Gonzalo Ibáñez Santamaría
El Mercurio de Valparaíso me publicó este artículo sobe Valparaíso y sus tribulaciones. Me interesan muchos los comentarios que pueda despertar; pero también, su difusión. Valparaíso no puede esperar.
"Cuando todo parecía a punto para que por fin se iniciaran las obras de ampliación del puerto de Valparaíso, una resolución judicial obligó, una vez más, a suspenderlas. Esta vez, porque el proyecto afectaría la presencia de los pescadores en la poza de abrigo y, nuevamente, por el impacto ambiental sobre el paisaje. Hace ya más quince años que este proyecto yace en la sala de espera y, mientras tanto, nuestro puerto de Valparaíso pierde competitividad y capacidad de servicio al comercio marítimo. Durante meses, por ejemplo, hemos visto como se acumulan los barcos afuera de la bahía esperando sitio para proceder a sus maniobras, entre otros motivos porque todavía a Valparaíso no se le ha permitido dar el paso de crecimiento que le permita ofrecer una mejor atención al mundo naviero.
Lo cual, por cierto, no sucede sin afectar seriamente la vida tanto de la ciudad como del conjunto de los porteños. El puerto provee más de un tercio de los puestos de trabajo de la ciudad, por lo que, impedir su crecimiento, significa detener su capacidad de creación de nuevos empleos. Es una manera de decirle a la juventud de la ciudad que debe emigrar si quiere encontrar horizontes laborales que le permitan llevar adelante una vida digna. En definitiva, la no concreción del proyecto portuario durante tantos años ha provocado un evidente éxodo de la población porteña con el resultado de que ya hay barrios tan patrimoniales como El Almendral y el Barrio Puerto que están quedando literalmente despoblados.
En este contexto, las trabas que se ponen a este proyecto de expansión simplemente no se entienden. Dicen, quienes están detrás de ellas, que les preocupa la situación patrimonial de Valparaíso, pero es este patrimonio el que primero sufre las consecuencias. Un Valparaíso despoblado y arruinado no es patrimonio para nadie. La principal condición patrimonial de Valparaíso es su vitalidad como ciudad y como puerto. Todo lo demás viene por añadidura. El patrimonio arquitectural y urbanístico es el reflejo de esta vitalidad. Sin ésta, aquél no vale nada. Por eso, más que del patrimonio, lo que se alega parece provenir de una ideología disfrazada de patrimonialista.
Y, por eso mismo, pueden agregarse al daño que sufre Valparaíso por estas sucesivas resoluciones judiciales, el daño causado por otras situaciones tan negativas como aquella. La principal, sin la menor duda, es la que afecta a todo el sector del Barón convertido desde hace más de 15 años en un sitio eriazo, gigantesco en proporción al área que ocupa el sector plano de la ciudad. Cualquiera que lo observe concluirá que es el lugar más estratégico de la ciudad, sin embargo, abandonado porque ha habido quienes pertinazmente se han opuesto a que él sea destinado a un centro comercial de alta calidad. Con ello, Valparaíso ha perdido parte muy importante de su condición de ciudad turística y, por lo mismo, ha perdido una formidable fuente de crecimiento económico y de creación de empleos con la consiguiente pérdida de población que ha debido partir a otros lugares buscando un futuro que su ciudad, Valparaíso, le niega.
En esta estrategia demoledora, los alcaldes que se han sucedido al mando de la comuna durante los últimos 32 años han sido, por paradoja, los principales responsables de la desmedrada situación en que ésta se encuentra. Han sido ellos los que no han sabido defender los verdaderos intereses de Valparaíso y de sus habitantes y los que se han inclinado serviles antes las consignas ideológicas que se han enarbolado para matar todas las distintas iniciativas que se han propuesto para facilitar el crecimiento de la ciudad. Fue el caso de los alcaldes anteriores, pero lo es especialmente el caso del actual, Jorge Sharp.
Él ha hecho de la oposición a cualquier iniciativa de progreso su bandera predilecta y ha convertido a la ciudad en un “mall” del comercio callejero, incubadora de delincuencia, de insalubridad, de fealdad y nuevamente de cierre de fuentes de trabajo, por la ruina que le ha producido al comercio establecido y porque, por falta de seguridad ciudadana, el temor a vivir en Valparaíso crece día a día. Ahora ha propuesto que el sector Barón se convierta en lo que él llama un parque, pero que, improductivo, será como el resto de la ciudad, pasto de comercio callejero, de fealdad y de suciedad.
En este escenario, se ha vuelto a hablar de la construcción del tren “rápido” entre Valparaíso y Santiago como la salvación de nuestra ciudad. Él puede ser un paliativo, pero tengamos presente que, al final, puede resultar que nos convierta en otro apéndice de Santiago. Para evitarlo, es a los otros problemas a los cuales se ha de dar solución ya. Y, en este contexto, parece que ese tren sí es necesario, pero antes que nada como apoyo a la actividad portuaria, para entrada y salida de mercaderías.
En fin, aunque no en la misma comuna, pero sí en la misma ciudad, el abandono del sector de Las Salinas, antaño ocupado por las petroleras, amenaza con seguir los mismos pasos. Esto es, que las discusiones denominadas patrimoniales y otras similares terminen por levantar un muro infranqueable a proyectos que, de ser realizados, revitalizarían la ciudad y constituirían fuentes de empleo.
Conclusión: esta postergación indefinida de proyectos opera como una real puñalada por la espalda de Valparaíso, especialmente d los grupos más vulnerables que ven cómo desparecen de sus horizontes vitales estas fuentes de subsistencia y de progreso. Ellos, antes que nadie, son los que hace un buen rato ya están pagando la cuenta de estos "gustitos ideológicos".
(El Mercurio de Valparaíso, 05/06/22 p. 28)
Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm
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