Gonzalo Ibáñez Santamaría


Los empresarios quedaron “chochos”. Es lo único que se puede decir acerca de la reacción que ellos tuvieron de cara a la presencia y del discurso de Gabriel Boric en el Encuentro Nacional de la Empresa (ENADE) que tuvo lugar hace pocos días. Uno de esos empresarios comentó: “Se ve más maduro”; otro, “Genera ilusión y esperanza”; los de más allá: “será bien interpretado por los mercados”; “dio menos señales de ilusión y más de tener los pies en la tierra”; “Muy constructivo”, “Fue un discurso esperanzador” y así sucesivamente hasta terminar con la guinda de la torta “tenemos que creer en la juventud, aunque se equivoque”.

De verdad, estos empresarios cayeron en éxtasis después de oír a Boric y lo aclamaron como a un gran héroe de la República. Sin embargo, cualquiera haya sido el tenor del discurso de Boric, nadie puede engañarse acerca de cuáles son sus propósitos en el ejercicio del poder, muy distantes de los que requiere un buen ejercicio de las capacidades empresariales y, en general, de un buen ejercicio del poder. Todos hemos sido testigos del cambio que se operó en Boric después de la primera vuelta de la elección presidencial cuando fue superado por José Antonio Kast y de cómo ese cambio fue la palanca de su triunfo final, en la segunda vuelta.

Pero, como bien sabemos, “a las palabras se las lleva el viento” y lo que quedan son los hechos. ¿Podemos creer en un cambio como el de Boric cuando todavía está sólo en las palabras? No se pueden olvidar de manera tan desaprensiva los hechos que están detrás de Boric, como el haberse fotografiado con la camiseta que mostraba el rostro de Jaime Guzmán acribillado por las balas; o el haberse reunido con quien lo asesinó en París; o el haber promovido la destrucción del país a partir del 18 de octubre de 2019; o el haber respaldado la violencia en La Araucanía, o jugarse ahora porque los inculpados por los peores actos de violencia que haya conocido el país reciban indulto.

Lo menos que, en estas circunstancias, se le puede pedir a Boric es que, previo a los abrazos, haga realidad ese viejo lema de Jorge Alessandri: “Hechos y no Palabras”. Y esto debe quedar claro: en vez de tanto incienso, corresponde una postura firme frente a lo que ha sido el Boric de siempre. Frente al ejemplo de Jorge Alessandri está el de Salvador Allende firmando en 1970 el Estatuto de Garantías que le pidió la Democracia Cristiana para ratificarlo como presidente de la República en el Congreso Pleno de 1970: palabras, palabras y más palabras.

El principal aliado de Boric es el partido comunista. Eso es lo que debe mandar en el pronóstico que hagamos acerca de cuál puede ser el gobierno de Boric. Todo lo demás es echarse tierra a los ojos y arriesgar el país a un muy amargo despertar.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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