Gonzalo Ibáñez Santamaría


Ya en los últimos días de su período, entrevistado por El Mercurio (27/02/22) Piñera hace un balance de su gestión. Por supuesto, en sus palabras, el resultado es positivo. Pero, la realidad dice lo contrario: el resultado es un estrepitoso fracaso.

El 9 de octubre de 2019, nueve días antes del estallido de violencia, en declaraciones a la prensa, Piñera afirmaba "En medio de esta América Latina convulsionada veamos a Chile, es un verdadero oasis, con una democracia estable, el país está creciendo, estamos creando 170 mil empleos al año, los salarios están mejorando". ¿Qué queda de ese oasis, dos años después? Desde luego, es impresionante apreciar cómo el presidente de la República vivía en un verdadero mundo de fantasía, carente de toda noción acerca de lo que estaba sucediendo en el país y que muy poco después iba a provocar el estallido que dio inicio a un período de autodestrucción nacional, tal vez nunca antes experimentado.

El hecho es que, dos años después, Chile de oasis no tiene nada. Es un verdadero desierto en el cual ya nada crece. Piñera, para salvarse de la hecatombe, entregó la constitución: “pensé que el camino del diálogo político, en democracia y Estado de Derecho, era mejor para Chile”. Vanas palabras, que ya se sabían vanas cuando fueron puestas en aplicación. Hoy nos enfrentamos a un proceso denominado de refundación nacional, pero ya está claro que el objetivo de los convencionales es simplemente destruir al país: “Hoy la política -dice él- no está cumpliendo a cabalidad con su deber, hay exceso de confrontación, caudillismo, irresponsabilidad”. Pero, ¿por qué lo hay? Claramente por falta de un ejercicio efectivo de la autoridad. Piñera cedió a las presiones de octubre del 2019 y, de hecho, renunció a sus facultades. Desde entonces el país anda a la deriva ofreciéndose como botín para los más audaces.

La catástrofe de la Araucanía constituye sin duda una prueba cabal y muy dolorosa. Ahora reconoce que “No es un conflicto con los mapuches, es entre la sociedad entera y bandas organizadas de terrorismo, narcotráfico y crimen organizado con armamento de guerra y mucha sofisticación”. Pero, durante estos dos años, dio la impresión de que, para él, francamente no había conflicto en esa parte del país. ¿Cuánto se demoró en tomar la decisión de decretar estados de excepción? ¿Cuánto mezquinó a los carabineros su apoyo en la difícil misión que enfrentaban? ¿Cómo combinar lo que Piñera pretende ser un balance de éxito con el hecho de la aguda división que presentamos hoy los chilenos?

La prueba más irrefutable del fracaso de Piñera la constituye, sin duda, la virtual desaparición de la fuerza política que lo apoyaba -RN, UDI, Evópoli- y el hecho de entregarle la banda presidencial a alguien como Boric, aliado con los comunistas y gran promotor de la violencia política en Chile. En definitiva, deja a Chile en las peores manos. Si eso no es un fracaso, parece difícil que algo, entonces, pueda serlo.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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