Gonzalo Rojas S.


Aparte de defender la fracasada “tesis del mal menor”, o sea votar por Sichel -con independencia de la inconveniencia moral de ese planteamiento- hay quienes sostienen, además, que no se debe apoyar a José Antonio Kast por otros dos motivos: no podría darle gobernabilidad a Chile y no tendría programa.

Nos haremos cargo de esas dos objeciones en ésta y en la siguiente entrega.

Respecto de la gobernabilidad, es decir de la capacidad de sostener en los hechos el poder legítimamente obtenido por el sufragio popular, a quienes critican a cualquier candidato a quien consideran, en caso de obtener la presidencia, como alguien que será acosado ad infinutm por la movilización opositora, es bueno recordarles que la gobernabilidad no depende exclusivamente de las decisiones que tomen ciertas fuerzas asistémicas contra un gobierno, sino principalmente de cómo éste mismo se comporte.

Casi siempre la mirada sobre la gobernabilidad se centra en la actitud rupturista que podrían tener los partidos y movimientos de izquierda extrema -y en Chile los tenemos muy bien organizados y ampliamente apoyados en ciertos medios de comunicación- pero esa consideración es sólo parcial, incompleta. Cuando se afirma algo así como “es que le harán la vida imposible, no podrá gobernar”, todo el énfasis se pone en la iniciativa sediciosa, como si al frente hubiese un pelele, un mono de papel. 

Quizás esa impresión encuentra algo de mayor fundamento en los últimos años, después de ver el comportamiento de Sebastián Piñera y de sus ministros del Interior frente a la crisis nacional y, en particular, ante el terrorismo en La Araucanía. Pero ésa es justamente una falencia que puede y debe ser corregida, que ha correspondido a un carácter presidencial acomodaticio ante las presiones y temeroso de los juicios posteriores. No es una nota característica de todo poder presidencial bajo ataque, sino un defecto gravísimo del actual presidente y de sus colaboradores en el rubro.

¿Puede ofrecer Kast algo distinto en la materia?

Por supuesto, algo muy distinto.

En primer lugar, entre sus mayores activos se encuentra el saber transmitir firmeza y convicciones, el no achicarse ante la retórica rupturista -tantos ataques de entrevistadores y panelistas le han servido para demostrarlo- el no querer quedar bien por temor o táctica. Le llora a Chile un presidente con talante que exprese autoridad.

A continuación, la voluntad para ejercer todas las atribuciones propias del poder ejecutivo y de la potestad reglamentaria, que son enormes, muy especialmente respecto del control del orden público y del combate a la subversión y al terrorismo, los campos donde las oposiciones rupturistas obviamente más pondrán a prueba la gobernabilidad. O sea: ustedes quieren hacerle la vida imposible al gobierno, pero el gobierno hará imposible la maldad de ustedes. Si Piñera hubiera actuado así…

Súmesele la convicción de querer cumplir con el propio programa -del que hablaremos la semana próxima- sin claudicar ante las presiones ni buscar congraciarse con visiones distintas, al modo de Piñera con el intento de equiparación de las uniones homosexuales al matrimonio. Por supuesto, esta convicción programática implica contar con un Congreso afín… pero eso obviamente no depende de las condiciones de gobernabilidad de Kast, sino del resultado de la elección parlamentaria, ciertamente un punto débil para él o para cualquiera.

Sostener que no lo dejarían gobernar es afirmar un derrotismo inicial, es pensar que hay que entregarle el timón a la tripulación desde el comienzo del viaje: no se vayan a amotinar.

Fuente: https://viva-chile.cl/2021/08/la-gobernabilidad-de-jose-antonio-kast/

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