaba que el exDC utilizaría su cargo --como efectivamente lo hizo-- para denigrar a Pinochet, perseguir a los militares (ha sido el principal promotor de la prevaricación judicial en su contra) y demoler su obra de gobierno (entregó hasta la propia Constitución). 

Tal vez la tarea más señera de Guzmán fue su participación en la redacción de dicha Constitución, tanto en su calidad de miembro de la Comisión Ortúzar, que la redactó, como en la de consejero de Pinochet, que revisó su texto como miembro de la Junta de Gobierno. Constitución cuya suerte ha sido ahora entregada a las manos del sector más violento y antidemocrático de la política chilena por la UDI y la coalición de partidos del régimen de Piñera, en un acto de rendición incondicional que no tenía precedentes en la historia de Chile.

No vale la pena detenerse en la larga fila de políticos seguidores de Jaime Guzmán que después de su muerte se han declarado "arrepentidos", se han pasado a las filas de sus adversarios, convertidos en los peores cuchillos de los presos políticos militares y han abrazado ideas contrarias a las de su mentor. Son parte de lo que he denominado "miseria moral de la chilenidad actual".    

El mejor homenaje en memoria de Jaime Guzmán es afirmar que, si no hubiera sido asesinado por el Partido Comunista y hubiera estado activo en la política nacional todos estos años, ciertamente el porvenir del país no se vería tan negro como se lo ve hoy.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

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