Gonzalo Rojas
"Ha sido falso que hayamos vivido un estallido social, un despertar de Chile. Mentira: hemos vivido capturados por la más agresiva y más diversificada violencia."
¿Qué ha sido cierto y qué ha sido falso?
La pregunta nos la hemos formulado todos al cumplirse un mes del comienzo de la violencia desatada en Chile.
Y el balance a favor de la mentira resulta desolador.
Pero no, no me refiero a las noticias falsas, sino a esa doble dimensión de la mentira que en momentos de crisis parece copar la mente y el actuar humano: el engaño producido por otros y el engaño autoprovocado.
Hemos sido muy engañados desde el 18 de octubre. Y si no lo reconocemos y no lo precisamos, seguiremos aceptando más y más la mentira, inmersos en la senda de la falsedad.
Ha sido falso que hayamos vivido un estallido social, un despertar de Chile, una legítima y pacífica manifestación de justas demandas. Mentira: hemos vivido capturados por la más agresiva y más diversificada violencia urbana de la historia nacional, programada y desplegada por minorías marxistas, anarquistas y delictuales, que les han permitido a otros segmentos —funcionarios públicos y jóvenes rebeldes— engañarnos sosteniendo que todo Chile coincidía en sus cientos de demandas y que, por eso, el país se manifestaba en contra de un modo de vida social.
Y, además, nos han engañado a fondo respecto del verdadero objetivo, porque una demanda que nunca aparecía —una nueva Constitución— fue instalada de contrabando para que cien mil bocas la repitieran, multiplicando el engaño; y, por supuesto, ha sido falso que toda la acción desplegada —la de la violencia y la de la presión callejera— haya carecido de liderazgos. Parte de la mentira ha consistido en la genialidad de ocultarse y hacernos creer que no existen cabezas pensantes y cerebros dirigentes. Que todavía no los conozcamos, eso es otra cosa.
Es falso también que se pueda imputar una violación sistemática de los derechos humanos a los uniformados y, en particular, a Carabineros. Si derechos humanos tenemos todos, gran parte de los chilenos hemos sufrido esa violación por parte de los violentistas y, de modo más parcial, pero también dramático, a causa de esos agentes del Estado que se llaman funcionarios públicos y que nos han privado reiteradamente de sus servicios.
Y a las mentiras propaladas hay que sumar los engaños autoprovocados.
Nos hemos creído los peores, los más desiguales, los constitutivamente abusadores y, por eso, tantos han buscado redención tocando la bocina de su flamante 4x4; o han declarado paros universitarios, para marchar en defensa de su salud mental, amenazada por la exigencia; o, lo más ridículo, han decidido en sus asambleas de educación particular que… ya no más educación particular.
Y como culminación de todo este grosero proceso de autoengaños, la firma del acuerdo.
Porque hay quienes creen que la afirmación de la paz y el rechazo a la violencia paralizarán a los bárbaros que expanden su dichoso “kaos”; y creen que prometerle al pueblo la reasunción de la soberanía, en un proceso de 24 meses, aplacará a los que piden “no-más” y “ahora-ya” para casi todo; y creen que haber convenido un mecanismo extraconstitucional para que Chile se dé una nueva Carta Fundamental es distinto de aquella retroexcavadora de la que tanto se quejaron algunos poco tiempo atrás; y creen que sus electores —en particular los de la UDI— van a preferir a Lavín y a Bellolio por sobre el legado de Jaime Guzmán, y que no correrán por miles a ponerse bajo el liderazgo de José Antonio Kast; y creen que no va a haber nunca más alguien que les diga a todos los que firmaron, alabaron, se esperanzaron y no advirtieron los riesgos: “nos volvieron a engañar, porque, primero, se engañaron a ustedes mismos”.
Solo se puede salir de tanta mentira corriendo los riesgos de gritar que el rey va desnudo. Y va desnudo.
Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2019/11/20/74118/Nos-hemos-enganado-tanto.aspx
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