Gonzalo Ibáñez Santamaría


Ya es un hecho evidente. Detrás del proyecto de nueva constitución subyace una gran mentira, puesta al descubierto hace unos días. En su momento, quienes propiciaban el cambio constitucional afirmaban que este era imperioso porque la constitución que nos regía era la de Pinochet, impuesta en 1980, es decir, una obra de la “dictadura” -de 4 generales, al decir de Boric- y que, por lo tanto, correspondía por fin elaborar una constitución efectivamente democrática. Esto fue afirmado en noviembre de 2019 y dio origen al acuerdo por el cual se llamó a elaborar un nuevo texto que reemplazara al antiguo. En ese momento, el expresidente Ricardo Lagos guardó silencio y se plegó a la intentona de cambio. Pero hace unos días, resolvió decir la verdad: que, si triunfa en el plebiscito de salida la opción por el rechazo, la constitución que quedará vigente no es la de los “4 generales” sino la que el firmó en 2005, después de un largo y profundo proceso de reformas, y respecto de la cual él había dicho “Tenemos hoy por fin una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile”. Quedó así a la vista cómo todo el fundamento del proceso de recambio se había sustentado en la mentira de que la constitución que se cambiaba era la original de 1980, redactada por Pinochet y groseramente antidemocrática. Y, además, se mintió por omisión, al ocultar las razones de por qué los militares habían llegado al poder en 1973 y de cómo la política que ellos siguieron, sobre la base de la constitución de 1980, constituyó el medio por el cual el país construyó un progreso que nunca antes había alcanzado.

Esas mentiras son las parteras de este proceso de redacción de una nueva constitución y, por eso, no es de extrañar que el contenido del que ésta se va dotando sea un continuo de mentiras, partiendo por el carácter plurinacional de Chile, el gobierno autónomo de regiones, provincias y comunas, por el pluralismo jurídico que destroza la unidad de nuestro país, por el debilitamiento del derecho de propiedad, igualdad de género, etc. En definitiva, armas para provocar una confrontación en Chile que le permita al grupo ideológico que está detrás de este proceso hacerse del poder total.

La nueva constitución promete restaurar la democracia, la justicia y dotar a todos los chilenos de vivienda, salud, educación y dar solución a todos los problemas sociales, pero autoriza la matanza de niños en el vientre de sus madres. Una mentira detrás de la otra como ha quedado en evidencia en todos los países donde se han aplicado estas ideas: Cuba, Venezuela, Nicaragua. Y, por lo demás, en todos aquellos países que sufrieron la experiencia socialista que terminó con la caída del muro de Berlín. Mentira, porque no ofrecen ninguna respuesta a la pregunta acerca de dónde saldrán los recursos para financiar tantas promesas.

El país ya ha advertido el calibre de estas mentiras y comienza a rebelarse. Pero este engendro de nueva constitución que está en barbecho es un curco que no tiene cómo enderezarse. Frente a él, una sola opción: RECHAZO.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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