Gonzalo Ibáñez Santamaría
El nombramiento de Maya Fernández como ministra de Defensa en el gobierno de Gabriel Boric a nadie puede haber dejado indiferente. Ocurre que siendo militante activa del partido socialista y, sobre todo, nieta de Salvador Allende, no parece que pueda ocupar ese puesto como cualquier otra persona. Podría ser que su gestión, en definitiva, no se distinga mayormente de tantas otras que la han precedido. Pero, entonces ¿por qué ella en ese lugar?
Es inevitable pensar que su condición de nieta de Allende implica enviar un mensaje a la ciudadanía y a las mismas Fuerzas Armadas y Carabineros. Un mensaje cuyo contenido sea el de que la acción de esas instituciones el 11 de septiembre de 1973, por la cual derrocaron a su abuelo de su cargo, fue una acción injusta e ilegítima. Que, en el fondo, detrás de ella, no había sino ambición de poder por parte de quienes la encabezaron. Las Fuerzas Armadas y Carabineros han sido durante los últimos treinta años muy leales a los gobiernos que el país ha tenido durante ese período. Pero, se trata de ir más lejos: se trata de doblegar la memoria de estas instituciones exigiéndoles que se plieguen sin reservas a este mensaje y condenen la acción de sus antecesores de hace 50 años.
Vendría a ser como el último paso en la estrategia de venganza por lo que sucedió entonces: que quienes encabezaron la rebelión y la llevaron victoriosamente adelante, aparezcan hoy día condenando su propia acción. Pero, junto con desafiar a las Fuerzas Armadas y a Carabineros, el nombramiento de Maya Fernández desafía a todo el país. ¿Aceptaremos nosotros los chilenos una versión tan tergiversada de la historia como esta que intenta presentarnos a Salvador Allende como una víctima de la voracidad militar? Una versión que busca que olvidemos lo que fueron los años de la mal llamada Unidad Popular, qué olvidemos la violencia que esta descargó sobre el país apoderándose de la agricultura, de la industria, del comercio y de las finanzas nacionales hasta llevar al país a una situación de bancarrota y de miseria a sus habitantes; una versión que busca ocultar cómo, desde el gobierno y los partidos que lo apoyaban, se gestaba una situación de guerra civil de modo de convertir a Chile en una segunda Cuba y en un lacayo de la entonces Unión Soviética.
Con este nombramiento, llega la hora de la verdad. No podremos más mantenernos indiferentes frente a cualquier versión de lo que sucedió en esos años. Sobre todo, no podremos mantenernos en esa cómoda situación en que desligándonos de todo vínculo con la acción del 11 de septiembre sin embargo nos aprovechamos de la política de éxito que construyó el gobierno militar.
No podremos permanecer, ni un minuto más, indiferentes sabiendo que un triunfo de la estrategia que representa esta ministra de Defensa, implica obligar al país a retroceder tanto como para reanudar el régimen de Salvador Allende. ¿Será eso lo que queremos?
Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm
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