Gonzalo Ibáñez Santamaría


Con cierta majadería se repite una y otra vez que, de triunfar la opción Rechazo en el plebiscito el 4 de septiembre, el país caería en una situación de inestabilidad, de incertidumbre e, inclusive de mayor violencia que la que nos golpea hoy. Hasta el ministro Giorgio Jackson se permitió anunciar que, de darse ese resultado, el futuro del país sería muy incierto. Velada amenaza para decirnos que, de no triunfar “ellos”, la violencia puede no tener contrapeso.

La pregunta no es puramente teórica porque, uno detrás de otro, los sondeos de opinión pública dan cuenta de cómo la opción Rechazo se mantiene sobre la opción Apruebo y, eso, desde hace ya más de dos meses. Ante esta realidad, la respuesta lógica tanto del Gobierno como de la Convención Constituyente debió haber sido una significativa moderación del texto que esa Convención ha estado aprobando. Pero, nada de eso ha sucedido, por lo que la conclusión no puede ser otra que el Gobierno y las fuerzas que lo respaldan han resuelto jugarse en esa fecha el todo o nada. Y que, para evitar la derrota, están dispuestos a cualquier artimaña, sea cual fuere el costo que ella pudiera tener para el país.

El hecho que la opción Rechazo haya pasado a la punta muestra hasta qué punto el país ha despertado de la verdadera borrachera ideológica en que se sumió hace poco más de dos años. Está claro ya que el famoso estallido mostró no una real insatisfacción con la realidad entonces vigente, sino cuán profundo había calado la prédica demagógica que nos venía azotando desde bastante antes y, frente a la cual, ninguna fuerza política osó hacerle frente como correspondía. Especialmente me refiero a esos partidos denominados de “derecha” que, formados para sostener el legado dejado por el gobierno militar, no demoraron nada en pasarse al adversario.

Por eso, afirmar como se hace en este sector, que a todo evento debemos dar por muerta la constitución 1980/2005, es decir Pinochet/Lagos, de tal modo que si gana el Rechazo deberíamos elegir nueva Convención para redactar otro proyecto, es simplemente un despropósito y una manera de sembrar confusión acerca de qué significa Rechazar. Y, por lo tanto, una manera de debilitar esta opción.

El Rechazo bien puede ir más allá del texto que se vote el próximo septiembre y mostrar un verdadero hastío de cara a la discusión constitucional en que hemos estado durante estos más de dos años. Recordemos que durante décadas el cambio constitucional se mantuvo lejos al fondo de la tabla de las preocupaciones ciudadanas. Y no hay ninguna razón para que no vuelva a estar ahí de nuevo.

El Rechazo que el país vote el próximo 4 de septiembre no tiene ni puede tener apellidos, y eso hay que defenderlo de cualquier amenaza, aún de la violencia. Es de eso de lo que corresponde nos preocupemos ahora de manera que, efectivamente, por la vía del Rechazo, sea el país quien triunfe en esa fecha.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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