Gonzalo Ibáñez Santamaría
Es lo que, sin duda, debe estar experimentando Piñera de cara a la acusación constitucional que en los próximos días la oposición presentará contra él por eventual compromiso de la probidad en la venta que hizo de su participación en la Minera Dominga. Y de cara al anuncio del fiscal nacional Jorge Abott que anunció una investigación de oficio acerca de los posibles delitos cometidos en esa ocasión.
Mucha de la potencia que exhiben las fuerzas que se descargan contra Piñera proviene paradojalmente de este último. Ha sido Piñera durante toda su carrera política el que la ha abierto las puertas a los partidos y a los grupos políticos de tinte marxista y aún más extremistas. Su constante condenación del régimen militar y de su origen el 11 de septiembre de 1973 en lo único que ha resultado es en devolver fuerza a los grupos que ese día fueron derrotados y no sólo por las fuerzas militares sino, fundamentalmente, por el juicio de la inmensa mayoría del país.
Pero Piñera se quedó a medio camino, porque si bien ha condenado al gobierno militar no ha tenido ninguna vacilación en tomar provecho de la política de ese gobierno y en ir a buscar sus votos entre aquellos que formaban su base. Piñera quiso así quedar bien con Dios y con el Diablo. Inútil intento. Siempre trató de que se le viera distante de la figura del General Pinochet pero, aunque le pese, está asociado a ella. En esa medida, las condenas con que trata de fulminarla, al final terminan golpeándolo a él mismo. Por eso, hoy día, las fuerzas marxistas y las que siempre se unen a éstas como tontos útiles, a la cabeza de las cuales, por cierto, la denominada democracia cristiana, se le van encima como cuervos a sacarle los ojos. Y no van a descansar hasta conseguir su propósito.
Cómo le vaya a Piñera en los juicios que se le avecinan es un tema. Pero lo que importa ahora es la suerte del país. Un país que iba por el camino del progreso y del desarrollo como nunca antes en su historia, se ha visto duramente golpeado por estas querellas internas y por la reposición de los dogmas marxistas de la lucha de clase y de la abolición de la propiedad privada, a los cuales se han añadido el dogma de la disponibilidad de la vida humana en el vientre materno y el de la destrucción de la familia por la idea de conceder la condición de matrimonio a uniones de personas del mismo sexo. Y por el hecho de tirar la constitución por la borda. Dentro de poco, por el camino que ahora va, Chile puede quedar irreconocible. Es el momento en que debemos tomar conciencia de esta dramática situación y movilizarnos -cada uno como pueda- para demostrar que Chile dispone aún de fuerzas para responder al desafío que enfrenta.
Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/
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