Gonzalo Ibáñez Santamaría
El grupo de expertos encargado de redactar un anteproyecto de nueva constitución acordó definir a Chile como un “Estado Social y Democrático de Derecho”. Quienes inventaron este nombre reconocen filas en los grupos y partidos socialistas y marxistas y, según ellos, el haber definido así a Chile, significa que el Estado deberá proveer los denominados “derechos sociales” en forma gratuita a todas las personas. Entre otros: educación, salud, vivienda, previsión social, por no agregar vacaciones, diversiones, viajes, etc. Es decir, una explosión de derechos que cada persona podrá exigir sin límites al estado. Es lo que ellos denominan el “estado solidario” como contrapuesto al estado subsidiario que, siempre según ellos, es un estado egoísta al servicio de los más “poderosos”.
Nada nuevo bajo el sol. Ese estado solidario con el que se llenan la boca, ya existió precisamente en los regímenes en que esos grupos y partidos alcanzaron el poder y se entronizaron por la fuerza largo tiempo en él. Pero, era un estado “abarcalotodo” ineficiente e inútil que no dejaba espacio alguno al ejercicio de las libertades personales. De hecho, como nunca se preocuparon de generar los recursos suficientes para hacer frente al cumplimiento de sus promesas, al final, este cumplimiento se resolvió en la entrega de una “tarjeta de racionamiento” por la cual aseguraban a cada persona una cuota mínima de productos, lo justo y necesario para que no muriera de hambre o de frío; y que, además, para recogerlos, debía hacer interminables colas como fue en Chile entre 1970 y 1973. Esa fue la “igualdad” que produjeron esos grupos. Y es la que quieren reproducir de nuevo en Chile bajo el pomposo nombre de Estado Social y Democrático de Derecho.
Contra ese intento -más allá del nombre que se le quiera dar- hemos de luchar con toda decisión y precisamente por amor a los más pobres y vulnerables que siempre son las primeras víctimas de estos intentos de demagogia. Es cierto que un Estado bien organizado debe ser capaz de producir los bienes y servicios necesarios para el mejor vivir de sus miembros, pero para ello debe precisamente recurrir al esfuerzo de todos y, por ende, debe abrir espacios para que podamos ejercer una libertad creativa y responsable, lo cual supone desde luego asegurar el respeto al derecho de propiedad. Este es precisamente el “estado subsidiario”, como lo hemos vivido en Chile durante los últimos 40 años con el éxito que conocemos y que, contra lo que dice la demagogia, ha llegado a todos los chilenos.
Si el país en los últimos cinco años ha retrocedido, si la pobreza ha aumentado y las condiciones de vida se han deteriorado, es precisamente porque en él se ha debilitado ese carácter subsidiario del estado. Es de esperar, entonces, que el recién elegido Consejo Constitucional ponga las cosas en su lugar e impida que Chile pueda ser la víctima de estas ensoñaciones socialistas. Los más pobres y vulnerables se lo agradecerán.
Fuente: https://web.facebook.com/gonzaloibanezsm
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