Gonzalo Rojas
"Están en la generación sub-35, porque es en ese segmento donde el proyecto de una sociedad libre ha ido siendo desvirtuado."
Se dice que los votos están en el centro, que ahí hay que ir a buscarlos.
¿El centro? ¿Qué es eso?
En realidad, los votos que hay que conseguir están más bien en la generación sub-35, porque es en ese segmento donde el proyecto de una sociedad libre ha ido siendo desvirtuado.
Con esos jóvenes, paciencia y claridad.
Paciencia para entender que muchas veces no será ni de inmediato ni plenamente que se logre convencerlos, pero claridad, porque cediendo no se consigue nada, o más bien, lo que sí se logra es que ellos miren a sus mayores como unos burgueses incapaces de argumentar.
Entre otros, estos tres temas parecen de capital importancia en la conversación con los sub-35.
Muchos de ellos dicen que defendemos un modelo que genera desigualdad e injusticia, que la subsidiariedad ha fracasado. Varios son los planos en que se debe responder. Por una parte, haciéndoles énfasis en que las injusticias son siempre producto de comportamientos personales; por otra, recordando que la desigualdad no es en sí misma un mal; a continuación, mostrándoles cómo, justamente en las generaciones más jóvenes, los índices de desigualdad disminuyen notablemente; más adelante, pidiéndoles que precisen en qué aspectos concretos y cómo quieren mejorar lo que efectivamente está mal y, por último, contrastándoles los logros del modelo subsidiario con los fracasos del modelo socialista.
Un segundo reclamo juvenil tiene que ver con la defensa de las causas de las minorías. Para contestarles, hay que preguntarles primero de qué minorías están hablando y por qué solo defienden a las más mediáticas, y no a otras que integran personas sin exposición pública; cuando precisen las demandas de ciertas minorías, hay que analizarlas en detalle y mostrarles cómo, si todas las minorías tuvieran derecho a la multitud de sus peticiones, el país se acabaría, por partición ad infinitum; después, hay que hacerles ver que respecto de las demandas que puedan ser legítimas, se presenta el problema de los métodos para satisfacerlas, algunos de los cuales son ilegítimos porque usan la violencia o porque vulneran el derecho. Y, por último, siempre viene bien hacerles una pregunta: ¿Y este múltiple reconocimiento de lo minoritario cómo se compagina con la igualdad? Habrá entonces que explicarles la diferencia entre la igualdad esencial y las diferencias accidentales.
A los creyentes, también nos dirán que el cristianismo ya no es solución para nada, y, en concreto, que la Iglesia Católica está completamente desprestigiada por los abusos y las riquezas. Por supuesto, habrá que contestar que nadie pretende que la Doctrina Social de la Iglesia opere como ideología de fórmulas universales y unívocas, sino que simplemente sirve para orientar en la búsqueda responsable de buenas soluciones concretas; habrá que hacerles ver, además, que las confesiones religiosas no se presentan como ONGs, sino como caminos de salvación y que, por lo tanto, es a los cristianos concretos —y no a la fe o a la moral cristianas— a quienes hay que reprocharles incoherencias o claudicaciones.
Pero, de paso, se les podrá recordar a los sub-35 que son muchos millones los creyentes que se portan muy bien y que despliegan sus convicciones mediante una dedicación social (salud, educación, vivienda, alimentación, etc.) en vidas que han sido de gran eficacia en la historia de la humanidad. Y que ellos, los más jóvenes, pueden aprender de esa auténtica riqueza expresada en tantos sencillos ejemplos de creyentes anónimos, muchos de los cuales se han manifestado visiblemente en tiempos de pandemia.
Los votos sub-35 no se conquistan con campañas; se consiguen con buenos argumentos, uno a uno.
Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2020/12/30/84655/Donde-estan-los-votos.aspx
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