Gonzalo Ibáñez Santamaría


Las encuestas comienzan a converger y a reconocer que Gabriel Boric, el candidato del partido comunista y de la extrema izquierda, se perfila como un eventual ganador de las próximas elecciones del mes de noviembre y, por lo tanto, que pueda ser el próximo presidente de Chile. O, lo que es lo mismo, que Salvador Allende regrese al poder para terminar con su período. Lo cual, por cierto, ni en la peor de las pesadillas, alguien pudo imaginar.

Desde luego, en este país no hay nada de aquello que el comunismo enseña como condición para que se produzca un enfrentamiento social: pobreza, ruina económica, atraso, explotación de unos por otros. Al contrario, la economía chilena ha sido durante los últimos cuarenta y cinco años, hasta el estallido de octubre de 2019, la más floreciente del continente. La pobreza sufrió una drástica reducción y el nivel de vida de los chilenos se ha visto sólidamente incrementado. Basta ver, entre muchos otros indicadores, el crecimiento del parque automotriz y el del número de viviendas secundarias; el acceso a vacaciones en el extranjero y el acceso a la educación superior; el mejoramiento de la infraestructura por todas partes, etc. para darse cuenta que este país poco y nada tiene que ver con aquel que hace 45 años atrás se debatía entre los más pobres del continente.

Sin embargo, para los chilenos de hoy, todo esto es poco y, por eso, se han dejado convencer por una colosal mentira: que de haber seguido vigente el régimen de Salvador Allende, nuestro país exhibiría aún mucho mejores índices y que, por lo tanto, corresponde repudiar lo que han sido estos últimos 45 años y exigir el más pronto retorno a la situación previa a 1973. Repudiar al régimen militar y su obra, comenzando por haber impedido que Chile cayera bajo la dominación marxista. Ese es el impulso que empuja a Boric hacia el triunfo y a Chile a la que puede ser la peor derrota de su historia.

El principal factor de esta tremenda derrota lo ha constituido el “chaqueteo” de todos los grupos y partidos que se formaron en su momento para defender y proyectar el legado del gobierno militar, RN y UDI a la cabeza, hasta el punto de que respecto de lo sucedido en 1973 y los años posteriores, cuesta distinguir el discurso de estos partidos de aquel propio de los grupos más marxistas. No es de extrañar que, en este escenario, el electorado se incline por los partidos que representan estos grupos y castigue a los de “derecha” simplemente por hipócritas. Tanto como a aquellos de “izquierda” que, sin perjuicio de un discurso muy contrario al régimen militar, se acomodaron de lo más bien al modelo económico y político de ese régimen. Y no es de extrañar tampoco que el marxismo ensaye convertir su versión de la historia como la única oficial condenado a las otras mediante el expediente de acusarlas de “negacionistas”.

Es por esta cornisa por la cual Chile, y nosotros en él, caminamos.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

.